Microcuentos de terror

76

Ahí estaba mi esposa delante de la puerta, tan hermosa como la conocí. Tomaba de la mano a mi hija, una dulce niña de cinco años.

Un coche se detuvo. De él bajó un hombre de traje y portafolio. “Hola, mi amor, ¿cómo te fue en el trabajo?”, preguntó mi esposa mientras mi hija se aferraba a la pierna del desconocido al grito de “papi, papi”.

—Te dije que el venir a verlas era un privilegio de doble cara —dijo mi luminiscente acompañante.

—Lo sé, lo sé —sollocé—. ¡Y pensar que sería a mí a quien recibirían así de no haber muerto hace cinco años!




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