Cuando me di cuenta de que no tenía armadura, ya había luchado contra todo el ejército del Sol. Tenía el vientre abierto, cubierto apenas por el vendaje improvisado que logró traerme Edgard.
De pronto me sentí sumamente asustada. Mis intestinos se arrastraban por el suelo mientras corría y no podía parar a recogerlos. Le hice una señal a Daniel, quien cortó de cuajo varios metros del órgano.
Espero resistir hasta la fortaleza; necesito pedir que sirvan sopa de hierbas en mi funeral.