El arqueólogo encontró el mural cubierto de suciedad.
Empezó a limpiar, de arriba abajo, entusiasmado por los jeroglíficos que pudiera encontrar. Pero tras el polvo no había jeroglíficos, sino el grabado de un ser de rostro alargado, cuernos, párpados cerrados y enormes colmillos.
Era una estampa que imponía.
El arqueólogo no se amilanó y continuó limpiando. Al llegar a la parte inferior descubrió que a los pies del espantoso grabado yacía una víctima humana.
¡Y el rostro de la víctima era el suyo!
Fue entonces que el demonio abrió sus ojos rojos repletos de malignidad.
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fantasmas y presencias, demonios y dolor, muertes; leyendas; suspenso; terror.
Editado: 02.12.2023