Ashley
—Ashley, despierta.
—No—me llevé el edredón a la cabeza para que Dash no me desvelase.
—Venga, Heidi—su mano haciendo caricias por mi pelo me derretía. Así no iba a conseguir que me levantara.
—Es el cumpleaños de mi madre, y, acordamos en que vendrías. Venga, que le hará mucha ilusión que vayas. Hace mucho que no os veis.
Y es cierto. Hace mucho que no veo a la madre de Dash.
Me levanto de mala hostia, pero se me pasa al segundo de ver la cara de ilusión de mi novio.
Hace casi un año que estamos juntos, y, he de decir, que estoy muy feliz con él y no con…
—Vístete, Heidi.
Claro que ese mote nunca me lo quitará. Hasta a mí me gusta, y, ya me he acostumbrado a que me llame así.
Miro en mi armario para ver qué me pongo para ir a casa de mi suegra.
Cojo una blusa rosa, unos vaqueros blancos y mis sandalias a juego.
—Date la vuelta—le ordeno.
—Venga, Heidi. Soy tu novio. Ya va siendo hora de…
—Date la vuelta—repito.
Gruñe, pero obedece. Si es que no puede ser más adorable. Pero ese pensamiento acaba cuando posa sus manos en mis caderas.
—¿Eres sordo o gilipollas?—le espeto, pero no pongo resistencia hacia sus manos.
—Lo que no soy es ciego. ¿Pensabas de verdad que no iba a darme la vuelta?
—Eres insufrible.
—Soy estúpido—confiesa.
—Gracias por admitirlo—bromeé.
—Venga que vamos a llegar tarde.
—No me recuerdes de que son dos horas, por favor.
—Hoy no. Mi madre y mi hermana pequeña se han mudado cerca de aquí.
—¿Enserio?
La verdad es que me sorprendió. Dash dice que su madre y él han reforzado la relación que tenían después de que su marido muriera y la aparición del padre real de Dash.
Salimos de mi cuarto para ir a pasar todo el día en casa de la madre de mi novio.
—¿Dónde vive?—pregunto mientras me pongo el cinturón del coche.
—En Olivedale.
El pánico me invade. Prometí no volver a pisar Olivedale. Lo pasé demasiado mal ya, no quiero pisar ese terreno en el resto de mi vida.
—¿Dónde?
—En Olivedale. Donde nuestra primera cita.
—Ah.
El corazón bombea a toda velocidad, me falta el aire. Es como si mis pulmones no quisieran respirar.
—¿Por qué lo preguntas? Ya hemos estado ahí.
—Curiosidad.
De curiosidad nada. No le iba a decir que asesiné a su amigo en medio del bosque.
Fue en defensa propia, Ashley, relájate.
Es verdad.
Llegamos a casa de su madre. Abro la puerta y dudo si poner un pie en el asfalto.
—Vamos, Heidi. Nos están esperando—insiste.
Respiro profundamente y saco el pie para plantarlo y levantarme. Pero no me veo con suficiente valor.
Cobarde
Seguramente sea eso. Sí lo soy, pero los traumas son para siempre y no quiero hurgar en mi herida sin curar al cien por cien.
—¿Estás bien?
Echo el aire de mis pulmones. Tienes que ser fuerte, Ashley.
Soy presa del pánico cuando salgo del coche. El bosque está ahí enfrente. Enfrente de mí. No puedo. No puedo soportarlo. Maté a la persona que me ayudó, la persona que me cuidó, la persona que me escondió en su casa. Pero no me olvido que fue la que me hizo chantaje, la que casi me mata en varias ocasiones, la que se vengó con rencor, sin cordura, sin miedo.
Puede ser que fuera producto de mi mente, pero vi algo moverse de un árbol a otro.
Será un conejo o cualquier animal de los bosques.
No pienso con normalidad cuando le digo a Dash que si entramos ya, no me apetecía pasar un mal rato.
Dash abre con sus llaves y buscamos a su madre.
Está en la cocina haciendo la comida porque van a venir las hermanas de Dash. A él no le hace mucha gracia, dice que es una encerrona, que no quiere verlas. Pero a su madre se le rompe el corazón cuando dice eso, así que le pego un codazo con fuerza cuando su madre se da la vuelta y vuelve a los fogones.
Cuando estábamos poniendo la mesa, el timbre de la puerta chilló con un ruido muy desagradable. Dash contuvo la respiración, estaba al límite de esta historia y se notaba que ya no podía más, esto le superaba.
—Relájate, por favor—le pedí en un susurro—. Entiende a tu madre, no será fácil que sus hijos se odien.
—No te prometo nada, pero lo intentaré—me mira con una sonrisa triste que hace que un escalofrío recorra mi columna.
Violeta abre la puerta para que sus hijas y nietos se reencuentren con su hermano y tío. Dash siempre me ha hablado muy bien de sus sobrinos a pesar de sus padres. Siempre me contó que eran sus personas favoritas en el mundo, que los quería mucho, aunque no los viera casi nada. Y el sentimiento es mutuo porque los niños de ocho y doce años van directos a su tío para achucharle. Sé que Dash perdonará a sus hermanas en un abrir y cerrar de ojos.
Yo quería mucho a mi hermano Felyx, era el mayor apoyo que tuve durante dieciséis años de vida. Mamá se enfadaba por todo lo que hacíamos, pero era feliz por vernos tan unidos. Pero, desgraciadamente, todo lo bueno no dura para siempre. Y, es lo que no quiero creer, que todo tiene su lado positivo, que siempre hay una sonrisa de por medio, pero no la hay. O eso creía yo hasta el día que conocí a Dash, porque él siempre me saca esa sonrisa que yo tanto quise, esa sonrisa que quedó en el olvido, porque muy pocas personas me han hecho reír.
Mi hermano, mis amigos, Dash, Logan y… Liam.
Jamás podré olvidar su apoyo y su preocupación hacia mí. Fue un gran amigo que me ayudó en las buenas y en las malas, que siempre estaba ahí. Era el tipo invisible que nadie conocía, el que pasaba desapercibido en el instituto, pero en el que más se pude confiar.
Llegué hasta sentir algo por él, pero un día desapareció. Así, de la nada, sin dar señales de vida. Y me entristece, claro que lo hace. Saber que tu muralla se derrumba no es fácil de superar, pero el tiempo todo lo cura, o eso suelen decir.