El mundo está plagado de gente ordinaria, de conformistas, de personas que renuncian a sus sueños y dejan de creer en las imposibilidades. Por un tiempo me creí una de ellas. Estuve cerca de renunciar a todo lo que me había propuesto. En verdad, ser parte de la Marina había sido mi sueño durante mucho tiempo y había entrenado mucho para esto. Sin embargo, siempre existieron aquellos que se negaron a aceptar lo que yo quería ser, lo que yo aspiraba ser. Mis padres siempre me alentaron y eso fue algo positivo. Mi padre habia formado parte de la Marina. Mi madre había formado parte de la Fuerza Aérea. En cierta forma muchos creían que yo quería ser una marine solo para complacer a mis padres pero la realidad es que siempre desee serlo. Recuerdo mi primer día de entrenamiento: la mayoría eran hombres y muchos me veían como alguien que no duraría mucho tiempo allí. El sol estaba en su punto máximo, con un brillo único. La brisa era muy suave, pero con aroma a jazmín. A pesar de que todo parecía estar bien, solía pensar que era yo era el tema de conversación de muchos de los presentes.Por suerte, no todas las personas son imbéciles y egoístas. Allí fue cuando conocí a alguien que realmente me apoyó y me alentó a perseguir mi sueño: Adam Summers.
Adam era originario de un pequeño pueblo de Oklahoma y se esforzó mucho por lograr estar donde había llegado. En cierta forma creo que pudimos entendernos entre nosotros y volvernos muy buenos amigos. La presencia de Adam me ayudó a adaptarme más rápido y a demostrarle a los idiotas que soy mucho más capaz de lo que su limitada mente puede imaginar. Siempre he tenido el lema de usar la mente y no solo los músculos, y desgraciadamente hay mucha gente que solo usa lo segundo. Volviendo al tema, entrené muchísimo para pasar las pruebas y demostrar que era un eslabón muy importante, que debía ser aceptada. Decidí dar más del 100% de mi misma, decidí que iba a ser el día más importante de mi vida hasta ese momento.
Y lo logré: ingresé junto con Adam a la Marina de los Estados Unidos. Mis padres estaban muy felices: siempre me habían apoyado y se dieron cuenta de que esa insistencia y apoyo había rendido frutos. En cierta forma, creo que estaban orgullosos de que pudiera lograr las metas que me propuse en mi vida, sabiendo lo difíciles que eran.
Fuimos a una fiesta que organizaron los marines en el Dark Oak Pub, un pub muy conocido en Port Royal City, recurrido frecuentemente por los marines.
Adam se veía algo nervioso. Por supuesto,lo miré y le pregunté que le sucedía.
-¿Recuerdas a Wendy Johnson, la otra chica que estaba en el entrenamiento?
Afirme al instante. No eran muchas las mujeres que se habían inscripto y mucho menos las que habían superado el entrenamiento. Wendy había demostrado tener una gran destreza y era realmente admirable.
-Decidí invitarla a salir, ya sabes...
Sonreí unos instantes hasta que noté que Adam no tenía mucha confianza. Entonces, busqué dentro de mí las palabras justas que lo alentaran.
-Eschucha Adam... No dejes que el miedo te gane. Has logrado muchas cosas desde que saliste de aquel pequeño pueblo y jamás te diste por vencido. ¿Por qué hacerlo ahora? Sé que estas nervioso pero solo cuenta hasta tres y hazlo. Una vez que ya lo hayas hecho, sentirás que se quitará el peso que sientes ahora.
-Gracias Michelle, necesitaba oír eso.
Lo vi acercarse a Wendy. Es obvio que él estaba muy nervioso pero pude ver que Wendy sonreía. En cierta forma, la clasifique en mi lista de "personas amigables". Parecía ser amable, por lo que se podía ver desde lejos. Su cabello era rojizo como un rosa, sus ojos verdes como esmeralda y su sonrisa era blanca y brillante.
En fin, la cuestión es que Adam volvió sonriendo.
-¡Ella aceptó! No me rechazó- Adam estaba más feliz que nunca.
Le pregunté cuándo sería la salida romántica y él respondió:
-Cuando lleguemos a la base, después del viaje, o durante... Nunca se sabe lo que puede pasar… La agenda esta algo ocupada estos días pero ya tendremos tiempo.
Me reía y estaba muy feliz por Adam. Era un buen chico y merecía ser feliz. Lo del amor nunca fue lo mío. Tal vez la muerte de mi último novio hace unos años fue una barrera que decidí construir para no sufrir otra vez. No soy exactamente una persona romántica y la verdad es que estoy más concentrada en mi carrera que en mis romances. Tal vez es porque todavía no encuentro a la persona correcta o simplemente el universo decidió que sería mejor que este sola.
Adam me miraba con ojos cómplices. Yo trataba de entender qué le sucedía.
-Escuche, señorita del amor, creo que es su turno- decía Adam, mientras miraba hacia la barra de tragos. En ese instante, un marine afroamericano de ojos café, altura promedio y sonrisa deslumbrante entró al lugar.
-No lo creó- respondí, mientras terminaba mi trago y ordenaba otro.
-¿Por qué no?Parece tu tipo- respondió Adam mientras reía.
Debo aclarar algo antes de seguir con esta historia: soy afroamericana, y muy orgullosa de serlo. Si bien la sociedad es más "inclusiva" en la actualidad, ser afroamericano a veces resulta en limitaciones y desprecio.Todavia hoy, falta que aceptemos a todos como son. Esta fue una de las barreras que tuve durante mis años de desarrollo. Siempre fuimos vistos de forma diferente, como si no fuéramos del mismo "nivel" que los demás. En cierta forma mis logros tienen el propósito de demostrar que somos tan capaces de todo como las demás personas: no somos inferiores, no debemos ser menospreciados. Tampoco somos victimas de todo: lo único que queremos es un trato equitativo, justo, igual al trato que recibe cualquier persona.
Aclarado esto, ahora podemos volver a la parte donde Adam me insistía que hablara con ese hombre, que por cierto, no estaba nada malmal para mis estándares.
-¿Asi que ahora eres un experto?- le respondí, riéndome de mis miedos.