Mi querido escocés

Capítulo 5

En la enfermería atendieron de inmediato a Elaine. Por suerte, no era nada grave, en un par de días ni siquiera recordaría que se había quemado, por lo menos, es lo que le dijo la enfermera que limpió la piel que se mostraba con un leve color rosado en algunas zonas, le recetó una pomada y un analgésico, que creyó no sería necesario que tome. 

Mientras, River conversaba con Rob.

—No me ha dicho su apellido —comentó curiosa y se sentó en una de las sillas del salón de espera.

—Disculpe, señorita, soy Rob MacIntyre —respondió el hombre y se sentó al lado de ella.

—¡Ay, por Dios!, es junto a usted que vinimos a ver —exclamó la muchacha.

—¿Junto a mí? —pregunto curioso y sorprendido. 

Lo primero que se imaginó es que podían ser un par de vividoras, que vienen a reclamar que es padre de su hijo o algo así. Se acomodó en la silla, desprendió el botón de su su traje y cruzó las piernas, esperando el discurso de la muchacha.

—Sí, junto a ti, veras, mi amiga es la heredera de los MacKenzie, vinimos a la lectura del testamento —empezó a hablar River—, la cosa es que Angus nos dijo que nos atendería mañana, pero me alegra que nos hayamos encontrado, cuanto más rápido hagamos el trámite, mejor, aunque, si quiere invitarnos a cenar antes, yo no me opongo —dijo la joven.

Ella se imaginó al albacea como un viejo gordo y pelado, por lo tanto, encontrar a semejante especimen masculino, hizo que sus hormonas se vuelvan locas. 

—Ahora entiendo, ustedes son las invitadas de mi padre —el hombre contestó con amabilidad, pero también agradecido de no tener que lidiar con el escándalo de unas jóvenes aprovechadas—. Y lamento informarle que, en efecto, él sólo podrá atenderlas mañana. 

River arrugó su nariz, decepcionada por que el albacea no sea el atractivo joven, pero eso no quita que pueda saber más del hombre, y ver si consigue hacerlo vestir de falda una noche. 

—¡Qué desilusión! —murmuró la muchacha y lo miró con interés.

—Lamento desilusionarte —dijo Rob e intentó no reír— , pero cuéntame un poco más respecto a la herencia de tu amiga. —Rob se sintió algo invadido por la mirada de la joven.

—Bueno, es largo de explicar, pero lo resumo: renunciamos a nuestros empleos porque nuestro jefe es un baboso, fuimos a mi departamento y encontramos a mi novio revolcándose con la del tercero B, no teníamos ni para la comida de esa semana, bueno, esa es agua de otro pozo —suspiró antes de proseguir—. Luego llegó la carta con los dos pasajes, y aquí nos tienes. 

—En definitiva una odisea, lo único que me molesta de la historia es el jefe baboso, pero al menos tienen un final feliz. 

—Aún no, no sabemos si nos van a robar los órganos o de verdad mi amiga tiene una herencia.

—No creo que mi padre quiera sus órganos —hizo silencio y miró a la joven—. No me has dicho tu nombre —añadió.

—River Davis —dijo y sonrió con torpeza. Era la primera vez en su vida que se sentía así frente a alguien.

—Es un gusto, River Davis —dijo Rob y extendió la mano en un gesto de saludo.

—El gusto es todo mío —respondió ella y estrechó la mano del hombre—. Es simpática la forma de hablar que tienen los escoceses, no es como el engreído acento inglés —dijo y esbozó una sonrisa.

—Me alegra no sonar como un inglés —respondió Rob, porque en serio no quería sonar tan pedante.

—Aquí estoy —anunció Elaine interrumpiendo a los dos. Levantó las dos manos que las llevaba envueltas en una especie de gasa.

—¡Por Dios, Elaine! —River se levantó y fue a su encuentro—. Es grave —añadió e intentó tocar las manos de su amiga.

—No, solo me puso esto para refrescar —retiró sus manos para que River no las toque—,  mañana o pasado ya estaré bien

—Perdone a mi amigo.

—No fue su culpa, nosotras veníamos distraídas —dijo Elaine.

—Hablando de él,  no sé cómo se encuentra, se supone que también vendría a la enfermería. —El hombre se puso de pié, arregló su traje y enderezó su corbata. 

Rob se dispuso a salir de la sala de espera para buscar a su amigo, pero cuando se acercó a la puerta, William ingresó con el paso lento, la frente en alto y su mirada arrogante. Lo primero que hizo, fue observar a la joven Elaine, a pesar de sentir vergüenza por haberla hecho pasar mal, no lo demostró, ¿Cómo un hombre tan imponente como él mostraría ese tipo de debilidad? Sin embargo, es un caballero, y debía pedir disculpas.

—Disculpe, señorita, no la vi hasta que ya la tuve sobre mí —se excusó William.

—¿Cómo estás tú? —indagó Rob.

—Estoy bien, no fue nada —dijo William y se abotonó el traje para cubrir su camisa manchada—. No encontré al huésped que te había comentado, al parecer solo estuvo para la cena organizada por Emma —comentó.

La verdad es que William se sentía sorprendido, porque él había sentido el calor del café, sin embargo, no tenía ni siquiera la piel enrojecida. ¿Y si lo que ese viejo le había dicho era verdad? Y ahora él era inmortal, y además, aumentó su capacidad de resistir el dolor, sería una locura. 



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En el texto hay: romance, highlander, inmortales

Editado: 07.07.2021

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