Las semanas se convirtieron en meses. La estación de lluvias se instaló en la Serranía de la Macarena, transformando el paisaje en un verdadero paraíso de agua. Mateo y Sofía continuaron su trabajo, a veces en silencio, a veces en animadas discusiones. La tensión entre ellos se volvía cada vez más difícil de ignorar.
Una tarde, mientras se refugiaban de la lluvia en un pequeño cobertizo, Mateo tomó la mano de Sofía. Ella lo miró, sorprendida. Él simplemente sonrió, apretando su mano en un gesto de apoyo silencioso. Por primera vez, Sofía no se retiró.
Esa noche, mientras la lluvia golpeaba el techo del cobertizo, Sofía no pronunció su mantra habitual. En cambio, mientras Mateo dormía a su lado, murmuró un suave "Sí", permitiendo por fin que el amor floreciera en su corazón.
Y así, a pesar de los muchos "nos", un único "sí" fue suficiente para cambiarlo todo. La Serranía de la Macarena, con su abundante biodiversidad, había sido testigo de un amor tan vibrante y lleno de vida como ella misma. Un amor que había nacido y crecido en sus profundidades, desafiando todas las probabilidades.