Ashley
Seguimos bailando como locos Oliver y yo. He de decir que le juzgué mal la primera vez que le vi, pero en estos dos años siendo amigos me lo he pasado muy bien con él.
Dash me está mirando desde la barra de arriba abajo, Mónica iba a buscar a Isa, pero le dije que ya aparecería (Porque sabía perfectamente dónde estaba y con quién estaba), así que no quería que nadie la molestara.
Son como las cuatro de la mañana y no tengo ganas de irme a mi casa, bueno, a mi cuarto. Tenía que encontrar una casa para irme a vivir y no quedarme en la calle. Dash me ofreció irme a vivir con él, pero yo siempre he sido independiente y siempre lo seré. Estaba buscando pisos de alquiler con dos habitaciones. Me da mucha pena dejar a Isa sola en el campus, así que estaba buscando un apartamento para invitarla a vivir conmigo. Sé que a ella le da pena, y a mí también, entonces no hay ningún problema en vivir las dos como antes.
Puede que a mi novio le molestara, pero tiene que entenderlo, yo vivo con quien me da la gana y hago lo que quiero en cada minuto de mi vida, y si no le gusta mala suerte. Yo voy a vivir con Isa y punto.
Me empecé a agobiar cuando la gente se aglomeró a mi alrededor, así que salí a la calle a tomar un poco el aire.
Miré a la nada un buen rato, y, cuando me iba a dar la vuelta, mi móvil vibra en mi bolso. Lo saco y veo a otro número desconocido mandándome una foto mía de ahora mismo.
—No me jodas.
Sí te jodo porque me encanta joderte.
Ese mensaje se me hace raro. ¿Quién más quiere joderme? Suficiente he tenido ya.
Así que le grito:
—¡Pues sal y da la puta cara!
—¿A quién le gritas?—me asusto cuando Dash habla detrás de mí.
—A nadie.
—¿Crees que soy gilipollas? Te he hecho una pregunta.
Su enfado se está empezando a notar.
—Son mis cosas, ¿vale? No siempre tengo que darte tantas explicaciones.
—Se supone que las parejas se lo cuentan todo.
—Pero yo no tengo nada que contarte. Mis cosas son mías.
—Te estás apartando de mí.
—Si no me preguntaras cosas que no te incumben, a lo mejor no lo estaría haciendo—y con eso me fui.
Sé que he sido una borde, pero es lo que tengo que hacer.
Me encamino hacia mi habitación porque ya no me apetece seguir allí, ha conseguido quitarme las ganas de divertirme.
Gracias, Dash, ha sido un día genial, pero me acabas de cortar el rollo.
Camino hacia mi casa pensando en quién me ha podido mandar esa puta foto.
Y, como muchas veces, me desvío de mi camino.
Dash
Me ha molestado mucho las palabras de Ashley. ¿Quién se cree que es para hablarme así?
Ni que fuera una loca psicópata suelta por el mundo.
Ella es dulce, es perfecta. Me pregunto qué le habrá pasado para decir tales contestaciones.
No lo entiendo.
Me vuelvo hacia la pista de baile a decirle a mis amigos que me piro. Isa no aparece en mi campo de visión. Llevo sin verla toda la noche, bueno, tampoco es tan difícil decir que se habrá ido con cualquiera como siempre.
Me voy para mi casa enfadado, muy enfadado.
Isa
—No vuelvas por aquí, Isabella—Marc se levantó de la cama a buscar su ropa.
No sé si son sentimientos o un vicio, ya no estoy muy segura. Mi primo tiene algo que nunca se lo había visto a nadie. Es como repetir sin cansarte. Aunque sea lo mismo cien y cien veces, pero no me canso, no me canso nunca. Claro que he repetido muchas veces con mis ligues, pero no tienen comparación con Marc ni nunca la tendrán.
—Eso ya lo diré yo—me levanto de la cama—. No eres el único que decide.
—Me desesperas.
Su mano en el puente de la nariz lo dice todo. Hemos vuelto a caer en el mismo error de hace mucho tiempo, que dejan secuelas imborrables, con dolores que nunca se irán, que siempre estarán ahí, acechándote, matándote.
—Deja de pensar en eso, Isy.
—No puedo, sabes que no puedo—las lágrimas amenazan con salir.
—Sabes que tenías que hacerlo. Era la mejor opción.
—¡No lo era, joder! ¡Lo matasteis en mi puta cara! ¡Tuvisteis el valor de decidir sin consultarme, sabiendo que era mi puta decisión!
—No exageres, Isy…
—¡¿Que no exagere?! ¡Eres el mayor hijo de puta que he conocido en la vida!—levanté la mano para darle un guantazo, pero me cogió la muñeca—¡Suéltame!
No lo hizo, pasó de mí como de la mierda.
—¡Que me sueltes!
Intento zafarme, pero él tiene demasiada fuerza.
—Me estás haciendo daño.
Parece que eso le hace pensar porque su mirada fría se calma. Mira su mano haciendo presión con la mía. No termina de soltarla, pero afloja el agarre.
—Quiero irme.
Me mira a mis ojos tristes, esa tristeza que no puedo seguir ocultando a su lado.
Sus dedos se deshacen de mi mano. Me visto y salgo con prisa de la habitación, pero antes:
—Tienes razón. Era tu decisión y yo no estuve ahí.
Sale por la puerta dando zancadas, perdiéndose en la penumbra.
Solo de pensar en el año pasado me dan escalofríos.
Bajo las escaleras a toda prisa para legar de una vez a mi casa. Salgo del local teniendo que empujar a la gente. Al final las lágrimas salen. ¿Qué quieres que haga? Es llorar o matarlo a palos.
Me alejé mucho del campus para poder estar tranquila y ahogarme en mis penas porque era lo que más me apetecía. El cielo empezó a rugir como un león, avisando de que una gran tormenta iba a venir.
Que bien
Me acurruqué debajo de un arbusto descompuesta por tanta toxicidad y tristeza. Primero me adora, cuida de mí sin necesidad, y luego explota la bomba que lleva explotando un montón de veces, pero lo que más me duele es que haga lo mismo una y otra vez. Ahora estoy contento, después te odio por lo que hicimos o te odio a secas. Yo no creo que aguante mucho más sin explotar del todo.