Mientras Respire

CAPITULO 1

 

Las palabras pueden herirte más que el impacto de una bala, pueden ser tan espantosas y desagradables, pueden tan solo pueden construir el mundo o destruirlo con un solo susurro. De igual forma las promesas están echas de palabras de hechos de sonrisas y esas mismas promesas son aquellas que muchos rompen y las convierten en cenizas deshechas al viento como si nunca hubieran sido pronunciadas. De igual forma así es la niñez, cuando somos niños el mundo es el reflejo de nuestra fructífera imaginación, somos egocéntricos y todas las notas son danzadas por nuestra extremidades y la música es creada en nuestra mente, la niñez es la etapa de pureza de inocencia, de total regocijo y simplemente somos valientes sin miedos o limitaciones la vida es perfecta con todas sus formas y contrastes, el negro o el gris, el azul o el violeta son los mismos colores no hay oscuridad ni tristezas, las lagrimas son pasajeras e instantáneamente volvemos a sonreír. Pero ¿qué pasa cuando creces?, ¿ves el mundo con los mismos ojos?, no la adolescencia es una etapa diferente extraña, es un remolino lleno de tempestades y vacíos difíciles de llenar, y luego te preguntas que son las promesas esas que tus padres tanto te decían que nunca debían ser rotas ya que si las rompías perdías tu valor perderías tu honestidad y esas mismas promesas que son arrojadas al viento como polvo recién expulsado de tu vida, eres el boceto mal hecho de un artista inexperto y tu sonrisa es una absurda mueca sin expresión, olvidamos nuestra verdad y nos perdemos como navegantes sin rumbo a la par del viento tempestuoso que te arrasa poco a poco hasta llevarte por completo a la nada a la oscuridad.

Cuando creces tu vida cambia y nada vuelve a hacer igual y las horas pasan y tu no te das cuenta que rápido paso el tiempo y las heridas se cierran o quizás se vuelven un poco solo un poco mas grandes y te ahogan te asfixian y no aceptas la realidad, las lágrimas se tornan un poco mas amargas y ya no sabes cual es tu destino. Eso pensaba Abigail flores Gonzales mientras observaba por detrás de la ventana, sus iris eran unos huecos azules inexpresivos perdidos en sus pensamientos y absortos en la inmensa tristeza de la soledad, mientras que el polvo se levantaba por los viejos neumáticos del minivan viejo de su madre, el polvo sincronizaba con el viento y se perdía detrás de la vieja carretera que las conduciría a sus nuevos destinos. Quizás escapar no era la mejor opción pensó Abigail la cual escuchaba una canción country, desilusionada por ciertas personas que la habían desilusionado, y que rompieron su corazón por completo y aunque en realidad solo había sido una única persona para ella el mundo la había traicionado y la transformo en nada, -las palabras sobran-, pensó Abigail al observar a su madre que estaba igual de destruida que ella, y aunque Helena era una mujer fuerte ciertamente no estaba preparada para algo así, su madre la observo por un solo segundo y comprendió que su hija tardaría en recuperarse de esa herida, no solo habían huido de su antiguo hogar no por deudas o problemas graves con la justicia, no ellas se marchaban por la traición de Jorge su padre el cual hirió a las dos mujeres de la peor forma posible, ambas decidieron seguir adelante pero, como sigues adelante si el lugar donde estas te asfixia oprimiendo cada uno de tus pulmones, entonces debes elegir entre quedarte y morir poco a poco de dolor o seguir y volver a vivir con esas heridas por que ciertamente así es la vida, tristezas y alegrías envueltos en una ruleta que es rodada por el destino y nunca sabes que va a suceder.

_ ¿estás bien?, le pregunto helena a su hija quien no apartaba los ojos de la carretera, pero esa pregunta no era más que una cavilación para sí misma la cual aún no entendía porque todo eso sucedió.

_si. Dijo sin mirar a su madre para que ella no viera las lagrimas que se le escapaban sin previo aviso, y aunque su madre sabia que eran mentiras ella no dijo nada, las dos necesitaba tiempo.

Esas solas palabras fueran las que helena se dijeron ya que en todo el camino solo se escuchaba el sonido del viento ya que el silencio se cernió en el auto ambas en sus pensamientos guardaban sus peores verdades y solo no era el momento para decir nada ya que se lastimarían mutuamente y ellas no debían ya causarse más heridas.

_llegan tarde. Dijo el hombre que las esperaba para entregarles las llaves de la casa que helena había heredado de sus padres, era vieja se notaba por la pintura caída y las manchas de las paredes, al entrar dentro de la casa el polvo las cubrió por repleto asiendo que la pequeña chica de 16 años estornudara.

_ ¡vaya! Se de lo que parece. Expreso el tipo sin darle mucha importancia al polvo y las telarañas.

_solo necesitara limpieza, cierto Abi. La chica la miro con un poco de compasión en verdad su madre se estaba esforzando por no dejarse vencer por las circunstancias.

_si mama yo te ayudare. Dijo un poco dudosa el lugar estaba por completo hecho un desastre no solo era el polvo si no la madera roída y las paredes húmedas y eso que solo estaban en la sala y no habían revisado el resto del lugar seguro habían ratas y cucarachas por allí colocando sus crías, Abigail hizo una mueca de asco al imaginarse a las ratas cruzar por su cama cuando duerma y la muerda y termine con una extraña enfermedad por sarna o algo contagioso propagado por el animal, se imaginaba en cuarentena con aguja en todo su cuerpo, lo que más caracterizaba a Abigail era su increíble e interminable imaginación.




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