¿Qué mano podré sostener ahora?
No ves que es díficil solo de pensarlo, el dolor en mi pecho permanece. Sonreír nunca se me ha dificultado como hoy, pero las sonrisas hipócritas nunca se me han dado.
Podré alguna vez más sentir la calidez de tus manos, esa textura suave de tu piel que acariciaba mi mejilla al hablarme; ese habrazo que apesar de ser más alta que tú, me hacía sentir tan pequeña y reconfortada, sentir ese amor que desprendía tu ser.
Una vez más, quisiera por lo menos una vez más poder conversar y reír contigo, en serio extraño cuando decías esos apodos cariñosos.
Puedo ver tu foto en mi pared; tu sonrisa no se comparaba con alguna de las personas en ese lugar, y en los más profundo de mí ser mi egoísmo sabe que esa sonrisa es por mí, que yo fui el motivo de que tu sonrieras tanto.
–¿Aún lo haces, aún estás orgullosa de mí?
Quizá lo estés aún, espero que sí.
Tus palabras de aliento eran únicas, la manera en que lograbas que me sinitiera capaz era genial. Podía sentir tu confianza en mí.
Aún siento esa confianza, prometo esforzarme. No quiero fallarte y fallarme, aunque ahora ya no estés sosteniendo mi mano, se que aún me ves.