Me quejé al sentir cómo mi madre prendía la luz de mi habitación, de inmediato tomando un pequeño cojín y lanzándoselo.
— ¡mamá, no! – me quejé, era sábado y lo que menos quería era que me levantara temprano.
— Levántate, tenemos nuevos vecinos. – respondió mamá, yo ni me inmute, enterré mi nariz en mi almohada.
— ¿y a mí qué? Probablemente se quejarán porque no barres bien las hojas en otoño. – me acurruqué entre las mantas, si se preguntan acerca de la resaca, tenía la hermosa capacidad de sentir sólo un leve y casi ni molesto dolor de cabeza, por lo que la resaca no me preocupaba ni un poco.
— Realmente no entiendo cómo es que no te despertaste con el ruido que están haciendo, además el camión y... — fingí ronquidos. — ¡Williams!
— ¡Carter! – era algo entre mamá y yo aquello de llamarnos por nuestros apellidos, el suyo era Carter, Danya Carter.
— Levántate o vas a lavar los platos. – me amenazó mi propia madre.
— Estoy siendo traicionada por la mujer que me dio la vida. – mamá me lanzó el cojín que yo le había lanzado en un principio y reí al mismo tiempo que ella.
Luego de haber estado unos segundos observando al techo y pensando que todos nosotros podríamos ser, en realidad, unos títeres de un titiritero, que es un títere de otro y sucesivamente, me levanté y me fui a dar una ducha. Volví a mi habitación y me coloqué unos jeans, una blusa y mis tennis, apliqué algo de delineador debajo de mi ojo y bajé las escaleras.
— Buenos días. – saludó Lila, mi prima, quién tenía una tostada en la boca, saludé con mi mano, antes de dirigirme a la cocina y prepararme un tazón de cereales con yogurt.
— Debemos darle la bienvenida a los vecinos, hija. – habló mamá y yo rodé los ojos.
— Lila puede ir. – mamá me fulminó con la mirada, yo suspiré, antes de asentir levemente con la cabeza.
— Tú eres una chica encantadora, Lila es... bueno, Lila. – Lila sonrió ampliamente, ella no era la persona que causaba una impresión amigable, no con los extraños y yo entendía aquello, estaba orgullosa de ella por ser así a los trece años. Yo a los trece años saltaba en las praderas con todos y lloraba sino me dejaban sentarme con ellos en el almuerzo. Ahora no me importa nada.
— Lila también es tu sobrina favorita. – mamá asintió con la cabeza y yo reí, antes de sentarme junto a Lila y comenzar a comer mi cereal, notando que ella estaba utilizando su celular para leer algo, ni siquiera me interesaba qué.
Apenas terminé mi desayuno, mamá ya me entregó una tarta de frambuesa que había hecho. Gracias a que le pedí a algún Dios o persona que me evitara el tener que ir y saludar a los nuevos vecinos, fingiendo que me alegraba que se mudaran allí, alguien me llamó.
Aparté la tarta de mi cara y tomé mi teléfono, tenía una llamada de "maldita perra" qué era la manera en la que tenía agendada a Grace luego de que ella me abandonara en la fiesta de ayer por abandonarme junto a Kendra, a Kendra la tenía agendada cómo "hija de su madre".
— ¿qué quieres, traidora? – pregunté, fingiendo estar ofendida. Realmente no me importaba mucho que ella me haya abandonado en la fiesta, Grace también tenía que pasarla bien. Pero también me encantaba molestarla.
— ¿sigues enfadada? – preguntó Grace del otro lado e hice un ruido con mi boca, como si fuera un "sí". – lo siento, es que...
— Mentira, estúpida. – respondí y Lila me miró entre pequeñas risas, le guiñé un ojo con diversión. — ¿me vas a contar alguna aventura que has tenido con tu ex, Nicholas, querida mejor amiga? – cuestioné de manera burlona. Me encantaba burlarme de Grace y Nicholas, habían terminado y regresado tantas veces que he perdido la cuenta de eso. Ni siquiera sé el porqué de que su relación termine, porque ambos se aman y parecen no pelear nunca. Es como si decidieran ponerse de acuerdo y terminar por dos días, para volver el tercero.
— No tiene que ver con Nicholas. – solté un suspiro de alivio, asegurándome de que lo escuchara a través del micrófono, aunque el sonido se distorsionaría. – qué tonta eres.
— Pues, Kendra está saliendo con el profesor de matemáticas. – bienvenidos vecinos, ya saben que tienen una vecina que grita mucho. Acababa de gritar al enterarme de aquello. — Anda, ¿vas a contarme? – Grace rió de manera boba.
— ¡Dile a Kendra que le diga al profesor que me ponga un diez o lo denunciaré! – chillé, mi mejor amiga soltó una carcajada. Mamá me miró enfadada y señaló la tarta. – adiós Grace, mi madre me está obligando a llevarle una tarta a los vecinos para darles la bienvenida.
— ¿Tienen un hijo? – preguntó mi mejor amiga.
— Yo qué sé, Grace. – le respondí, frunciendo el ceño, mi mejor amiga rodó los ojos antes de colgar la llamada. – qué te quede claro mujer, me obligas. – le mostré la lengua a mi madre y ella rodó los ojos, antes de que yo tomara la tarta y saliera de la casa, cerrando la puerta detrás de mí con extremo cuidado, antes de bajar las escaleras del pequeño porche y caminar por la acera unos diez pasos hasta la casa de los nuevos vecinos, al parecer estaban desde hace temprano, porque el camión de mudanzas estaba vacío y no había gente fuera.
Miré el buzón que había sido colocado hace poco, podría notarse por lo brilloso que estaba "Hunter's". Lindo apellido.
Caminé hasta el porche de la casa, apretando el timbre y escuchando una pequeña melodía, antes de comenzar a observar todo el lugar, hace mucho tiempo esa casa estaba allí y parecía ser bastante costosa.
— ¿sí? – una mujer de unos cuarenta años salió a recibirme, su cabello negro estaba recogido en un moño, dejando a la vista su rostro, lo que más llamaba la atención eran sus enormes ojos mieles.
— Buenos días, señora... Hunter, ¿verdad? – reí, recordando el apellido. Ella me sonrió, tenía una sonrisa encantadora.
Solamente he venido aquí para entregarle ésta tarta que mi madre ha hecho para darle la bienvenida al vecindario, espero que disfrute su estadía. – parecía que fuera una de esas personas que trabajaban en los hoteles, pero despeinada y más bonita.