Mi Vida (saga 1 Demonios)

Capítulo III: Los asuntos del gameto

 Alexander

 

El amanecer se alza como el volar de un águila, impetuoso, magistral. Entrelazado por un azul que reviste y envuelve los rayos naranjas. La aves cantarinas se dirigen a su destino de forma lineal en la rutina de su vivir. El viento fresco agita los arbustos dispersando el aroma a tierra húmeda de la lluvia que hace tan pocas horas cayó diluyendo las hojas que caídas se encontraban en el jardín.

La hermosa vista quiere seguir deleitando mis ojos, no hasta que un barullo se atreve arruinar mi osada paz. Esa que en todas esas eternidades no he podido dejar que albergue por más de una hora. Suelto un suspiro sin atreverme a despejar mi vista de ese amanecer, escuchando el ingreso de un lamentable fastidio.

- ¿Por qué nos has exigido a los demás, no inmiscuirnos más en los asuntos de revivir a Celeste? – suelta Ángelo con un deje amargo.

- Ya he recuperado lo perdido, no comprendo el empeño de querer traerla de vuelta ¿Acaso Sebastián dio la orden? – no me atrevo a girarme para perderme de tal vista por enfocarla en mi sobrino y en un asunto insignificante.

- No, pero…

- Entonces nada – hago la mirada hacia un lado – tu padre no ha cedido, no entiendo este empeño ¿Acaso deseas terminar como Edward?

- Ella sabe demasiado - busca ceder ante esta cuestión.

- No sabe más de lo que debería saber… y si no hay más que inquirir te puedes retirar – aquello parece no complacerlo cuando enojado se retira sin pelear una vez su padre se acerca quizás escuchando la admirable valentía de querer un sobrino de mi sangre enfrentar mis ordenes.

- ¿Un pequeño pleito con Ángelo? – indica este cuando su hijo sale y se posa a mi lado para contemplar el cielo.

- ¿Le has dado la orden de empeñarse en Celeste? – sonríe a medias.

- No conocí a esa pequeña sempiterna ¿Por qué debería envenenarle la mente por alguien que no pude ni siquiera detallar?

- Fue él – digo nada a gusto -. Él lo hizo.

- Al parecer no la ha olvidado – se ríe.

- Controla a tus hijos, no quiero descubrir que retomaras algo en esta generación aun cuando ya has dejado a dos vivir en paz. No necesito que las cosas vuelvan a descarriarse cuando estamos a punto de obtener lo esperado – le aclaro.

- Le recuerdo querido hermano, que en el pasado, fue usted quien se descarrió, no yo. Además, ya comienzas a sonar igual que Briels, tan correcto y aburrido – se burla.

- Solo advierto. Habla con tus hijos, especialmente con Mir. No quiero nuevas sorpresas. En cuanto a algo totalmente distinto, partiré a la casa Charles por una buena temporada.

- Pueden cuidarse – dice mi hermano cuando se dirige hacia el pequeño mini bar para servirse un poco de bourbon – si deseas que te acompañe, solo pídelo.

- Fabricio ocupará tu lugar – comienza a burlarse, como si lo que dijera fueran los hechos de un bufón para entretener.

- Solo dime ¿Por cuánto te irás? - no objeta nada ante mi viajera compañía.

- Por unos meses.

- Serán años entonces. Cuanto te refieres a meses se alargan a años, cuando te refieres a semanas, se alargan a meses.

- Mantén el orden... Xelus – siseo en advertencia.

- Vuelvo a repetir, no son niños. Estaré lejos de esto, ya que encontraste lo tan buscado no veo porque tomar también unas vacaciones. Ademá, te recuerdo odio uses mi antiguo nombre, me llamo Sebastián Lexus - mira el vaso con algo más que curiosidad.

- No me voy de vacaciones y ese nombre bórralo de tu memoria – me detalla como si estuviera mintiendo, haciendo a un lado su nombre de nacimiento y obviando el mismo por las mismas causas.

- Como sea - deja el vaso sobre el escritorio, tensando la boca – saluda a Fabricio de mi parte, menciónale que aún recuerdo a su esposa – agrega con sorna antes de dejar la habitación media vacía.

Su aroma impregna el ambiente, pero más que una diversión, lo ralentiza a una guerra y un enfado que estoy seguro Fabricio tomaría como la excusa perfecta para querer vengarse si hubiera escuchado lo último que dijo. Si tan solo hubiera escuchado ese decir, su corazón ahora mismo reposaría sobre su palma y no en su pecho.

Tomo la decisión de abandonar la habitación una vez el sol se encuentra en su punto más alto, mientras más prisa tome por abandonar aquel lugar, más rápido conseguiré alejar tal barullo.

De solo imaginar y detallar las pocas decisiones razonables de dicho clan, crea que mi paciencia se agote. Una que ha sido extensamente cultivada con los años. Sin esa paciencia ahora mismo no hubiera encontrado eso que por tantos siglos he buscado.

- Escuché decir que partirás por unos cuantos años – maldigo mil veces a Sebastián.

- Nunca me sorprende creer que a mi hermano le guste crear distorsiones Mir. Pero ya que estás tan cerca hermano, solo tendré que recitarlo…. deja a Celeste en paz.

Lo encaro al verlo jugar con unas cuantas cuencas en sus manos. Las mismas que el mismo Nilium debió de darle como prueba de la aniquilación de dicha tribu.



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En el texto hay: asesinatos, vampiros, amor

Editado: 21.11.2022

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