Tai no se había esperado recibir una llamada de Izan esa mañana preguntándole si era posible que adelantaran la reunión del lunes con Vega porque ese día no podría debido a que estaba por iniciar una vez más las sesiones de terapia. No podía negarse aunque sabía que lo más probable es que Vega se pusiera furiosa al verlo aparecerse sin avisar en su casa. Se había llevado toda una sorpresa al darse cuenta de que lo que más le había molestado había sido no tener tiempo para arreglarse. Siempre se veía elegante y muy arreglada, pero verla vestida cómoda un fin de semana mientras estaba en su casa no le había parecido raro. No entendía a qué venía esa repentina inseguridad y solo podía adjudicarla a su enamoramiento con Izan. Era muy tonta si creía que Izan la encontraría menos hermosa por la ropa o el maquillaje que usaba.
No quería verse muy ansioso, pero en realidad estaba nervioso porque se había pasado dos noches enteras redactando la propuesta y ultimando detalles. Estaba muy intimidado ante la idea de enseñarle algo a Vega porque la chica era una jodida genio. Siempre se había sentido bastante impresionado por todo lo que ella era capaz de hacer por su cuenta, lo lista que era. No podía creer que su padre pudiese dudar de ella solo porque era joven y una mujer. El hombre podía ser un haz en los negocios pero era muy tonto si se lo proponía.
Sin embargo, en lo poco que había tenido la oportunidad de conocer a Vega, se había dado cuenta que quizás ella no se reiría de él si cometía algún error. Y que tampoco era tan arrogante como pensaba. Así que pensar en eso le daba un poco más de valor.
—Vaya, viniste preparado —comentó ella con algo que sonaba curiosamente a impresión, acercándose para ver lo que él estaba proyectando.
A su lado, Izan le dio un empujón en el brazo. Como si quisiera decirle "wow, te ha validado" lo cual instantáneamente hizo que tuviera ganas de reírse, las cuales afortunadamente pudo controlar. No creía que a Vega le gustase que empezara a reír en medio de algo que se suponía debía ser muy serio. Especialmente para ella, que se tomaba el trabajo tan personal. Zöe le había contado lo adicta que se estaba volviendo a él y cómo eso había afectado su salud. No le había pedido que checara si había comido porque realmente no sabía dónde se encontraba él ahora mismo —no había querido decirle porque ella seguía demasiado interesada en que ellos fueran amigos y era mejor no alimentar sus fantasías—, pero sabía que apreciaría que le recordara a Vega hacerlo de todos modos. Por eso tampoco se había aparecido más temprano, para que tuviera la oportunidad de dormir mejor. Idealmente, ni siquiera debería estar allí. Izan no podía el lunes pero tampoco era necesario que pudiera porque su ayuda era extraoficial. Cuando le pidió incluirlo en alguno de sus proyectos para poder tener algo en lo que pensar y distraerse, Tai ni siquiera tuvo que pensarlo dos veces. Haría lo que fuera por su amigo. Incluso enfrentarse al problema que le traería que su padre se enterara de que había añadido a la planilla a alguien sin consultárselo. E incluirlo precisamente en este proyecto fue la cereza del pastel porque Vega estaría encantada de tenerlo cerca. Todavía creía que había una posibilidad real de que, si ella intentaba algo, le rompiera el corazón, pero ser su amiga no iba a hacerle daño. Y él podía darle eso. Se tomaba muy en serio lo de llevar la fiesta en paz.
Durante algunas horas se la pasaron debatiendo ideas y recibiendo retroalimentación. Preparando itinerarios, planeando cronogramas y estableciendo roles. Aún les faltaba muchísimo que hacer, especialmente porque Vega quería hacer un estudio de mercado para tener una mejor idea de hacia dónde deberían dirigirse. Pero de momento ya tenían un poco más definida cómo funcionaría la tercerización y de qué manera ambas partes podrían obtener un beneficio sin alterar la calidad de los servicios que ofrecían las respectivas empresas.
Altair estaba impresionado. Siempre había sabido que Vega era una persona muy inteligente pero verla en acción era una cosa totalmente distinta. Su voz era más firme, y cargaba cierto aire de autoridad que lo obligaba a quedarse escuchando, estaba llena de buenas ideas y soluciones innovadoras y parecía adquirir una seguridad que no había visto antes. Era como si estuviese en su zona, como si encajara justo donde debía estar. Él jamás había tenido eso. Si hubiese sido otra persona, si hubiese sido su amiga o algo así, Altair se lo habría dicho. Le habría dicho que su preocupación de antes era absurda porque aún con una sudadera enorme y el cabello despeinado era un tiburón con un ojo increíble para los negocios y eso la hacía la más lista de la habitación. Y, en otra vida, probablemente Altair también confesaría que le resultaba ligeramente, solo un poco, de una forma muy, muy vaga... muy atractiva por ello. Pero no en esta, definitivamente no en esta.
En un punto de la reunión, Izan dijo que debía irse. Tenía algún asunto familiar urgente que acababa de surgir. Izan siempre tenía estos inconvenientes familiares porque sus padres estaban pasando por un turbulento divorcio, luego de años de relación abusiva. Así que Izan constantemente debía estar presente para apoyar a su madre y a su hermano. Como Altair sabía esto, se ofreció a llevarlo pero su amigo se negó. Dijo que no quería detener el trabajo o causar problemas. Tai insistió pero al final no logró convencerlo. Se despidió de ambos y cuando llegó a Vega para darle un beso en la mejilla y decirle que había sido un placer trabajar con ella durante esta sesión, Altair esperaba que ella se sonrojara o pareciera decepcionada ante la perspectiva de tener que decirle adiós. Pero ella estaba tan concentrada en los papeles y la computadora que ninguna de esas dos cosas pasó. En cambio, le dijo que para ella también había sido un placer y se levantó para encaminarlo a la puerta.