Theos entró a la casa, se quitó los zapatos y, con la manos en alto para no tocar nada, ingresó al baño empujando la puerta con el talón del pie izquierdo. Luego, se quitó la mascarilla y la despedazó con un par de tijeras, dejando todos las piezas al interior de un bote de basura que tenía un signo de riesgo biológico pintado en una de sus caras.
-Eso estuvo cerca- suspiró mirando sus manos temblorosas y enguantadas.
Cuando se aseguró de que el recipiente estaba bien cerrado, comenzó a quitarse la ropa y se posó en la porción central de la bañera. Sus ojos estaban posado en una pequeña caja que se asomaba desde el compartimento del champú e inmediatamente metió la mano hasta el fondo, sacando de allí una ligera navaja. Entonces se quitó cuidadosamente la piel.
Y cuando estaba en carne viva, adolorido desde la cabeza hasta los pies, buscó ropa en un canasto que se encontraba junto a la puerta del baño, calzándola alrededor de su anatomía.
Ahora estaba libre de gérmenes. No podría contagiar a nadie.