Horas antes.
Abby
Las dos chicas de servicio que aparecieron para guiarnos a nuestras supuestas habitaciones nos estaban indicando el camino a nuestros temporales cuartos, o cuarto. Lo más seguro es que nos dieran la misma habitación, eso pensaba, eso pensábamos, pero cuando llegamos a la segunda planta una de las empleadas me detuvo cuando quise seguir a Rouse escaleras arriba.
Y entonces nos separaron, ella continuó su camino mientras que yo me quedaba ahí. Quise replicar pero no nos quedaríamos demasiado allí como para perder el tiempo quejándome por cosas que no dudaría mucho. Así que lo dejé pasar y dejé que la chica que me guiaba hasta mi propia habitación siguiese mostrándome el camino.
Necesitaba con urgencia quedarme sola para realizar una llamada de rescate. Seguía conservando mi teléfono, bien escondido en la cintura de mi jeans, con mi camiseta sobre él muy bien acomodada, no era visible de ningún modo y eso era genial.
Si esos dos degenerados secuestra menores creían que iban a salir con la suya estaban muy equivocados. Yo les advertí lo que sucedería, pero no me hicieron caso, quise darles una oportunidad para que recapacitaran y que nos dejaran libres, pero se negaron y ahora vendría las consecuencias de sus actos.
Ese Edward iba a tener más cargos porque fue el que lo que empezó todo, aunque seguramente solo iban a pagar una muy buena fianza y se despedirían de la denuncia sin siquiera pisar el calabozo. Se notaba que eran extremadamente ricos, la sola mansión seguramente valía millones. Pero eso ya no venía al caso, lo importante aquí es que Rouse y yo estaríamos muy lejos de ellos.
—Es aquí —me comunicó la empleada, asentí en su dirección agradecida. Ella me sonrió después de abrir la puerta e indicarme con un gesto de mano que pasara. Encendió las luces y una hermosa habitación de huéspedes se reveló ante mis ojos.
Era bastante espaciosa, la enorme cama llamó inmediatamente mi atención, me dieron ganas de correr y saltar sobre ella, de seguro era suavecita. Una muy buena tentación después de haber viajado durante horas, pero no podía, necesitaba realizar esa llamada.
—Gracias por haberme traído hasta aquí —le dije a la chica con intenciones de que se fuera. Y estaba segura que el apuro se notaba en mi cara, el «vete ya» se reflejaba desesperado en mis ojos.
—¿Necesita que le traiga algo? Estoy aquí para servirle —dijo ella sin darse cuenta de lo que le pedía en silencio.
—No —dije cortante, esa vez incluso sin portar amabilidad. Mi tono salió tajante y con el mensaje de «vete» más evidente. Me urgía que se marchara, mi vida y la de mi amiga dependían de esa llamada y estaba segura que a mi teléfono no le quedaba mucha batería—. Puedes marcharte —agregué al notar cierta desilusión cruzar por su rostro, también porque yo no era de expresarme tan mal.
Ella no dijo nada más, seguramente ya había entendido mi claro mensaje. La acompañé hasta la puerta y la despedí con un gesto de mano y sonrisa inocente, y en cuanto la vi alejándose me adentré en la habitación cerrando la puerta de golpe y pegando la espalda en ella.
Respiré hondo al ya tener mi celular en mano.
Vi que solo tenía 13% de batería, más que suficiente para pedir auxilio.
Me despegué de la puerta caminando por inercia, me detuve en la enorme ventana que tenía pegada a ella un sillón aparentemente cómodo.
Ingresé para marcar los números, mis manos estaban temblando ligeramente y la ansiedad y la desesperación me hicieron marcar el 911 antes de llamar a mis padres.
Aguardé completamente impaciente.
—911, ¿Cuál es su emergencia?
El alivio fue inmediato cuando me atendieron. Solo que no pude hablar, un sentimiento completamente nuevo y desconocido me invadió incapacitándome pronunciar alguna palabra, y además comencé a razonar sobre Edward. Una parte de mí me pedía cortar la llamada, a Edward no podía sucederle nada.
¿Qué me pasaba?
Así que temblé, un estremecimiento sacudió mi cuerpo, pero pese a eso me obligué a responder cuando la persona detrás de la línea repitió la pregunta por tercera vez.
—Hola…
—Sí, ¿cuál es su emergencia?
—Yo… y mi amiga… Ellos —balbuceé sin especificar el problema.
—Tranquilícese por favor, estamos aquí para ayudarla.
El hombre notó el pánico en mi voz. Respiré hondo para reponerme y de esa forma explicarme.
Solo que la angustiante punzada en mi pecho no se iba, no sabía de dónde había venido ese quiebre en mi plan.
—Nos secuestraron… —mis siguientes palabras quedaron completamente olvidadas cuando alguien me quitó el teléfono de las manos, sobresaltándome y haciendo que me volviese hacia esa persona, asustada por haber sido descubierta.
Y lo próximo que escuché fue el sonido de la comunicación con la línea de emergencias cortándose.
Solo que el temor que en un principio sentí desapareció por completo en cuanto vi que se trataba de Edward, ese sentimiento fue rápidamente remplazado por una intensa molestia dirigida a su persona.
—¡Devuélveme el teléfono!
—Actuando detrás de mis espaldas, ¿eh? —dijo elevando el aparato hasta lo más alto cuando yo hice el intento de arrebatárselo de la mano. Fue en vano porque una minions como yo no iba a poder alcanzarlo jamás.
—Regresa el teléfono, te advierto que soy capaz de todo para conseguirlo —dije muy seria, dejando de saltar con las manos en el aire para recuperar el objeto arrebatado.
Me crucé de brazos y le dediqué una mirada para nada amable.
—¿Ah, sí? —respondió en un tonito que no debería haberme gustado tanto como me gustó, es que fue acompañado de una mirada misteriosa que en realidad ya revelada todo el enigma por la voz sugerente que adoptó.
—¡Aléjate de mí, anciano! —manifesté cuando él fue acortando la distancia entre los dos, di pasos hacia atrás hasta que ya no pude más por el sillón y próximamente la pared.
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Editado: 12.07.2021