El cielo encapotado de nubes y sin rastro de luna, el frío introduciéndose en sus huesos obligándola a temblar, su piel congelada, sus pecas quebrándose en su rostro reseco pero que pronto sería surcado por lágrimas tóxicas.
El cuerpo pesado de Quinn, seguido de sus hermanos que parecían perplejos, arrastraba con precisión el de su presa que forcejeaba ferozmente pero sin éxito. Unas gotas de sudor corrían escurridizas por su sien y humedeciendo el cabello oscuro que caía lacio en su frente, estaba muy cansado y sobre todo, fastidiado.
Por otro lado, la pequeña chica que se retorcía en sus brazos gritaba rogando piedad mientras intentaba zafarse de su captor y correr todo lo que sus piernas delgadas y diminutas pudiesen.
Quizá su tía Joanie estaba en lo cierto, el mundo era peligroso y cruel.
Phyon había sido arrojado del edificio, literalmente. Quinn lo había lanzado al vacío haciendo que el cuerpo regordete chocara contra la acera desprovista de vehículos. Más tarde, había amarrado a Neeva con una cadena que traía en el cuello y la había sacado de salón oscuro y lleno de grafitis con una ira que se incrementaba.
—¿Quién diablos eres? —le preguntó arrojándola sobre el puente Bow en el cual no había más rastros de vida que los dos sujetos calvos admirando la escena con sonrisas maléficas y llenas de emoción.
Neeva no contestó.
—¿Cómo me conoces? —preguntó el chico tomado su mandíbula con los dedos y ella pudo ver una mancha oscura y conocida en su muñeca.
—Yo no lo hago, no te conozco —intentó decir con el terror cayendo junto a sus lágrimas.
—¿Quién te dijo mi nombre? ¿Eres una espía? —escupió reincorporándola contra la baranda —¿Quién te envía a buscarme?
—Nadie.
—Sabes, linda, juro que si pones esto más difícil...
—¿Qué? ¿Me arrojarás de la azotea de un edificio? —gritó ella con inesperado valor.
Él rió alzando sus ojos azules y oscuros al cielo, pero en un segundo, uno de sus hermanos sacó una daga de su chaqueta y la enterró en la pierna izquierda de Neeva tomándolos por sorpresa a todos con su destreza y velocidad.
El grito de la chica inundó el ambiente y quiso moverse, arrastrarse, pero Quinn no la dejaba ir.
—Si vas a desperdiciar nuestro tiempo en esto, hazlo mejor, sabes que no vinimos a esta dimensión a divertirnos con niñitas, Quinn —dijo el agresor y el otro rio causando un estremecimiento en el muchacho de cabellos oscuros.
Asustada, Neeva abrió los ojos y apretó sus labios sin poder creer lo que estaba ocurriendo.
¿Acaso había dicho otra dimensión?
Ni siquiera se dio cuenta, pero apoyó su cabeza con un gesto aterrador sobre el hombro del muchacho que se había acercado lentamente hacia ella, intentando susurrarle algo en los oídos, pero estaba tan atemorizada que no pudo oír nada de lo que él dijo. Estaba destrozada y las palabras de su tía Joanie recorrían su mente como miles de mariposas.
—Dime quién demonios eres y esto acabará en un segundo —dijo él con una voz suave.
Ella se ahogaba en palabras inconclusas.
—Me llamo... —se quebró del dolor—Neeva.
Él no estaba dispuesto a herirla, pero su hermano lo forzó a enterrar el cuchillo en su hombro delgado y descubierto con mucha fuerza.
Ella volvió a gritar y a gritar tan fuerte, pero nadie parecía oírla, ¿por qué nadie venía a rescatarla? ¿Dónde estaba Anthony?
—Pues esto, Neeva, es lo que le pasa a las personas que se entrometen en nuestros asuntos... mantente alejada, ¿quieres? —no lo comentó de forma agresiva, sino que intentaba alejar a sus hermanos de ella, si es que eso era posible.
Quinn tenía más corazón de lo que quería admitir, así que no se dio cuenta de que Neeva había usado lo último que le quedaba de fuerza para empujarlo por el puente, haciéndolo caer a las profundidades del estanque junto a ella.
Y Quinn sabía hacer muchas cosas, menos nadar.
Con el terror apoderándose de ellos, los dos hombres calvos con sobretodos negros, intentaron salvar a Quinn que se hundía cada vez más rápido, pero no tuvieron suerte.
Había comenzado a llover y era totalmente imposible encontrar al muchacho o a la chica que habían desaparecido casi instantáneamente. Los truenos hacían parecer que el agua cobraba vida y los dos sujetos se alejaron con dirección a un bar.
—Está muerto. —dijo uno—Ya no hay más nada que podamos hacer.
Miraron al cielo extendiendo su mano hacia arriba dando a entender que esperaban que Quinn descansara en paz y se fueron con las manos en los bolsillos, caminando casi al mismo ritmo.
Quinn seguía forcejeando allí abajo dando manotazos y tomó el pie de Neeva arrastrándola al fondo consigo. Por más que gritara o pataleara, la chica no podía zafarse de su agarre, ni mucho menos salir a la superficie. Cuando tocaron el fondo del estanque, la muchacha se quedó aferrada al cuello de él, con sus pulmones rogando por más oxígeno y su cabeza apuntó de estallar.
El cuerpo de Neeva fue arrastrado por una extraña corriente que la mezcló entre las algas hasta que Quinn apenas pudo verla ya que no le quedaban fuerzas ni para retenerla contra él ni para aguantar la respiración.