De regreso a casa me detuve en la abarrotería de Martín. ¿A él? Toda la gente del pueblo lo conoce y más "los amigos" que nos reuníamos, para jugar cartas y pasar un rato tranquilos.
—Hola Roberto, me entere de lo que pasó con tu hija; lo siento mucho. Espero pronto sepan de ella. —Martín lamentaba lo que nos había sucedido. —No es por hablar mal de tu mujer; solo te digo las cosas como son, pues en algunas ocasiones cuando venía tu esposa acompañada de tu hija en varias ocasiones la maltrataba en frente de los demás clientes.
Eso que me dijo me dejó pensando, tal vez tenía razón o quizás mi mujer era la culpable de que nuestra hija decidiera alejarse. ¡Claro! Yo no tuve la culpa. Tome lo que compre y me dirigí a mi casa.
—Muchas gracias Martín, nos vemos después.
Al regresar a casa, coloqué todo el material en la mesa del comedor, para comenzar a investigar; solo escuchaba a mi mente mientras estaba hojeando las primeras páginas de los cuadernillos sin siquiera dejar que me perturbara el ambiente del momento. Trataba de concentrarme en determinar la idea o el pensamiento que pudo tener Samantha y averiguar hacia dónde se dirigía. Elizabeth la había pasado pegada al teléfono, trataba de hacer su parte, pero la miraba más angustiada. Me dolía verla así.
—¡Elizabeth! Ven por favor. Le hablé con voz fuerte para llamar su atención e involucrará en la investigación. - ¡mira lo que encontré en la casa del árbol!
Elizabeth se acercó y miró todo el material y se quedó callada por esa ocasión, en silencio la miraba pensativa. Al cabo de un par de minutos comenzó a llorar inconsolable.
—¡Eres un estúpido! —Alzó la voz siendo muy arrogante reflejando nuestra vida pasada desde el nudo de su garganta y con repudió hacia a mí, con sus manos empuñadas de ira y sus ojos brillosos, un ataque neurótico que no le permitía entender lo que estaba tratando de explicar.
—¡Imbécil, por tu culpa se ha ido de la casa! —Se arrojó sobre mí a golpes y yo lo único que estaba provocando era contagiarme de la misma irá y la misma intensión de contestar a su furia. —¡Ojalá te mueras! Mal nacido.
—¡Mal nacido yo hija de tu...! —No pude si quiera responderle; aunque ganas no me faltaban.
—¿Hija de mi qué? —Preguntó retando a mi persona, con sus venas que le brotaban de su piel clara. —Nada más eso me faltaba, ¡machista de mierda!, ¡borracho!, ¡inservible!...
Se fue a la habitación mentando madres y yo me quedé en el comedor aguantando la rabia que ya había calado en mis venas. Pasadas un par de horas los ánimos habían bajado, me dirigí a la habitación. La encontré llorando. Me acerque con sigilo.
—¡Elizabeth perdóname! Pero necesitamos estar juntos en esto, Samantha nuestra hija nos necesita. Debemos trabajar juntos mucho más que en nuestros mejores tiempos de familia.
—¿Y cómo lo vamos a hacer? —me dijo entre voz débil. - ¿Qué no ves que ni la policía puede avanzar en su investigación?
—Nosotros conocemos más a nuestra hija y más tú que estuviste más cerca de ella en todo este tiempo.
No fue tan fácil de poder convencerla, le comencé a mostrar los mapas que había dibujado con puntos de distribución de rutas donde Samantha tomaría recesos para descansar, le hablé de las recetas de comida y los tipos de ecosistemas que Samatha estuvo analizando. Me insistió que era una mala idea y yo le confirme que no, que solo había una ruta que pudo haber tomado ya que en las notas mostraba que siempre buscaría no alejarse del río ni de las zonas donde pudiera conseguir alimento, sin perder su elemento vital para sobrevivir "el agua".
Tarde para hacerla comprender, aunque al final aceptó, tomó el móvil y le llamó a su hermana.
—Daniela!, ¡hola buenas noches, perdón por la hora!... si estoy bien... No aún no tenemos noticias de ella... Aja... ¡Si! Bueno te llamo para ver si podrías hacerme un favor; saber si podrías cuidar la casa, saldremos en búsqueda de Samantha y por si regresará, necesito que alguien esté aquí y la atienda, sobre todo que me notifique. -Permaneció durante unos de minutos en la llamada con mi cuñada poniéndose de acuerdo. Mientras tanto yo buscaba lo que necesitaríamos para emprender el viaje por tierra.
Todo estaba listo, nos despedimos de Daniela y emprendimos la búsqueda, una misión de una pareja disfuncional que tratara de encontrar a su hija, acababa de comenzar. Escribir un nuevo capítulo no sería fácil en nuestra vida, lo único que pedía con el alma era que lográramos vencer nuestras debilidades por el bien de nuestra familia.
Caminamos hasta el árbol, escuchando el sonido del viento y el crujir de la tierra que pisábamos. Al llegar nos ubicamos en el arroyo, que pasaba cerca e iniciamos a caminar con rumbo al sur siempre por un costado y no por la orilla, por mera precaución.
Después de un par de horas caminadas me di cuenta que eran las seis de la tarde, debíamos tomar un descanso y montar el campamento reunir leña para hacer nuestra fogata. Llevamos un poco de comida enlatada para los primeros días en lo que nos adaptábamos al viaje.
Una vez montada la carpa, trace los puntos en una nueva libreta en la cual nos guiábamos con más seguridad sobre las posibles rutas tratando de ser lo más lógicos y asertivos en cuanto a los pensamientos de nuestra pequeña.
Esa noche era nublada, pareciera que podría llover, pero no fue así, sólo tratamos de descansar. Por la mañana madrugamos en eso de las cinco de la mañana, para poder levantar la carpa nuevamente y llevarle ventaja al sol, casi no se veía nada.
Aún estábamos en los territorios de Marroquín, según mis cálculos estábamos a nueve horas de llegar a La Trinidad. Notaba un poco más tranquila a Elizabeth pues no decía mucho durante el camino, trataba de no gastar fuerza innecesaria hablábamos poco y nos concentrábamos más. En cada parada procuramos conversar cada que nos llegaban recuerdos, a veces nos deteníamos a descansar y disfrutar de los paisajes del rio.
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Editado: 29.09.2021