Los colores del iris de mi paciente son tan hermosos, inusuales, un color marrón claro que poca gente posee. Pero debo enfocarme en terminar la revisión ocular, se nota lo incomodidad de aquel hombre, y no deseo que por este pequeño malentendido no vuelva a mi establecimiento.
Coloque el queratómetro a un lado, indicándolo al paciente que comenzara a decirme las letras de la tabla frete a él. Terminado el examen de di un comprobante el cual indicaba la fecha de entrega de sus nuevas gafas. Me dio las gracias y se retiró sin problemas, en cambio yo aún no podía quitarme la cabeza lo bonito que eran sus ojos.
Y es que yo estoy un poco frustrado de esconder una parte de mí, un deseo, no más bien un fetiche sobre un gusto de observar los ojos de los demás, en especial aquellos de colores inusuales. Lo que es por así decirlo pasatiempo inofensivo, sin embargo, yo llegue en mi juventud este fetiche al extremo, llegando a coleccionar ojos reales por medio de compras electrónicas de proveedoras legales. Y claro que llenar mi habitación con diversos frascos, altero a mi familia la cual no tardo en buscar ayuda profesional ante mi conducta desviada.
Ahora son un individuo activo de la sociedad, un oftalmólogo que ayuda a la gento con padecimientos visuales, claro que solo es una fachada para seguir con mi fetiche sin levantar sospechas de mi familia y de quienes me rodean. Pero lo único que no es una farsa son los diplomados y certificaciones colgados en la pared de mi estudio.
Continúe el resto de la tarde atendiendo a diversas personas, y justo la última cita apareció un ángel, sus ojos verde agua me miraban con inocencia. Por un momento quede quieto, extasiado con eso enormes orbes, lo que me trajo a la realidad fue su voz.
---Buenas noches, vengo a un examen para cambiar la graduación de mis lentes.
Un tomo bajo pero entendible e igual de inocente que su mirada.
Trate de recobrar la postura, al tiempo que le invitaba a tomar asiento dentro del consultorio. Durante todo el examen hable con aquella mujer para prolongar su visita, pero inevitablemente esta llego a su fin. Le extendí su boleta, regalándole una sonrisa la cual me devolvió con aire coqueto.
Sin embargo, la imagen de sus verdes ojos se negaba a dejar mi mente, llegando inclusive a soñar con ellos. Noche tras noche me encontraba en una habitación en blanco con solo una ventana, y un ojo colosal se encontraba tras ella, que reflejaba mi ser tal cual espejo. En otras ocasiones, la atmosfera era un profundo abismo en donde solo yo me encontraba, sosteniendo aquellas jemas verdosas las cuales también me devolvían la mirada.
Estos sueñas míos pronto comenzaron a hacer estragos en mi físico como en mi trabajo, preocupando a los que me rodeaban. Pero pronto tuve una solución. Vino a mi irónicamente en un sueño que más que un sueño era una escena bizarra, en la cual el recipiente de aquellos hermosos ojos se encontraba atada, mientras yo sin vacilación le arrancaba aquellas jemas. Ahora podría tenerlos junto a mí para siempre y eso se sintió tan bien. Y aquello fue lo que recordé en cuanto me desperté, una gran y profunda satisfacción a pesar que me encontraba bañado en sudor.
Pasaron al menos dos semanas para mi cita programada con aquel recipiente, y por supuesto, me encontraba preparado para recibirle. La cita comenzó con una charla casual al momento de entregarle sus gafas, convenciéndole de cenar conmigo esa noche para conocernos mejor, con el argumento de que no me la podía quitar de la cabeza por lo hermosa que me resultaba. Claro que la mitad de mis palabras eran verdad, pero eso a ella no debía saberlo o importarle, y gracias a dios que de alguna forma mi carisma y palabras le persuadieron, dado que acepto de buena manera. Y con aquello concluido continúe el resto del día en mi trabajo.
Para cuando llego la hora de encontrarnos fuera de mi consultorio, le invite que pasara dentro, argumentando que algo muy importante se había perdido y que si me ayudaba a buscarlo con un tono de súplica y pareció tragarse aquella mentira tan fácilmente.
He de decir que fui muy meticuloso en el momento de realizar mi plan, no olvide absolutamente nada que pudiera perjudicar lo que iba a hacer. En cuanto me dio la espalda rápidamente cubrí su boca y nariz con un pañuelo bañado en cloroformo y pospuesto que la reacción más natural ante aquello fue que ella comenzara a luchar, lo cual no duro más que medio minuto. El siguiente paso era atarle en especial la cabeza ya que, si por una razón se llagase a mover, aunque sea un milímetro durante el procedimiento aquellas joyas quedarían arruinadas para siempre.
Verla indefensa dentro de mi consultorio no parecía tan emocionante como la mayoría de los hombres pensarían con su vestimenta de una falda corta y camisa descubierta como en aquellas películas porno que se compran, sin embargo, a mi perspectiva me excite en el momento en que levante uno de sus parpados, mostrándome lo que realmente me hacía perder la cabeza.