Ashley
Dash sigue sin hablarme. Le mandé millones de mensajes, le llamé tropecientas veces, pero no me lo cogió. Y estaba preocupada, lo estaba de verdad, pero decidí pasar de ese idiota. Si no quería hablar, no pasa nada, pero que luego no me venga con excusas.
Hoy era el día al que Logan y yo íbamos a irnos a mi antiguo hogar. Tengo ganas de volver, aunque suene un poco loco, pero mi único deseo ahora es volver y ver mi hogar. Bueno… y matar a mi antigua compañera de clase. Tampoco pasa nada, hay muchas personas en el mundo y por una más no va a pasar nada. Esa perra se lo tiene merecido.
Me preparé la mochila o bueno, las mochilas, porque llevaba gorros, bufandas, calcetines gordos y todo lo que abriga en este mes de diciembre.
Isa estaba durmiendo, le dejé una nota con una excusa, muy mala, pero creíble para ella.
Eran las cinco de la mañana y Logan me estaba esperando con el coche fuera. Cuando me vio, no dijo ni pío, solo metió mis mochilas en el maletero sin rechistar. Yo pasé de decir nada, total, solo tenemos broncas. Me senté en el asiento de copiloto. La calefacción me atizó en la cara, que hizo que cerrara los ojos y me durmiese en poco tiempo.
Desperté por un grito de Logan (Nada bueno por supuesto).
—¡Este es un gilipollas!—odiaba cuando se ponía así.
—Relájate, ¿vale? Es muy temprano para dar gritos. No es ni de día.
—Ya veo que no te vas a calar nunca.
—Eso ya deberías de saberlo.
—Vuelve a dormir, así estás más guapa. O bueno, lo estás más en mi cama.
Lo ignoré. Se ponía muy pesado todas las veces que decía esas tonterías. Y no es el mejor momento ni lugar para decirlo. Ya no me volví a dormir, así que vi el amanecer desde la ventanilla. Estas cosas me fascinaban desde siempre, bueno, a Felyx y a mí. Mi hermana era demasiado pequeña para recordarlo. Alyx era más independiente en ese modo. Decía que son colores en el aire y que están todos los días, no le dio importancia.
Mi hermano Felyx era demasiado gracioso a la hora de verlo, aunque no lo admitía nunca, sabía que siempre le gustaba. Siempre se quedaba conmigo a verlo; él me despertaba para verlo.
Felyx es como una mezcla de sentimental y gilipollas. Cuando tiene dramas, se pone demasiado dramático, y cuando algo sin sentido le hace gracia, se ríe o por cualquier cosa en general. Me duele no poder verle todos los días.
Pero, el más dramático de todos era Ethan. Era como si el mundo se derrumbase por cualquier tontería. Aely no era nada dramática, era más de gritar al mundo como yo.
Sabíamos que el mundo no nos escuchaba, pero nos quedábamos bien después de decir un montón de gritos y palabras feas (Que así lo llamaba mi madre).
Y de mis padres… no tengo nada que decir. Absolutamente nada.
—Voy a parar para echar gasolina—dijo Logan sin despegar la vista de la carretera.
—Vale.
Se metió por un desvío y estacionó el coche al lado del cacharro ese. Nunca me acordaré de su nombre.
Aproveché para ir al baño y comprar chuches, chocolate, patatas y de todo. Cuando llegué al coche, Logan se quedó trastocado.
—Que también hay para ti, majo.
—Sube o te dejo aquí tirada.
—No es nada nuevo quedarme en medio de la nada.
—Ahí me has pillado. Sube.
—A sus órdenes.
—Eso sí, como me eches migas no te dejo tirada, directamente te tiro del coche.
—Sabes que existe la palabra “limpiar”, ¿no?
—Sube y calla—me senté y lo primero que abrí fue el chocolate. La cara de Logan lo decía todo.
—Déjame vivir.
—Yo no he dicho nada—arrancó el coche y se metió de nuevo en la autovía.
—Da gracias al mundo porque no tienes una fuente entre las piernas.
—Gracias mundo—me vacila.
—Idiota.
Se rio, y a mí no me hacía ni puta gracia.
—No le encuentro la risa—dije indignada.
—La encontrarías si fueras yo.
—No empatizas nada.
—¿Eso existe?—me mira de reojo con burla. ¡Ay! ¡Le odio!
—No me toques las narices y pisa el acelerador, quiero llegar ya.
—Pues todavía queda un rato, así que como no quieras cantar como la otra vez el viaje se te va a hacer muy largo.
—¿Qué te canto con mi privilegiada voz?
—Tus ronquidos han estado bien—se burla. ¡Será cabrón!
—¡Yo no ronco, idiota!—le pegué en el brazo.
—Eso díselo al coche. Mi pobre bebé te ha estado aguantando una hora de tus “cantos privilegiados”.
—¡Que me pongas música, joder!—me enfadé. Siempre sabía cómo hacerme picar.
Dio a un botón en el volante y sonó una canción de mi lista de canciones.
—¿Cómo?
—Se llama hackear, fiera. Cuando lleguemos te enseño.
Sonaron muchas canciones que canté por lo bajini. Logan me miraba de vez en cuando y yo le sonreía. No sé el porqué, pero lo he hecho. Debe ser que queda algo bonito en mi interior.
Mis amigos me hubieran dicho: ¡Oh, que bonito! Con un tono de burla seguro.
Logan tomó el desvío hacia Greenville. Iba más nerviosa que la última vez. Miré hacia el bosque, hacia las casas que yo sabía de quién eran, a gente pasar por la calle, conocidos, otros ni idea…
Vi a Ethan y Aely pasar por la calle. Puse la mano en el cristal, como queriendo que volvieran conmigo, pero no, eso es imposible. Empecé a llorar como una loca.
—Ey, no te preocupes—Logan paró en frente del motel del año pasado.
—¡Sí me preocupo! ¡Eran mis amigos, joder! ¡Eran mi puta vida! Y ahora…—se me quiebra la voz.
—Te juro que encontraremos la manera de resolver todo esto.
—No prometas nada que no harás, Logan—me limpié las lágrimas.
—¿Cuándo yo no he cumplido mis promesas? Dime cuándo—me miró serio, muy serio.
Me callé, no quería una pelea y menos ahora. Salí del coche y me senté en la acera de la carretera a taparme la cara con las manos. Quiero llorar y eso no me hace débil, justo lo contrario, me hace más fuerte para que vaya con más ganas de conseguir lo que yo quiero. Quiero volver a la normalidad, quiero mi vida de antes, quiero a mis amigos, a mis hermanos, y a Liam.