Ya era de noche y, mientras mis ojos estaban fijos en la pantalla de la televisión, mi mente seguía recordando el suceso de la tarde, para ser más específicos, las palabras de Hareth todavía resonaban en mi mente de una manera fresca; como si me los hubiese dicho hace unos minutos y no hace unas horas.
No era la primera vez que él me decía que yo le pertenecía, pero esa vez me pareció demasiado diferente, Hareth prácticamente afirmó que yo no iba a querer marcharme de su lado, ¿podría suceder? No lo sabía. Pero la posibilidad rondaba por mi cabeza al igual que de las vocecitas razonables que me gritaban que aquello no podría ser posible.
Apenas lo conocía, y por más que me atrajera de una forma inexplicable, no podía quedarme con él de la manera en la que él quisiera.
Unos toques en la puerta de la habitación me devolvieron a la realidad, enderecé la espalda porque me encontraba recostada en el sofá con las piernas estiradas mirando una película con Abby.
Momentos después vimos a Hazal abrir la puerta y cruzarla con una bandeja de bocaditos. Me puse de pie y la fui a ayudar mientras Abby hacía espacio en la mesita del centro.
Nadie más que nosotras y los empleados se encontraban en la casa, Hareth, Edward y Malcom habían salido después del almuerzo, y desde ese momento no supe nada más de ellos.
Nos volvimos a acomodar en el sofá. Abby volvió a darle play a lo que sea que estábamos viendo —ni siquiera le estaba prestando atención a la peli— mientras la hermana de Hareth se sentaba a mi lado
—Malcom me acaba de avisar que esta noche nadie viene... así que ¡hagamos una pijamada de bienvenida! —propuso Hazal en un tono bastante alegre.
Quería saber el motivo de la ausencia de los chicos, pero preferí no preguntar. Aunque mi amiga hizo todo lo contrario.
—¿Por qué? ¿A dónde fueron?
—Están resolviendo un asunto importante, no muy lejos de aquí —respondió, inclinándose hacia adelante para agarrar un sándwich.
—Espero salga todo bien —mencioné para meterme en la conversación. Hazal me observó y me regaló una hermosa sonrisa genuina mientras asentía.
Después de aquello las conversaciones comenzaron a surgir de la nada, prácticamente todas ignoramos la película que se reproducía para conocernos mejor.
Supimos muchísimas cosas sobre Hazal, como por ejemplo, que tenía diecinueve años y que está casada, al final Malcom no resultó ser su novio, sino su marido.
Esa noche dormimos tardísimo y, lo peor de todo, en una posición bastante incomoda ya que desperté con la cabeza inclinada hacia atrás, a punto de caerme del sofá.
Levanté el rostro e hice una mueca de dolor al notar varias tensiones en mi cuello. Vi a Abby echada en la cama de Hareth, durmiendo plácidamente, no vi a Hazal por ningún lado. Observé hacia las ventanas y noté una tenue luz filtrarse en el interior de la habitación, me di cuenta que aún era temprano, o por lo menos para mí.
No pude evitar pensar en Hareth, en dónde podría estar.
Volví a quedarme dormida y, esa vez, cuando me desperté Abby ya no se encontraba en la habitación. Pero si encontré una nota en la mesita del centro.
Lo agarré y lo desdoblé para poder leerlo.
Cuando te levantes nos vamos de compras. Síííí. Ordenes de mi hermano.
Pd: te dejé un conjunto de ropa en el baño.
Hazal.
Por lo que pude entender por la nota a ella le gustaba bastante ir de compras. Bueno, ¿a quién no?
Rápidamente me fui a hacer todas mis necesidades, me coloqué la ropa que Hazal me había dejado junto con unas zapatillas blancas. Esa vez, até mi cabello pelirrojo en una cola alta para que combinara con el atuendo de ese día: jeans de tiro alto y un top color rojo, estiré el dobladillo intentando cubrir la piel expuesta. No tuve éxito, me resigné y fui en busca de las chicas.
Me pareció demasiado raro no ver a Hareth en toda la mañana. Tenía curiosidad de preguntar por él a cada rato, pero no lo hice, me lo guardé a mí misma a la vez que me moría por saber si ya regresaba.
—Hay una tienda muy buena, se llama Star y tiene todo lo que podamos necesitar— dijo Hazal mientras bajábamos los escalones que había en frente de la puerta principal.
—¿En cuantos minutos llegaremos ahí? —le preguntó Abby.
—En 20, está justo en el centro del pueblo —le respondió ella.
—A propósito, ¿cómo se llama este pueblo? Mientras venía pude notar que no es muy grande—le dije a Hazal, mirándola abrir la puerta de un auto blanco, en el cual íbamos a salir.
—Milford, así se llama. Y déjame decirte que aquí hay mucho más de lo que te puedes imaginar, solo que algunos establecimientos están bastante aislados —me respondió antes de adentrarse en el interior del auto invitándonos con un gesto de mano a hacer lo mismo.
Vi a Abby ingresar en la del copiloto, así que abrí la puerta de atrás para luego meterme en el interior.
Salimos sin ningún problema de la casa. Vi como pasábamos los grandes árboles y las casas que anteriormente había visto. Ya en el centro vi a muchas mujeres con niños o en pareja. Todos parecían bastante felices y conformes de vivir en este pueblo llamado Milford.
Hazal estacionó el auto justo en frente de la boutique Star. Era un edificio de unas 3 plantas, tenía un enorme cartel de color azul marino que decía Star con algunos dibujos de estrellas esparcidas por sus lados. Pero enfrente de este había una cafetería, fuimos a desayunar ahí, ya eran casi las 11 de la mañana pero no nos importó tomar café caliente a pesar de que hiciera calor, para nuestra suerte había arboles cerca, dándole un ambiente fresco a todo.
Estuvimos ahí durante media hora, salimos fuera con la intención de ingresar ya en la boutique, pero algo captó nuestra intención. Una discusión entre dos chicos, se veían jóvenes, de unos 15 años tal vez.
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Editado: 12.07.2021