Miedo a la verdad

Capítulo 39

Ese jueves, Manuel llega a un bonito barrio de San Isidro, donde hay magníficos chalets,

algunos más imponentes que otros, unos de dos plantas, otros de sólo una, pero,  todos

agradables a la vista, la mayoría debía de pertenecer a familias de clase alta, con sus

respectivos garajes resguardando, seguramente, automóviles de alta gama. Llegó junto a

la casa que buscaba, estacionó su auto en la puerta, bajó, observó, era una hermosa

casa, muy bien cuidada, con un enorme jardín, repleto de flores de todas las especies y

 colores, también tenía una cochera cerrada, el chalet era de una planta, con techo de

 con techo de tejas rojas a dos aguas, el frente estaba pintado de blanco, se acercó, miró

las ventana, para ver si percibía algún movimiento, las persianas estaban levantadas,

protegidas por rejas pintadas de rojo, pero, no se podía ver hacia el interior de la vivienda,

ya que pesadas cortinas las cubrían.

Tocó el timbre, volvió a llamar repetidas veces, no se escuchaba el menor ruido, ni pasos

que se acercaran, estaba a punto de desistir, cuando oyó que alguien estaba abriendo la

puerta, sin siquiera preguntar quien llamaba, apareció una mujer de unos cuarenta y pico

de años, su rostro era juvenil y armonioso,  tenía el cabello recogido y cubierto con una

toalla, como si hubiera salido de la ducha, pero, estaba vestida, llevaba una blusa de

manga larga con flores, y una pollera color azul

_ buenas tardes, _ dijo la mujer_ a quien busca?

_ estoy buscando a la señora Amalia Ochoa

_ soy yo, y usted quien es?

_ soy abogado, mi nombre es Manuel Burgos, disculpe si la interrumpí

La señora se sorprendió

_ abogado! pero, yo no necesito un abogado, no entiendo, para que vino a verme?

_ si es tan amable de dejarme entrar, tengo que hacerle una consulta y no me parece

apropiado que le pregunte aquí.

_ de acuerdo, usted parece una persona confiable, pase

Entran a un hall, y luego pasaron al living, era bastante grande y decorado con exquisito

buen gusto, hay sillones de cuero negro, alrededor de una mesa para café, los ventanales

tienen una buena vista del jardín, de las paredes penden cuadros magníficos de prestigio-

sos artistas, separado por dos escalones, se encuentra el enorme comedor.

Amalia le indicó que se sentara en uno de los sillones, ella se sentó también.

_ qué es lo que quiere preguntarme?

_ usted estuvo casada con el doctor Antonio Ocampo, no es cierto?

_ él lo envió, que quiere después de tanto tiempo

_ no, él no me envió, ni siquiera sabe que estoy aquí, sé que es un abogado prestigioso, y

un excelente profesor en la facultad, es más fui su alumno y él mi ejemplo a seguir

Amalia largó una carcajada, pero, su expresión no era alegre, sino despreciativa

_ me alegro por usted, pero, no tengo la misma opinión, no creo que ese hombre sea un

ejemplo para nadie

_ no la comprendo, entiendo que están divorciados, y que no tienen una buena relación,

pero…

_ no sé por qué lo dejé pasar, tampoco entiendo por qué tiene interés en hablar de él, a

mí me resulta insoportable siquiera recordarlo, pero, ya está aquí, así que le contaré,

siempre y cuando, sea sincero conmigo, también discreto

_ por supuesto, sólo quiero saber un poco más sobre su vida privada, para conocer el mo-

tivo de algunas de sus acciones, una amiga muy querida tiene una relación con él

_ espere un momento, iré a preparar un poco de café

La mujer se retiró, y al cabo de unos minutos volvió a aparecer con una bandeja, donde

había colocado dos tazas de porcelana, con sus respectivos platitos y cucharitas de café,

un jarrito con leche, una azucarera, y un plato con masitas caseras, apoyó la bandeja

sobre la pequeña mesa, volvió a sentarse en un sillón cerca de Manuel

_ quiere leche o azúcar?

_ gracias, yo me sirvo

_ pruebe las masitas están sabrosas, las preparé yo con una receta antigua, un secreto

culinario familiar

_ le agradezco, pero ahora quisiera que me explique lo que quiso decir

_ mire, con Antonio no tenemos relación desde que nos divorciamos, hace más de cinco

años, pero si yo fuera usted le diría a su amiga que se olvide de él,  no creo que haya

cambiado.

_ Estuvimos casados casi diez años, pero, nuestro matrimonio estaba destruido mucho

tiempo antes de que tomara la decisión de separarme

_ entiendo, pero, como dije los matrimonios deciden divorciarse, algunos de mutuo acuer-

do, otros, quizás de una manera no tan pacífica, aunque esto no significa que alguno de

los dos sea una mala persona

_ usted no sabe nada _ casi gritó Amalia_ ,

Lo que sorprendió a Manuel, la señora aparentaba ser una mujer serena, hablaba en un

tono de voz suave y pausado

_ cuénteme Amalia, quiero entender la situación

_ mire nos casamos muy jóvenes, él todavía no se había graduado, yo estaba estudiando,

aunque no me recibí, lo quise mucho hasta que entendí que él nunca me amó, es triste,

pero, fue así, es incapaz de amar a nadie, siempre me fue infiel, los primeros años no lo

sabía o no quería darme por enterada, lo amaba demasiado y no quería perderlo, des-

pués de nuestro segundo aniversario de casados, le dije que quería que tuviéramos un

hijo, yo sentía la necesidad de ser madre, además pensaba que un hijo podría unirnos

más, pero, él se negó, ya se había recibido, tenía su estudio jurídico junto a otro abogado,

un hombre mayor que lo hizo su socio, dijo que aún no estaba preparado para ser padre,

cuando quise convencerlo, se enojó mucho, se fue y no volvió a casa por dos días, esa



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En el texto hay: intriga y romance, suspenso

Editado: 19.03.2022

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