Microcuentos de terror

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El día que el juez leyó mi sentencia de muerte, supe que era el fin, y en parte lo agradecí. Tras un largo y engorroso proceso, que todo terminara, aún si era de aquella manera, suponía una liberación.

Sin embargo, el juez todavía tenía algo que agregar:

—El día de la ejecución, así como el método a utilizar, serán comunicados con una semana de antelación.

Y aquí estoy, tres años después, consumido por los nervios a causa de la larga espera.   




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