Mamá solía contarme historias de amor para dormir.
Su favorita era la tarde que conoció a mi padre.
"Vestía un vestido rosa de holanes que me hacía ver como una preciosa amapola, el verano se consumía por el anaranjado otoño, mis amigas las rosas me separaban de la criatura más sensual y vigorosa.
Cuando lo vi todo mi entorno se esfumo, pero no fue hasta que el me vio, que supe que era a quien yo debía amar.
Pues...lo que me hizo sentir, es algo que las palabras no saben expresar, es...es... ¡ay!
Eso mi querida Alaia solo se vive una vez..."
Entre más pienso en aquella mentira singular, noto la desesperación de mi madre por ser amada.
Hay que estar muy impaciente por cariño para aferrarte a la egoísta, voluble y maquiavela presencia de un inmundo ser.
Si tan solo hubiera sabido antes lo que ahora se, tal vez la hubiera podido salvar de él, de su crueldad, pero sobre todo y en especial...tal vez y solo tal vez, pude salvarle de ella misma...