Mientras dure el verano

Capítulo 3

—Creo que me está subiendo la fiebre —dramatiza Andy, apoyando su palma en su frente, como si se estuviera tomando la temperatura—. ¿Qué dices qué dijiste?

 

—Ya te lo he dicho, Andy —me quejé, exasperada.

 

Intenté no moverme para que Andy no me regañara. Siempre que tenemos algún chisme que compartir con la otra, quedamos en mi casa para que me haga unas trenzas en el pelo que a mí me encantan pero no sé cómo hacerme. 

 

Le había reproducido lo que había sucedido con Nate con todo lujo de detalles por lo menos tres veces. Andy parece no creérselo aún. Para ser sinceros, yo tampoco consigo creérmelo del todo. 

 

—Vas a decir que sí, ¿verdad?

 

Me quedo en silencio. 

 

La verdad es que no.

 

O tal vez sí.

 

No lo tengo muy claro aún.

 

Llevo dándole vueltas desde ayer. Apenas he pegado ojo pensando en todas las posibilidades, en todas las posibles respuestas.

 

Una parte de mí, la más estúpida, quiere aceptar. Porque sí, es un poco penoso tener que fingir una relación con alguien, y sí, me hace sentir como una tonta incapaz de conseguir una relación por sí misma, pero… ¿qué más da? Lo que me está ofreciendo Nate no es un contrato a lo Cincuenta sombras de Grey. No me está ofreciendo una relación y ciertamente no me está ofreciendo una oportunidad de enamorarme de él. 

 

Además, siendo inteligente, esto podría ser una oportunidad de conseguir mi sueño. Llevo soñando con ser modelo desde que era una niña de siete años. Siempre ha sido lo único que he querido, incluso cuando todos los demás estaban comenzando a considerar carreras de verdad. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que las consejeras escolares intentaron disuadirme de la idea, sugiriéndome posibilidades más realistas, carreras universitarias reales con salidas laborales reales.

 

Lo cierto es que yo no creo ser la típica chica de universidad. Apenas era la típica chica de instituto. Me distraía fácilmente, sobrevivía a los exámenes estudiando lo mínimo y copiándome de la que era la lista de la clase, que por aquel entonces era amiga mía. Lo único que me interesaban eran las redes sociales, la moda y el modelaje.

 

Pero desde que terminé el instituto y me lancé a perseguir mi sueño, nada me ha ido especialmente bien. Conseguí una agencia de modelaje de mala muerte, que apenas me conseguía audiciones y que en lo único en lo que eran profesionales era en intentar destruir mi autoestima, y apenas conseguía subsistir con el dinero de mis trabajos como modelo. 

 

Así que lo que Nate me está ofreciendo es moralmente cuestionable, pero también puede ser lo que cambie mi vida. Al fin y al cabo, él ya es famoso. Cualquiera que se junte con él puede volverse conocido o motivo de interés. ¿Y quién dice que yo no puedo jugar con eso a mi favor?

 

Las Kardashians hicieron un imperio gracias a una tragedia. ¿Quién dice que yo no puedo hacerme una carrera de un vídeo robado durante una noche de borrachera?

 

—Scarlett —llama Andy, tomando mi mentón para que la mire a los ojos—, vas a aceptar, ¿no?

 

—No lo sé —termino por responder, mordiéndome el labio. 

 

Tampoco tiene mucho sentido intentar mentirle a Andy. Es como un detector de mentiras andante capaz de pillarme incluso a kilómetros de distancia. De verdad. Da miedo.

 

—¿Cómo que no lo sabes? —repite ella, usando ese tono indignado y dramático—. ¡Esta es la oportunidad de tu vida!

 

—Lo dices como si hubiera descubierto la cura para alguna enfermedad importante o algo.

 

—Tú nunca tuviste madera de científica —me recuerda ella, y yo asiento, porque es verdad. Se me daban mal las matemáticas, la biología, la química, y cualquier cosa que tuviera que ver con las ciencias—, pero no hace falta que la tengas, esto es mucho, mucho mejor. Mientras otros están en sus trabajos promedio muriéndose del asco, tú vas a estar comiéndote al bombón del momento. ¿No es genial?

 

Genial no es precisamente el adjetivo que yo utilizaría, pero supongo que sirve.  Tampoco me gusta la manera en la que Andy usa el verbo comer y la metáfora bombón en la misma frase. Hace que me sienta incómoda.

 

—No quiero enrollarme con él.

 

—Claro, claro. ¡Porque ya lo has hecho, guarra! —exclama, dándome un apretón en la mejilla a modo de broma—. ¿Sabes cuánta gente mataría por estar en tu lugar?

 

Procede a tomar su móvil rápidamente, y no hace falta que me diga lo que se viene, porque antes incluso de que me lo enseñe yo ya lo sé.

 

—No lo hagas, por favor —suplico.

He intentado evitarlo por activa y por pasiva desde que me enteré que el vídeo se había hecho viral. No he querido ver nada, ningún comentario, ningún vídeo, ninguna edición en redes sociales. He creado mi pequeña burbuja perfecta en la que el resto del mundo no tiene una opinión acerca de mí vida amorosa. Y me funciona. Soy feliz así.




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