Permíteme aplaudirte por todas las veces en las que seguiste intentando, a pesar de que yo insistía en apartarme.
Claro, que de vez en cuando simplemente tú también te hartabas. Es comprensible, nadie puede insistir por siempre. Es inevitable ese punto del quiebre en el que simplemente decidimos rendirnos.
Después de dos semanas de aquella clase de historia, tú te rendiste. Te rendiste al darte cuenta de que te evitaba en la biblioteca o que no me esforzaba en apartarte un asiento en clases, cuando tú si lo habías empezado a hacer.
Ni siquiera me había percatado de que simplemente habías parado de hacer muecas durante las clases para hacerme reír, o que tus chistes habían desaparecido.
Te resté importancia.
Había empezado a salir con Izan. Bueno, habíamos ido por un café una vez. Pero todos habían esparcido el rumor, ¿Recuerdas? Pero he de admitir que yo no me sentía cómoda saliendo con él. Alguna vez te lo llegué a mencionar, el como me hacía sentir inferior al burlarse de mí por no conocer alguna referencia a una película o libro.
Aquel día en la biblioteca yo no estaba estudiando para un examen, estudiaba para mi cita con Izan.
Me sentía frustrada porque no tenía ni la menor idea de que me preguntaría o de que tema hablaríamos, pero el sentirme como una tonta era una de mis mayores inseguridades de aquel entonces. El sentimiento de no estar a la altura.
Las personas nunca comprenderán el daño que me hicieron a lo largo de mi vida con los chistes en torno a rubias que nunca faltaban al verme. Me sobre exigía para que así ellos no pudieran decirme: "cabeza hueca" o "torpe" e incluso "rubia natural". Por qué ya sabía que cuando lo hacían no era un halago.
Si mal no recuerdo lloraba por la frustración, restregaba mi rostro con mis manos bien extendidas e intentaba no hacer ruido mientras repasaba en mi mente una y otra vez los distintos directores de las películas de "Star Wars", con la música de mis audífonos casi a tope para no distraerme.
Nunca había sido una gran aficionada a la ciencia ficción, sobre todo porque mis cuatro hermanos siempre estaban intentando hacer que viera aquellas películas con ellos. No era fan de la insistencia.
Me sobresalté cuando el primer libro cayó a mi lado. Rápidamente aparte mis audífonos y miré a todas partes. Entonces apareciste con un libro en mano.
—Lo siento— fue lo primero que dijiste, —Me di cuenta de que estabas aquí y por ello he intentado tomar un libro desde el otro pasillo, pero no lo he alcanzado y he derribado unos cuantos—
Apenas y asentí mientras mi respiración volvía a la normalidad. Y no, no solo fue por el libro; llevaba buen rato llorando.
—Lo siento— volviste a decir —Solo lo tomaré—
Avanzaste unos cuantos pasos, quedaste demasiado cerca de mí y recuerdo que me pareció bastante gracioso que a pesar de lo alto que eras, tuviste que ponerte de puntillas para alcanzar aquel libro. Aún lo recuerdo.
Cuando vi que tu playera se había alzado aunque fuese medio centímetro desvíe mi mirada.
—¿Me estás evitando?—
Sonreíste cuando te pregunté aquello y desviaste tu mirada a los libros que sostenías.
—He notado que no te agrado del todo— contestaste —Así que intento mantener mi distancia para no molestarte—
Me sorprendí cuando dijiste aquello, incluso, me quedé sin palabras. Tú mordiste un poco tu labio inferior y asentiste ligeramente.
—Bueno, creo que mejor me voy—
—No me desagradas— admití cuando me diste la espalda —Solo que…—
—No me debes explicaciones, tranquila— dijiste al interrumpirme. Me miraste por unos segundos y después por fin preguntaste: —¿Algún examen que te preocupe?—
—¿Perdón?—
—Bueno, tu cara está algo colorada… y…— llevé mis manos por debajo de mis ojos y aparte mis lágrimas y seguramente un montón de manchas provocadas por mi rimel.
Por más costoso que fuese, siempre terminaban manchando mi rostro. A pesar de prometer ser a prueba de agua, solo había encontrado uno que realmente lo era; pero aquel día había decidido experimentar con otro. Mi error.
—Estudio para una cita— admití. Recuerdo que frunciste el ceño y me miraste extrañado. Una sonrisa amenazaba con aparecer en tu rostro y tus ojos se veían demasiado pícaros.
—¿Para una cita?— asentí —¿Quién demonios estudia para una cita?—
—Izan se burló de mí porqué no conocía algunos nombres de Star Wars— confesé. Me sentía avergonzada por decirte aquello —No me gusta que las personas crean que soy tonta—
—¿Te hizo sentir insegura?— asentí a lo que tú suspiraste, —Ahí no es—
No pude evitar la pequeña risa que aquel comentario provocó.
—Pásame tu celular— te obedecí sin saber el por qué lo hacía. —Si él te pregunta algo, no lo busques. Solo mándame un mensaje, ¿Bien?—
—¿Sabes de Star Wars?—
—¿Es Luke Skywalker el mejor maestro Jedi?— te miré extrañada —Bien, esta Yoda. Pero en mi opinión Luke lo supera por todo lo que pasó…—
—No entiendo nada de lo que dices— sonreíste, pero no a manera de burla.
Fue una sonrisa genuina.
—Es normal, no te preocupes. Mi hermana tampoco las ha visto— espetaste —No conseguirás comprender si solo lees artículos, Star Wars se vive—
No sé cuál fue mi expresión, pero tú soltaste una carcajada demasiado sonora. A tal nivel, que la señorita Artenea se acercó a pedirte que guardaras silencio.
Asentiste, bajaste la voz y me insististe una vez más que cualquier cosa te enviara un mensaje.
—Y no solo de Star Wars— señalaste —Si te hace sentir incómoda o como una tonta, dímelo y…—
—Gracias— te interrumpí.
Apretaste tus labios y asentiste un poco.
—Una cosa más— me miraste bastante serio al decir aquello —No eres una tonta, Inés—
Te dije un "gracias" casi inaudible, después te giraste y te fuiste.
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Editado: 16.12.2021