—Te necesito. No se cómo pudo pasar esto. Eres mi único amigo.
¿Me puedes ayudar, por favor?
—Pero, ¿qué sucedió?
—No puedo decirte por teléfono. Por favor, ¿puedes ayudarme? ¿verdad?
—¡Claro! Sabes que eres unas de las pocas personas que pueden sacarme de la cama a esta hora. ¿Dónde estás?
—Estoy aquí, afuera de tu casa. Sal, por favor, y te explico.
—Está bien, cuelgo, me visto y salgo.
—Apresúrate, por favor. ¡Te necesito!
—¡Ok! ¡Ok! ¡Ya voy!
—¿Por qué tardaste?
—¡Qué dices! Solo fueron unos segundos. Pero dime, a ver, ¿qué necesitas?
—Tus viseras, tu corazón y tu cerebro.