Dante se sumió en silencio, veinte años para su edad juvenil de veintiuno podía parecer poco, moriría a los cuarenta y uno, pero a cambio de la vida de sus sueños era algo para pensar… Además, este no era un deseo que solo iba a beneficiarlo a él, sino, también a sus amigos.
— Me parece bien— Terminó aceptando.
Corvus sonrió, el chico no sabía negociar.
— Por cierto, esto no cubre accidentes. Así que no andes por ahí de suicida, eso solo provocara que coseche antes tu alma— Advirtió.
— Okey…
— Bien, escucha atento, seré rápido, las cláusulas que debes considerar son las siguientes…
El demonio comenzó a enumerar una serie de reglas, condiciones y requisitos, una parte aburrida que se hubiera ahorrado si Dante antes hubiera leído bien el manual de invocación, aun así, tuvo la suficiente paciencia para resumirle todo al chico.
— Y finalmente, si tienes alguna enfermedad, ya sea hereditaria, autoinmune, o adquirida recientemente, y que afecten tu longevidad en esta vida, te recomiendo no seguir con este contrato.
— Yo, estoy sano, creo…
— Me parece, bien sellemos esto— El demonio declaró acercándose peligrosamente al rostro del mortal, para terminar esto de una buena vez.
— Wou…— Este se alejó por inercia de él— ¿Qué tratas?
— ¿Qué crees? Estoy sellando el trato. Debemos besarnos para eso.
— Espera ¿Besarnos? Creí que debería firmar un papel o algo— Expuso nervioso el humano— Lo siento amigo, pero yo no bateo para ese lado.
— Que pensamiento tan arcaico— Él rodó los ojos— Ya no hacemos contratos a papel, es innecesario, dado que este se grabará en tu alma.
— Entiendo, pero… bueno, es que estoy enamorado de alguien, y esto no me parece muy correcto que digamos, su nombre es Diana y es una chica maravillosa, aunque es la hermana de mi amigo, lo que podría considerarse un amor prohibido, ya que no me parecería correcto pasarlo a llevar con…
El demonio harto de sus balbuceos sin sentidos simplemente tomó las mejillas del contrario y con brusquedad unió sus labios, fue un beso corto y sin emoción, solo trabajo, nada de placer. Pudo haberse convertido en una chica de nuevo para facilitarle las cosas, pero se lo merecía por hablador.
Dante se dejó caer al suelo, inclinado hacia adelante, mientras sostenía su pecho, un fuerte dolor lo había invadido tras aquel beso, pero, así como repentinamente apareció, repentinamente se esfumó.
— Eso que acabas de sentir fue el contrato grabándose en tu alma, palabra por palabra. Felicidades, tu pequeña banda tendrá éxito. Te veré dentro de veinte años.
— ¡Espera!
Dante le detuvo, antes de que la criatura volviera a su reino sobrenatural.
— No hay devoluciones— Este le recordó.
— No es eso, quería agradecerte— El chico buscó en uno de los cajones cercanos de su habitación, hasta encontrar lo que buscaba, le entregó un CD al demonio— Es uno de nuestros demos.
— ¿Y yo qué hago con esto?
A veces los invocadores le regalaban una que otra reliquia, por lo general oro y joyas, era la primera vez que alguien le regala algo tan… particular.
— Escúchalo y si te gusta nuestra música, puedes venir a vernos tocar este viernes en el bar “Luna sangrienta” — El chico la invitó con una sonrisa pura.
Vaya nombre para un bar, él pensó, mientras guardaba el demo entre sus ropas, para luego desvanecerse en un apagar de velas del lugar.
Llegando a su oficina pensó en lo ocurrido, mientras archivaba el caso de Dante en el sistema, sus asistentes se encargarían de mover sus múltiples influencias en Terra para hacer su deseo realidad. Daría por terminada aquella invocación para seguir con su monotonía, o eso creía.
Más tarde ese día, guiado por la curiosidad decidió escuchar el particular CD que Dante le había obsequiado. Al parecer hasta el momento eran una banda meramente instrumental, sin vocalista aparente, pero había algo en el ritmo, en los solos de guitarra, en la batería y el bajo, que simplemente, le fascinaron.
Pasaría los siguientes días escuchando aquel CD sin parar, las notas parecían querer hablarle, se encontró tarareando las canciones en su trabajo, e incluso pensando en posibles letras que encajaran con aquellas melodías, no supo cuándo comenzó a escribirlas, pero empezó a sentir algo que no había sentido hace mucho tiempo, emoción, al hacerlo.
Comenzaba a obsesionarse.
El viernes, según el calendario y horario humano, llegó, y decidió visitar el mundo mortal, específicamente aquel bar de nombre soso. Muchas bandas se presentaron esa noche, mientras él escuchaba y bebía camuflado en la barra. Llevaba una sudadera con capucha negra que cubría su cabeza, lentes oscuros y una mascarilla que bajaba solo cuando debía ingerir aquel maravilloso líquido llamado alcohol. Aunque el licor de los humanos no se comparaba en fuerza con los de Inférnum, y no se encontraba ni siquiera mareado, terminó llamando la atención del cantinero quien no quiso servirle más tragos al chico, claramente se ofendió, pero para evitar una escena se alejó de la barra y se fue a un rincón del lugar, luego podía encargarse de ese humano impertinente ¿No?
Mejor no, estaba en calidad de turista, mientras menos llamara la atención, mejor. Entonces, mientras alejaba a uno que otro pervertido con su indiferencia, dado que a pesar de que había optado por mantener su apariencia masculina, aún seguía atrayendo a sujetos indeseados, la banda que había estado esperando apareció, vio entrar a Dante al pequeño escenario y armar su batería, además de sus dos compañeros, una chica de cabellos teñidos de azul que al parecer tocaba el bajo y un chico castaño, bastante guapo, que era el guitarrista principal.
Ojos verdes atrayentes, alto y atlético. Se interesó en este último cuando las féminas del lugar casi suspiraron al verlo entrar en escena. Patético. Aunque, debía admitir que tenía un interés anterior en el guitarrista, cuando en el demo que Dante le había obsequiado, era el instrumento del chico, el que destacaba con más fuerza y pasión.