Abby
Estar en el campamento ya no me estaba gustando tanto, extrañaba mucho a Edward y estaba ansiosa por verlo. Esperaba que la mañana pasara rápido para marcharnos de allí y pasar un fin de semana estupendo junto a mi compañero. ¿Estaba sonando muy cursi y sentimental? Pues me había puesto demasiado sensible luego de escuchar su voz el día anterior.
Este día despertamos con el mismo estruendo, hicimos las respectivas rutinas y tomamos una ducha antes de ir a desayunar. Ocupamos una hora en el comedor y otra hora más deshaciendo las carpas y llevando todo a su respectivo lugar, de esa manera después de terminar con la actividad de ese día simplemente no marcharíamos.
Y entonces nos reunimos todos para un nuevo juego.
Y antes de que el profesor explicara, unos ayudantes comenzaron a pasar repartiendo unos relojes de pulsera. Observé confundida el aparato, pero me los puse como todos.
—Como notaran, el tiempo en su reloj está en reversa, al apretar una opción la cuenta regresiva comenzará. Tienen dos horas para ingresar en el bosque, encontrar una banderilla con su nombre y volver, no es complicado si lo digo de esta forma. Pero si lo digo de esta forma... —dijo pensativo, hizo un silencio de suspenso observando a cada montón de alumno—. Tienen dos horas para atravesar un par de obstáculos defensivos, persuadirlos e ir por una bandera que contiene su nombre, la cual está esparcido justo a más de la mitad del bosque, ah, buscar la bandera correcta y volver de la misma manera. Si la cuenta regresiva queda a cero y ustedes siguen allí... pierden, y eso no será muy bueno, se los seguro.
»El reloj también es un rastreador, contiene su nombre y nosotros estaremos verificando su ubicación. Si se pierden y les cuesta localizarse solo díganlo, ese aparato los guiará de regreso. Esta actividad es individual, pero no les diré nada si se quieren ayudar. Solo controlen el tiempo.
—Señor Green —se le unió la directora—, le faltó agregar que los últimos diez que llegan a último tendrán que enfrentarse a una prueba difícil. Así que, chicos, pongan lo mejor de sí y experimenten lo aprendido en clases.
Entendí todo, excepto la de obstáculos defensivos. Bueno, no quedaba de otra que averiguarlo.
Rápidamente hablamos con Rouse, Brenda, April, Drew y Anthony para ponernos de acuerdo como equipo antes de que el profesor Green nos pidiera silencio. Nos indicó el lugar donde debíamos ubicarnos, le hicimos caso y formamos una muy larga fila.
La cuenta regresiva del tres al uno comenzó. Y en cuanto él tocó su silbato, todos le dimos inicio a la cuenta del reloj que nos habían dado antes de salir disparados hacia el bosque.
—Pero... cuando uno de nosotros encuentre su bandera ¿debe separarse del grupo para emprender el camino de regreso? —cuestionó Anthony.
—Eso quedamos, ¿no? —les dije.
—Me gusta, pasaremos los obstáculos con ayuda pero después...
—Ya entendimos —le cortó su prima—, solo apresurémonos. El profesor Green es uno de los entrenadores y es terrible, es bueno pero... terrible. Creo que entienden el punto al que quiero llegar.
—No muy bien —confesó Rouse—. ¿Entrenador de qué es?
—De defensa...
—¿Clases extras? —interrogué—. ¿Las clases extras no son realmente clases extras?
—Pues es recomendable apuntarse en ellas porque en el campamento todo se aplica.
—Estamos acabadas —me dijo Rouse—, nosotras nunca asistimos a una.
—No debe ser tan complicado, tú sabes un poco y yo sé lo que me has enseñado tú.
—Yo creo que... —empezó a decir April, pero detuvo su habla cuando repentinamente unas hierbas se enredaron a sus pies. Se zafó con rapidez de ellas y comenzó a correr lejos, gritándonos cosas casi inentendibles. Un ligero remolino hizo que las hojas subieran, dificultándole el paso y la vista, ella usó toda su fuerza para cruzarla con nosotros corriendo detrás para no perderla de vista.
Y entonces a Anthony también empezó a sucederle cosas, seguido de Drew. ¿Qué era eso? ¿Los obstáculos eran individuales? ¿Estaban usando nuevamente magia como en el juego del encantado?
Brenda era la que quedaba libre junto a Rouse y yo.
—Mejor los dejamos ahora —propuso Brenda—, el profesor advirtió que esto era individual, cada uno tiene que pasar su prueba.
—Dios, no quiero morirme sin hacerlo de nuevo —soltó Rouse.
—¿Ah? ¿De qué estás hablando? —le pregunté, porque si hablaba de lo que creía que hablaba... eso no podía ser, ¿o sí?
—¿Comer de nuevo? —probó decir Brenda.
—¿Hay algo que aún no me has dicho, Rosy? —Inquirí, aminorando el paso—. Desde la mañana te noto un poco rara, no sé... es síntoma de... —me quedé callada dándole oportunidad para que me respondiera.
—¿En serio quieres que te lo diga ahora?
—¿Se debe a tu ausencia en la noche? —dijo la pelinegra.
—¿Lo notaron? —preguntó ella.
—Te vimos marchar con él —le reveló Brenda. Y sí, había notado cuando Rouse salió, pero no me preocupé pensando que solo iría a tomar aire o ir al baño. Momentos después Brenda me sacudió para avisarme que había escuchado un grito de parte de ella, ambas salimos a mirar y yo rápidamente reconocí la silueta de Lewis llevándola para atrás.
Nos tranquilizamos y volvimos a acostarnos, y en cuanto Rouse volvió en busca de algo, no le dijimos nada porque sabía que se pondría nerviosa. Así que fingimos estar dormidas en todo momento.
—Oh, oh —dijo ella en tono descubierta—, no puedo creerlo, qué ingenua al pensar que no lo sabrían.
—¿Entonces? —insistí.
—Vino a verme...
—Esa parte ya lo sabemos muy bien —expresé—, pero ¿qué pasó?
—Lo que tenía que pasar, ¡eso! —gritó ella y salió corriendo.
—No —pronuncié totalmente asombrada, siguiéndola al instante—. ¡Dímelo todo!
—¡Chicas, estoy atrapada! —escuchamos decir a Brenda, la miramos y la vimos envuelta y batallando contra un sauce, ¡qué diablos!
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Editado: 12.07.2021