1 DÍA PARA LA ASAMBLEA
—¿De verdad llegan coristas? — le pregunto a Ted mientras entramos al aula de filosofía, mi primera clase los jueves.
—Si en el auditorio, en los pasillos, en casi todo Saint Lincoln y lo peor es que son de la iglesia — dice volteando los ojos.
—Pero si eres todo un devoto — le digo sarcástica.
—No me malinterpretes es solo que ver a Angel Jenkins cantar aleluya a Jesús y días después verlo patear a sureño inocente pues... me da arcadas — me cuenta, dejándome asqueada.
—¿Y sabes a quién pateó?
—No lo conozco, solo sé que fue en el Lutazio cerca de la ruleta, quizás ese fue su reto — se recordó con un escalofrío.
—Oye, hablando de esa fiesta pagana — exagero —. ¿Acaso las cancelaron? No he oído de ellas.
Bufó.
—Desde la última vez que fuiste han sucedido como unas tres más.
—¿Y por qué no he oído de ellas? — pregunto sorprendida, la primera vez que me enteré de su existencia había sido todo un acontecimiento. Además, estaba en la boca de todos.
—Pues... — me sonríe mientras nos sentamos en los pupitres. Siempre era la cuarta fila, Ted se ponía detrás de mí, Edmon a la par, Claire y Anni adelante —. Quizás no estás en la lista de invitados.
Ah por eso.
Bueno, era evidente.
—Oh — reaccionó corta de palabras —, supongo que tú estás en todas las listas.
—En parte porque de vez en cuando ayudo en la organización — me comenta viendo muy interesado sus dulces —, y me encargo de la lista de invitados.
—Pensaba que solicitabas las entradas mediante un proceso secreto muy meticuloso — digo usando palabras elegantes, quizás así nadie sepa de lo que hablamos.
—Claro, hay dos vías, la lista de invitados elite y los que solicitan entradas — me explica —, y después del desastre de la ruleta me he encargado que ni tu nombre, ni el de Emdon, Claire y mucho menos mi hermana esté en él.
¿Lista de invitados elite? Es tan predecible saber que nombres hay ahí.
—Bueno, pues gracias por ser tan protector.
—No creo que quieras ser elegida de nuevo en la ruleta — me susurra acercándose —, tuviste suerte que Edmon estuvo ahí para salvarte el pellejo.
Sí, es cierto. Edmon me dio apoyo moral en el auto de Skandar mientras yo me metía a robar joyas en la tienda de Cressida.
Que hermosos recuerdos.
—En realidad si me ayudo — le doy una palmada a Edmon, que justo viene a sentarse a mi lado, Claire y Anni vienen detrás de él —, el héroe del norte — le recuerdo, haciendo que suelte una risita.
Julia, la profesora, entra con una torre de libros en sus delgados brazos. Estoy por ayudarle, pero alguien se me adelanta, Jason, que acababa de entrar al aula, la rebasa y le quita la mitad de la torre para dejarla en su escritorio.
—Muchas gracias Vissoni — le dice con un asentimiento.
—De nada profesora — dice pasando por la fila en donde estamos nosotros. A nadie se le pasa por alto el guiño que le lanza a Claire, la chica agacha la cabeza tímida. Anni y yo nos tapamos la boca para no soltar una carcajada.
Esta misma situación se ha repetido durante todos estos días. Desde guiños, sonrisas, saludos y hasta regalos. Al preguntar a Claire sobre la situación solo he recibido el dedo de en medio como respuesta. Al menos no la veo incómoda.
Y al igual que Anni agacho la cabeza para no verme evidente. Pero las ganas de reírme se me quitan por completo al sentir como un grupo de papeles caen en mi mesa y en el suelo al lado de ella. Alzó la vista para ver al culpable, pero se me olvida como hablar cuando mi vista se topa con ese par de iris azules.
—Mis disculpas, no vi por donde iba — me dice agachándose para recoger algunos papeles que cayeron en el suelo. — Verás, tenía ciertas tareas pendientes — prosigue tomando los papeles del suelo —, pero aparte tenía otras cosas que hacer y me desorganice. ¿Te ha sucedido?
Le doy un asentimiento como respuesta, no pretendo contestar simpática con toda la clase entera de público.
Me compongo y junto los papeles que cayeron en mi mesa, soy consciente del silencio sepulcral que hay en el aula. Como si esto se pudiera poner peor, ahora tenemos público. Toda la situación provoca que mis movimientos sean más rígidos.
—Pero eso no es lo peor, resulta que una persona me encargó un postre hace unos días y como mi madre no estaba — se ríe mientras continúa recogiendo los papeles —, yo lo tuve que preparar.
Vuelo asentir sin meditar en sus palabras.
—Y bueno, no es por sonar arrogante pero el arte culinario se me da — continúa insistente, me obligo a no mirarlo, aunque sí puedo sentir sus movimientos —, digamos que me emocionó el proceso, termine haciendo como veinte pastelillos.
Oh esperen, eso sí me llama la atención.
—¿Te estarás preguntando por qué te cuento todo esto? — me pregunta, está vez si lo miro, el chico está recogiendo los papeles de forma lenta.
Vuelvo a asentir.
—¿Si o no? — me pregunta alzando una ceja —, no te entiendo mucho.
Cierro los ojos por un momento y clamó por paciencia.
—Si, si, si — le repito nerviosa.
No se me pasa por alto esa sonrisa arrogante que suelta.
—Porque no termine mis deberes a tiempo, luego mi padre me pidió que lo ayudara con un papeleo, más tarde, mi hermano quiso que jugara con él videojuegos y claro luego está la mucama — veo por unos segundos al resto de la clase, la mayoría le están prestando atención a Skandar —, que casi cae por las escaleras de no ser porque llegue a tiempo y no te cuento del mecánico, que...
Un carraspeo lo hace callar.
La profesora camina cerca de nosotros.
—Señor Cacciatore — junta sus manos y las retuerce —, le importaría, hemos perdido cinco minutos de clase.
¿Ha estado hablando por cinco minutos?
—Mil disculpas profesora — le dice con voz grave, toma sus papeles y se pone de pie. La profesora tiene que alzar la vista debido a la altura de Skandar —. ¿Pero acaso no han sido los diez minutos más entretenidos y mejor invertidos de su día?