—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté tras separarnos en busca de aire. Estaba tan feliz que lo abracé de nuevo, mi mano derecha disfrutaba la sensación agradable que causaban sus hebras suaves en mis dedos. Le acaricié el pelo y tomé un puñado de él, tirando atrás para apreciar su hermoso rostro, sus ojos me miraban de la misma forma que yo: emocionados, cargados de una tensión que pedía más, un hambre voraz insaciable.
—No pude frenarme… Lo siento.
—¿No me digas que es por lo que escuchaste? —dije de repente, alertada—. Solo fue una broma de Abby.
—¿Entonces no estabas sobre nadie?
—Eh… No de la forma en la que crees —intenté explicar estúpidamente. Le di un beso en los labios para distraerlo, para hacerlo olvidar ese tema sin importancia—. Te extrañé mucho, me hiciste falta… llegaste en el momento justo, el vacío en mi pecho por tu ausencia estaba por enloquecerme.
—Yo estaba desesperado por verte —confesó también, me acarició la mejilla y yo ladeé la cabeza en esa dirección para disfrutar más de su maravilloso contacto—. La primera noche sin ti, lo resistí… pero ahora no pude, todo de mí te reclama. Yo te necesito, no tienes idea de cuánto, Rouse —me dijo lo último en un tono que denotaba desesperación, incluso pánico. Hareth me estaba hablando muy en serio, la inquietud en su mirada me lo afirmaba.
Algo le preocupaba, algo sentimental y personal. Lo miré a los ojos, muy seria al percibir esa nota en su voz, y entonces detecté una impotencia en lo más profundo de su mirada. Y me asusté. Él estaba cargado de un peso doloroso, sus ojos apagados y melancólicos me pedían auxilio.
¿Qué te pasó, Hareth?
—Estamos juntos ahora —le dije en voz muy baja, triste y con una sensación nueva abordándome de una manera que me presionaba el pecho dolorosamente, todo por él.
—No quiero arruinarte este evento…
—No lo haces —lo silencié rápidamente—, te lo dije, tú eres mucho más importante.
La sonrisa que esbozó ante mis palabras me dio el alivio que creía perdido.
—Tampoco quiero que renuncies a algo por mí, es solo cuestión de horas para que volvamos a dormir juntos, bien abrazados. Yo solo quise asegurarme de que estás aquí, necesitaba percibir tu aroma porque tú eres algo vital para mí. Necesito notarte, de lo contrario me siento… sin vida.
»Y no quiero que malinterpretes mis palabras —se apresuró en decir—, las parejas destinadas rechazan por completo la ausencia del otro. Es una completa batalla cuando te separas de ella. Y yo, siendo un alpha, te necesito todo el tiempo. No quiero parecer un loco desesperado, pero creo que ya lo hice.
—Espero que las horas pasen rápido, muero por estar a solas contigo.
—Estamos solos ahora.
Me reí discretamente.
—Parece, pero no. Mmm, ¿sabes algo? —Él negó de inmediato—, tengo frío.
Hice que me mis pies nuevamente tocaran el suelo, alcé la mirada para verlo y sonreí. Pasando mis manos por sus brazos, hablé.
—¿Cómo es que estás usando una musculosa? —Bajé la mirada en su atuendo y fruncí el ceño al llegar a sus pies—. ¿Por qué estás descalzo?
—Me transformé y, cuando haces eso, tu ropa se rompe, por eso es preferible que te la quites, y cuando vuelves a ser humano… apareces desnudo —me lo dijo en una nota íntima, en un volumen bajo como si aquello fuese un gran secreto—. Por eso uso esto, una ropa fácil de colocar.
—Tampoco me estaba quejando, eh. Te sienta muy bien —dije pasando mi mano por su pecho, con una mirada que hablaba.
—¿Quieres dormir?
Negué enseguida, pensando en el extraño sueño que tuve.
—Entonces, ven conmigo.
—¿Dónde?
—Solo vamos a distanciarnos un poco, cada media hora se verifica que nadie esté rompiendo las reglas. Seré el alpha, pero tengo prohibido estar aquí.
—Vamos. Pero… espérame un poco —dije apartándome de él y dirigiéndome rápidamente a mi pequeño hogar en busca de la manta con la que me cubría. Lo puse sobre mi espalda y volví a salir, cuidadosamente. Aún no había rastros de April. Abby y Brenda parecían disfrutar del espacio que dejamos.
Hareth me tomó de la mano y dejé guiarme por él a pasos rápidos. Nos adentramos en el bosque y no se sintió aterrador como supuse en un principio, y eso se debía a que no estaba sola. Me encontraba con mi novio, con él me sentía protegida. No iba a comerme un oso porque mi lobo podría degustarse con él.
Caminamos aproximadamente unos tres minutos, nos detuvimos en una zona con los alrededores oscuros. Si estuviese sola, estaría en shock por el miedo, pero en el lugar donde nos detuvimos daba la luz de la luna, observé el cielo y las copas de los arboles le daban un espacio perfecto a esa luminosidad. Y de pronto, me sentí en mi sueño. Pero aparté ese pensamiento de forma inmediata.
—Vamos a sentarnos —dije quitando la manta de mi espalda para situarla en el suelo—. Vamos a compartir, siéntate tú primero, yo te voy a decir cómo —él asintió, acercándose—. Nos sentamos en el borde de la frazada —indiqué y él me obedeció, luego seguí yo—, así nos sobra para rodearnos con ella como queramos.
Nos cubrimos la espalda y nos acercamos en busca del calor del otro. De esa manera, quedamos sentados, abrazados y acurrucados.
—Me gusta esto —me dijo.
—A mí también, nunca creí que… —quedé en silencio cuando él me miró. Le sonreí, dirigiendo una mano hacia su mandíbula para sostenerlo de ella y atraerlo a mis labios, besándolo de una manera suave y superficial.
—¿Por qué eres tan hermoso? —le pregunté con cierta rabia al notar que no podía resistirme a él.
—¿Por qué tú eres tan hermosa? —Me respondió besándome de nuevo, sonreí en el medio del beso y quedé con ese gesto de gusto mientras él repartía besos en toda mi cara—. Me fascinas.
—Mira la luna —le pedí—, es como un reflector en esa parte —señalé delante de nosotros donde su luz daba de lleno—. Levántate, vamos a ser ridículos.
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Editado: 12.07.2021