—Quiero que dejes a mis amigos en paz —dijo Blue Velvet aún cruzada de brazos—, que dejes de buscarnos y dejes de poner a todo el mundo en riesgo por nosotros.
—Eso suena a dos grandes favores —una sonrisa pícara se dibujó en los labios de Roswell.
—Y sé que no haces nada gratis —continuó Blue Velvet y señaló el portafolio con su cabeza—, así que te traje esto.
Roswell se rió entre dientes y tomó el portafolio con una mano.
—Puedo dejar a tus amigos en paz, pero a ti... Tu me cuestas muchísimo, niña.
—Por eso te daré lo que más quieres.
Esta era una de esas raras veces cuando Blue Velvet sonaba extrañamente severa. Parecía que tomaba la batuta en esta conversación. No había reído ni una vez, y sonaba a que quisiera jugar con Roswell.
—¿Y qué es lo que más quiero según tú?
Blue Velvet giró sobre sus talones y esta vez fue ella quien se aferraba al barandal de hierro. Observaba las cámaras que no mostraban nada interesante, pero se imaginaba la cantidad de cosas que esta mujer logró ver en estas enormes pantallas.
—La muerte de todos los Aberrantes de Acrisea —murmuró Blue Velvet y asintió, alzó un poco la voz—, la muerte de cada uno de esos aberrantes de allá afuera.
Roswell frunció el ceño. No lo esperaba de ella, nunca pensaba eso de ella. Roswell se aclaró la garganta y la observó. Esta mujer, esta chica no era la mujer de cabellos azules que conocía. Esa mujer era una loca de atar, una persona que mata por diversión y no deja atrás un momento de risas. Esta chica que estaba delante de Roswell era discreta, su lenguaje corporal era tenso, circunspecto, un profesional.
—Creía que tú estabas a favor de la vida, que querías que los Aberrantes estuvieran vivos.
Blue Velvet negó con la cabeza.
—Y estoy de acuerdo con la vida —Blue Velvet tomó el hierro con más fuerza hasta que sus nudillos se tornaron blancos—, pero si voy a hacer un trato con el diablo debo dar más que solo billetes verdes.
Roswell asintió.
—No me meteré con tus amigos —habló Roswell y dirigió su mirada a la entrada del cuartel—, dejaré al que se hace pasar por Andron tranquilo, pero si él hace un movimiento en falso que me haga dudar, presionaré un botón, uno solo y haré que esté en el domo en el que te encerré ¿De acuerdo? —Blue Velvet no respondió sin embargo tomó un tiempo para que lograra asentir—, lo mismo va contigo. Si te veo metiendote en nuestro camino vuelves al domo ¿Vale?
De nuevo, Blue Velvet asintió y giró para ver a su nueva compañera.
—Tenemos un trato —Blue Velvet extendió su brazo en señal de paz.
Roswell la tomó y agitaron sus manos en señal de acuerdo. Su mano era más pequeña que la de Roswell, sus deditos apenas podían entrar en sus enormes manos. La chica de cabellos dorados vio a Blue Velvet a los ojos.
—Tick Tock —dijo Roswell a su vez que su apretón de manos lo hacía más vigoroso.
Blue Velvet colocó los ojos en blanco. No soportaba estar a su lado. No con esa malagradecida.
En un abrir y cerrar de ojos ella se volvió un rayo color celeste atravesando la habitación hasta dar contra una de las enormes pantallas desapareciendo ante sus ojos. Las luces parpadearon y Roswell volvió a estar por su cuenta.
***
—Sólo deben seguir la carretera, no deberían desviarse —gritaba Andron mientras guiaba a las personas a salir de la ciudad.
Andron se encontraba en la frontera de la ciudad guiando a las personas normales junto con los policías y militares. Había una patrulla en el borde con ellos ayudando a cualquiera que necesitara ayuda, varios traían linternas para ayudarse a identificar a las personas. Estaba oscuro, esta noche no contaba con la luna, sin embargo, las estrellas marcaban el firmamento como dispersas gotas de pinturas blancas en el lienzo. Andron nunca había visto tantas estrellas en la ciudad.
Las personas iban en fila desalojando el lugar. Unos lloraban, otros pedían que por favor los ayudaran a identificar a sus familiares ya que no saben donde están.
Una luz azul tintineó a un lado de Andron y al darse vuelta para ver de qué se trataba ese flash, era Blue Velvet con su distintivo traje azul y sus pistolas en sus muslos.
—Tardaste —comentó Andron cruzándose de brazos.
Blue Velvet sacudía lo que fuera que estuviera en su traje.
—Me dio hambre en el camino así que comí un poco —sonrió ella.
—Que bien que hayas comido —sonrió Andron—, en serio me alegra ¡Porque yo no he comido en todo el día!
Andron estaba histérico. Famélico. Blue Velvet mordió su labio para esconder una sonrisa que luchaba por salir. De verdad ella le hacía la vida imposible a este hombre.
—Vamos —Blue Velvet comenzó a caminar directo a Acrisea, la dirección contraria que todos los habitantes tomaban—, debemos ver qué podemos hacer por tu ciudad.
—por lo que me han dicho los policías —Andron comenzó a caminar a su lado, le costaba un poco adaptarse al caminar a una velocidad habitual ya que siempre iba disparado por toda la ciudad—, Acrisea ya no se puede salvar. Todo está en llamas y los Aberrantes se volvieron locos.
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Editado: 19.11.2024