Mi Prometido Gay

Capítulo 30

- Loquita levántate. - Escucho a Carlos llamarme sobándome la espalda, pero tengo mucho sueño. Me escondo debajo de la almohada. - Ni te escondas que ya has dormido suficiente.

- Es muy temprano. No me molestes. - Le digo con pereza. 

Se levanta de la cama, creo que me va a dejar dormir en paz.

- Claro temprano. – Dice con sarcasmo. - Si temprano para ti es medio día, entonces sí.

- Como estoy libre, pues sí es temprano. Déjame en paz.

- Nada de eso. - Me tomó de los tobillos y me ala.

- ¡Ah! - Grito.

- Te tienes que levantar. Vas a tener que lavarte el pelo, hacerte mascarilla y pintarte las uñas que tengo que arreglar esa maraña. Hoy te voy a presentar a mis padres y tienes que estar divina. - Me siento en forma de indio y me hago la ofendida.

- Yo siempre estoy divina que te pasa.

- Sí, sí, sí siempre estás divina, pero hoy tienes que estar más que divina. Tienes que estar bellísima.

- No me pongas más nerviosa.

- Como sea, levántate que lo primero que tenemos que hacer es unatarte las mascarillas. Ya hice la mezcla del rostro y te tengo que untar huevo en el pelo.

- ¡Ah! - Me quejo. - Si hubiera sabido me iba a trabajar. ¿No se supone que tienes que estar con cruda por todo lo que tomaste anoche?

- Sí tengo, pero ya me tomé algo para el dolor, además que ya estoy acostumbrado. Te vas a tener que aguantar.

- No es que me moleste, pero quería dormir tantito más.

- No nos daría tiempo. Ventepaca. - De un momento a otro me toma en brazos como costal de papas. Como estoy cansada, ni me quejo. Me deja en el banco de la cocina. - Bueno comencemos con la mascarilla de cara.

Me embarra la mascarilla de aguacate en la cara y yo se la unto a él. Luego unta una mascarilla de huevo en mi pelo, pero me echa tanto que me caí por la espalda y los senos.

- Oye es para el pelo no para el cuerpo.

- Fue sin querer. Mejor cállate que te dañas la mascarilla de la cara.

Al terminar pongo el cronómetro para que suene en 20 minutos. Nos vamos a la sala para ver la televisión. Al sonar la alarma me voy a bañar para quitarme las mascarillas. Al salir Carlos me pasa blower y luego mi risa el pelo. Yo ni sé que me voy a poner, pero se nota que Carlos ya lo tiene bien planeado. El tiempo pasa volando mientras Carlos me arregla. Hablamos de cualquier cosa menos lo de hoy. Para no ponernos más nerviosos. Termina con el pelo y comienza con las uñas, hacía tiempo que no nos dábamos mascarilla y nos arreglábamos tanto.

- Es muy malo. ¿Verdad? - Le preguntó.

- ¿El qué?

- Tus padres, sino no me estarías arreglando tanto. - Suspira.

- Mi madre es muy exigente.

- Creo que debería empezar hacer unos rosarios para que tus padres me acepten.

- Te van a querer tu tranquila. A ti todo el mundo te quiere.

- Sí. Personas de mi mundo no del tuyo.

- Tú tranquila, que no va a quedar ninguna duda de nuestro amor. - Respiro profundo.

- Eso espero.

Me sigue arreglando, pero cambiamos de tema. Termina con mis uñas. Preparamos unas sopas por el hambre, pero es mas para calmar un poco los nervios. Luego nos vamos para el cuarto a buscar lo que nos vamos a poner. Carlos saca un vestido naranja de manguillo con flequillos de la rodilla para abajo. Él se va a cambiar. Me pongo el vestido que me queda totalmente pegado al cuerpo el escote no muestra demasiado. Me pongo unos tacones plateados bajos. No me quiero caer. Carlos regresa y este vestido formal con un saco y pantalón gris oscuro, una camisa negra y una corbata entre gris y rayas negras.

- Mira que guapo te vez. Estas que hechas fuego.

- Lo mismo podría decir de ti. Ese color te queda espectacular.

- ¿No parezco calabaza?

- No pareces la tentación hecha fuego. Cualquier hombre se volvería loco de solo verte.

- ¡Ya! No seas payaso.

- Es verdad. Siéntate que ahora te voy a maquillar. - Me maquilla, pero no exagera se ve totalmente natural. - Estás lista. Te ves preciosa.

- Gracias, pero tengo el estómago revuelto. Estoy muy nerviosa.

- Somos dos. - Me da un fuerte abrazo. Luego nos tomamos las manos y respiramos profundo. - Lo lograremos. - Asiento. - Bueno vámonos.

Me levanto, busco en la gaveta el anillo que me dio Carlos y me lo pongo, tomo mi bolso, guardo algunos cosméticos y mi celular. Bajamos nos montamos en su coche. Comienza a conducir, la tensión se siente en el aire Carlos pone una música que no conozco, pero me relaja un poco. Retuerzo mis dedos por mis nervios y decido abrir mi celular para distraerme. Me doy cuenta de que tengo un mensaje de Gato.

- Hola gatita. Quiero decirte que este gato aterrizó de pie y estoy con ansias de verte mañana. - Le respondo.

- Estoy feliz de que hayas llegado. Te aseguro que desearía estar contigo ahora que hacer lo que tengo que hacer ahora. - Le envío el emoji de besos. Me contesta al instante.

- Lo mismo digo, pero yo también estoy ocupado, pero tu beso me animó la tarde para seguir el resto de la noche. - Al final también le pone un emoji de besos.

Al levantar la vista estamos en un barrio de ricos, ya que hay grandes mansiones por toda la calle. Nos acercamos al final de la calle, la última mansión es la más imponente. Cada vez me siento más pequeña como si no perteneciera aquí y los nervios crecen aún más. Carlos se acerca a la imponente mansión pone un código y la reja se abre.

- Es hora. - Dice Carlos.

- Ya no hay vuelta atrás.

Nos miramos un segundo puedo ver nervios en sus ojos. Entra y se estaciona frente a la mansión.

- ¿Lista?

- Lista. ¿Tú?

- Totalmente listo.

- Mentira. - Decimos al unísono y nos echamos a reír. Respiramos profundo.

- Espera a que te abra la puerta. - Me advierte.

- En estos momentos hasta necesito sostenerme de ti para no caerme de los nervios.

- Tú puedes.

- Claro es solo que es como cuando tienes miedo escénico, te pones nervioso primero, pero luego eres firme y fuerte.



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En el texto hay: #drama

Editado: 08.08.2020

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