Intentó no sonreír como boba en el camino de regreso a mi mesa. Pero nadie nota mi extraña emoción, o lo ven como algo normal. Todos se ponen de pie al verme regresar y me aplauden emocionados. Bueno, no todos, porque notó la ausencia de mi hermano.
—¿En dónde está Joseph? — le pregunto a Violet después de agradecer sus felicitaciones.
—Fue al baño — me señala, la misma puerta por la que salió Janice —, está después del vestíbulo, de lado derecho — hace una breve pausa —. Hazme un favor y no entres al baño de hombres, lo vi un tanto alterado antes de salir.
—¿Alterado? — pregunto sin entender —, pero si estaba de maravilla hace unos segundos — susurro para mí misma. No espero su respuesta y salgo disparada hacia las puertas en busca de mi hermano.
Estaba tan ofuscada en dirigirme al mismo baño y entrar sin importar las consecuencias que... no me doy cuenta de que Joseph está justo detrás del graderío a un lado de la recepción. Esperaba encontrarlo llorando tirado en el suelo o en silencio. Pero no, creo que Violet se confundió. Mi hermano si está alterado, pero por algo más simple.
—¿De verdad estás peleando con tu corbata? — le pregunto asustándolo sin querer. Se voltea alarmado, pero al reconocerme se tranquiliza.
—No, ya que eso resulta imposible — me dice mientras se saca la corbata de la cabeza —, no peleo con un objeto de tela, sino con los modistas del siglo diecisiete que impusieron al hombre usar esta tortura para verse elegantes.
—Te aseguro que es peor usar tacones o un corsé — me señaló ambos atuendos —, hermano, lo siento, pero eres un dramático. Solo es una corbata...
—¿¡Solo es una corbata!? — me interrumpe con su aguda voz —, no, esto es una tortura que hace que no puedas respirar...
—Insisto, es peor un corsé, ¿quieres probarte uno? — pone los ojos en blanco al oír mi pregunta.
—No Nataly, gracias por la sugerencia — suspira desesperado —, solo quiero deshacerme de esta cosa — deshace el nudo y la tira al suelo.
—Eres un dramático — le digo recogiendo la corbata, me inclino un poco hacía él —, póntela unas dos horas más, al menos hasta que termine de firmar esa cosa de la paz.
—Conciliación de paz — me corrige.
—Bueno, eso — me encojo de hombros —, después yo misma te la quito si quieres, hazlo por mí, ¿puedes?
Se queda pensativo unos instantes, hasta que termina suspirando.
Momento de oír su veredicto.
—Está bien — dice refunfuñando —, solo porque te gusta chantajearme y hacerme sentir culpable, lo haré.
—Es la única manera de quitarte ese orgullo — le contesto devolviéndole la corbata. Él no me la recibe.
—Pónmela tú, no tengo idea de cómo anudarla — alza las manos evitando a toda costa tocar la prenda.
—Pues yo menos — le respondo, ¿en qué momento? —. ¿No aprendiste de Alfonso?
Niega nervioso, pero después sonríe.
—Quizás es una señal de que no debo usar esa porquería...
—No tan rápido jovencito — lo detengo —, no debe ser una gran ciencia, y he visto como lo hacen, déjame intentarlo — me acerco con la corbata, menos mal no pone resistencia, aunque sí que luce desconfiado.
Mi primer error fue deshacer el nudo, porque por lo menos desde ahí tenía un patrón que seguir. El segundo fue que al intentar enrollarle la corbata en el cuello di un sin fin de vueltas apretadas y terminé haciéndole un nudo.
—¡Me estás intentando matar! — su voz agonizante es la alerta que necesito para darme cuenta de que soy un asco en esto.
Lo suelto al instante.
—Creo que no puedo hacerlo — le digo con una sonrisa penosa.
—¿Creer? No, eres toda una experta, mira cómo luce de bien — me reprocha frunciendo el ceño —. Parezco el señor Jex, él que se ponía a pedir limosna cerca del hotel Cecil.
No se parece, al señor Jex le faltaba una pierna.
—¡Lo siento! — me disculpo e intento deshacer el nudo, pero él toma mis manos antes —, déjame remediarlo Joseph.
—Nataly, te amo, pero no quiero terminar en un panteón por tus idioteces — me dice como forma de consuelo.
—Podría buscar un tutorial en internet, no debe ser tan difícil...
—Prefiero que no lo hagas — retrocede.
—¿No confías en mí? — le preguntó sonando herida.
—En esto, no — admite.
—¿Qué puede salir mal Jo?
—Que me mates...
—Estás exagerando...
Un carraspeo grave nos manda a callar. Ambos volteamos a la derecha para ver a nuestro público. Casi me voy para atrás cuando una persona alta nos ve de brazos cruzados, es un muy sonriente Skandar.
Rayos.
—Perdonen la interrupción, pero su pelea se escuchaba en el baño — nos dice burlón —, imagino que debe ser muy grave.
—No lo es, pero gracias por la... — intento decir.
—No, pero si lo fuera tampoco te lo diríamos — le responde mi hermano tomando una actitud defensiva. Desde que vino se irguió y frunció el ceño, esa es la manera que tiene Joseph de intimidar —, así que no te metas.
Que adorable.
—¡Joseph, no le contestes así! — le pido entre dientes, ya dejó claro que no le cae bien, pero no quiero tener que defender a mi hermano porque el pequeño no se puede controlar.
Skandar me sorprende cuando se ríe.
—Relájate Nataly, puedo con esto — me responde Joseph, como si deseara que le rompa la cara a Skandar, se me acerca y susurra —, acabaremos con él.
Oh, no.
—Está bien, no hay que ponernos violentos — vuelve hablar Skandar como si toda esta situación le divirtiera —, pero aunque yo me vaya, creo que siguen teniendo un problema — ve el cuello de Joseph, al pésimo nudo que le hice.
—Esto no es ningún problema, intentaba ponerme la corbata — empieza mi hermano, antes que yo pueda mediar palabra —, pero ella ya entendió cómo se hace.
—¿Es en serio? — está vez me lo pregunta a mí.
—Si claro — intento convencerlo —, ya solo es de darle un par de vueltas más y... terminamos.
—Vamos al grado Sandersons — nos dice a ambos —, ¿necesitan ayuda con eso?