—¿Cómo es que llegaste a ser Blue Velvet? —Preguntó Alan dirigiéndose al sofá, sabía que le estaba dando la espalda a la chica y esa era totalmente su intención.
—Pues había un hombre que me hizo algo horrible…
Blue Velvet le relató la historia de Theodore y como había despertado de ese sueño que se convirtió en pesadilla, de cómo estaba de vuelta con amigos, Alan sabía que eran Lebanon y Guyana, los únicos hombres que mantenían las leyes como debían ser, evitar que Los Aberrantes terroristas hicieran daño.
—De acuerdo —Alan se cruzó de brazos—, ¿Y cómo es que sabes de mí?
—Lebanon me dijo —respondió ella, esta vez había terminado de comer y comenzó a cambiarse de ropa—, me contó de un velocista que perdió a su padre, que él intentaba enmendar su error y… —Blue Velvet vaciló unos momentos, observó el suelo indecisa si contarle toda la verdad o solo lo esencial—, y dijo que te cuidara por si algo malo te pasaba en el transcurso de jugar a ser el héroe.
—Pero no me ha pasado nada —Alan se encogió de hombros.
—Eso es verdad —señaló Blue Velvet—, pero solo es momentáneo.
—Al menos acabé mejor que tú —respondió Alan cruzándose de brazos.
—Oye —Blue Velvet tomó un pedazo de su sándwich, el último trozo que quedaba en el plato—, eso fue totalmente adrede.
Colocó el plato encima de la mesa de cristal. Esta vez estaba lista para argumentar todo lo que no había podido hacer hace alrededor de 3 o 4 meses.
»Me gusta divertirme —respondió Blue Velvet y pasó la mano por sus cabellos azules, se detuvo al notar que su cola de caballo seguía puesta—. Lo siento por esto, este es mi uniforme de misión, cómo podrás ver —Blue Velvet liberó una sonrisa y una aureola color celeste rodeó su cuerpo.
Alan entrecerró sus ojos para que la luz no lo cegara, sin embargo, logró ver un poco como el aura que rodeaba a Blue Velvet la cambiaba. Al abrirlos, se percató de que había una chica totalmente diferente en su sofá. Traía puestas las mismas prendas que él le había otorgado; sin embargo, sus ojos no eran celestes, eran negros como el cielo en ese instante; su cabello azul, su coleta, habían desaparecido dejando en su lugar una cabellera igual de color cobre, su cabello suelto era brilloso y delicado, grueso y de mucho volumen. Su cabellera caía sobre sus hombres como una cascada de rizos.
Su apariencia a una niña era más notable.
—Entonces esta eres tú —respondió Alan sin saber qué más decir. Estaba perplejo.
—Sí, soy yo —extendió sus brazos—. Esta es Lissa Cortney. Una chica con tanto dinero que nadie sabe cómo lo tiene.
—Increíble —asintió Alan—. Entonces si trabajabas con los hombres de Pestrom. Eres uno de ellos.
—Si lo soy, lo fui. Ahora estoy contigo.
Alan notó cierta ironía en su voz. Un toque de gusto, pero sabía cuál era el gusto de ella, el caos.
—Espera, te salvé…
—No me salvaste —interrumpió Lissa—, apresuraste algo que estaba a punto de suceder.
—Eso significa que las personas de ConAbe —prosiguió Alan sin prestar atención en la chica—, ellos vendrán por mí. No. No.
Alan se colocó de pie. Comenzó a caminar en círculos, primero eran pasos apresurados, pero luego se volvían más veloces a tal punto que era difícil reconocerlo simplemente por vista, no era más que ráfagas de imágenes volando de una pared hasta otra.
—No lo tomes así —habló Lissa mirando a la ventana de la habitación, puesto que no podía ver a su nuevo amigo a los ojos—, es como… Bueno… No importa lo que ocurra, tendré un plan en lo que lleve del día, lo prometo. Todo estará bien. Tu tranquilo, yo nerviosa, así es como funciona. Nada de esto fue tu culpa.
—Díselo a ellos —Alan se detuvo en seco para encararla—. Ellos no saben lo que pasó, y jamás me creerán porque soy un Aberrante. Somos criminales una vez que nacemos.
—lo sé, sé lo que son… somos. Pero te prometo Alan que jamás haría algo para fastidiarte, sí, te metí en esto, fue mi culpa por tener grandes ambiciones.
— ¿Ambiciones?
—Quería que me encerraran en primer lugar, quería estar en ConAbe. Sabía lo que me harían, me encerraron, quizás me pasarían a través de una máquina, cualquiera cosa que esté vinculada a una computadora y así fue. Una vez que me conectaron a varios cables eléctricos logré dar contra la computadora madre del lugar, tengo todos los secretos, identidades, todo con respecto a ConAbe, quién es la abeja reina. Es mucha información y estaba nutrida de eso.
»Sin embargo, el hambre era tal que no sabía cuando parar, sin darme cuenta, me estaba muriendo de hambre, no absorbía electricidad para mi nutrición sino para mi cerebro. En unas semanas mi cuerpo se apagó por completo y supe lo que era la mortalidad por un momento hasta que llegaste tú. Tú fuiste el que me salvó.
—Yo no te salvé —dijo Alan frunciendo el ceño y volvió a tomar asiento en el sofá.
—Pero, tú estabas allí.
—Pero yo no fui quien te liberó —respondió Alan—. Estaba persiguiendo a una chica y ella dijo algo acerca del monstruo que iba a liberar, ella fue quien te liberó y luego desapareció.
#31532 en Otros
#4513 en Acción
#22722 en Fantasía
#9080 en Personajes sobrenaturales
Editado: 19.11.2024