—Joseph me dijo algo que no había pensado antes, aún con Molly en la cárcel, los tres hijos todavía podían vengarse — las miradas que nos lanzaron a la distancia de las bancas cuando su madre fue sentenciada van a quedar en mi memoria. No tiene competencia con ningún monstruo en una película, esto es peor. — Se iban a vengar, al principio creí que lo harían con las fotos de mi abuela, pero lo descarté. Esos chicos eran neuróticos, no iba a planear su venganza, ellos nos iban a atacar de frente.
—¿Fue ese mismo día?
—Tres días después, para eso Joseph y yo ya habíamos planeado un contraataque — le respondo —, llamamos a Devak, le contamos que quizás los Petterson nos iban a atacar, y que nos ayudará llamando a la policía. La policía no actúa por sospechas, así que solo toco esperar — me teletransporto a mi cocina, a las rosquillas que mi abuela estaba cocinando —. Ese día estábamos en la cocina, cuando comenzamos a oler a quemado, era obvio que eran ellos. Mi hermano ya sabía que tenía que hacer, le dio la señal a Devak, y nosotros nos encargamos de los hermanos.
—¿En dónde estaban ellos?
—En frente de mi casa estaban Josh y Jamie, Bobby llegó después de haber derramado gasolina a la parte trasera de la casa — ese olor a quemado más los gritos de mi abuela me siguen persiguiendo —. Devak no solo llamó a la policía, también llegaron los bomberos, aunque en ese lapso de quince minutos se libró una batalla. Comenzaron a tirarnos piedras en las ventanas, le pedimos a nuestra abuela que saliera por la salida de la cocina y se escondiera.
—¿Tu hermano se puso a disparar?
—Por supuesto que no, era una forma de intimidarlos — me defiendo —, aunque yo sí disparé un par de veces cerca de sus piernas — sus gritos fueron inolvidables —, eso los puso aún peor, siguieron con su ataque sin importar la amenaza de las balas — está claro que iba a todo o nada ese día —, no se esperaron que saliéramos los dos con armas en mano, eso sí los hizo retroceder. Los insultos están de más, pero estoy segura de que si la policía no hubiera llegado justo a tiempo, uno de nosotros hubiera terminado muerto.
—Y se los llevaron a los tres a un correccional...
—Claro, pero eso dejó de verse como una victoria cuando entramos de nuevo a casa — cierro los ojos de nuevo, ya pasaron seis meses y el dolor sigue siendo el mismo —, no sé si fue el shock del incendio o el miedo de que algo nos suceda pero mi abuela nunca salió de casa. La encontramos tirada en el suelo de la cocina — mi hermano casi nunca llora, esa vez fue la excepción, estaba aún más alarmado que yo —, la ambulancia se la llevó. La perdimos en cuestión de días por un infarto, el entierro fue a lado de la tumba de mi abuelo, y claro, teníamos a medio vecindario dándonos el pésame.
—¿Y cómo terminaron en el juzgado de menores? — frunce el ceño.
—Somos menores de edad, estaba casi confirmado que iríamos a un orfanato — solo de pensar en que estuve a punto de que me separaran de mi hermano, no hay peor tortura que esa —, nos asignaron un abogado para nuestro caso, nos consolaron diciendo que ambos albergues quedaban cerca y que nos podríamos seguir viendo pero no me tranquilizaba — habíamos pasado por dos tragedias, ambos necesitábamos el consuelo del otro, la soledad no era una opción.
—¿Y qué pasó después? — susurra.
Sonrió.
—Que paso después — repito sonriendo —, estábamos acordando los términos, cuando en el pasillo de afuera se escucharon muchas voces, todos nos vimos confundidos, hasta que las puertas de la sala se abrieron de par en par y... — mi sonrisa se intensifica —, y entro mi salvador.
Skandar frunce aún más el ceño, molesto por mi elección de palabras.
—Alfonso — menciona con desdén.
—El mismo — le digo con orgullo, pensando en el hombre que nos sacó de un hoyo y nos dio una vida que jamás imaginamos —, entró con su porte tan intimidante, y es que los guardaespaldas que iban detrás de él no ayudaba a darle una imagen humilde. En cuanto nos vio sonrió, exigió que no se siguiera con el proceso, que no tenían derecho y que nosotros le pertenecemos a él.
—Un poco tétrica su elección de palabras — menciona Skandar.
—Pues claro, pero en ese momento no le presté atención, estaba embelesada con la presencia tan palpable que tiene. — Parecía actor de Hollywood, eso no se ve con frecuencia —, dijo que tenía pruebas de lo que decía, y que de no ser escuchado se iban a enfrentar a una buena demanda.
Ustedes no me conocen, pero yo sí, porque su padre y yo éramos buenos amigos. Les aseguro que todo estará bien. — Fueron las primeras palabras que nos dirigió, ambos estábamos atónitos; sin embargo a pesar de todo, todavía teníamos ese rayito de esperanza. Quizás esta vez nos iba a ir bien.
Señor, no sé si alguien ya le dijo, pero somos huérfanos, jamás conocimos a nuestros padres — le dijo Joseph con su exagerada honestidad, recuerdo que Alfonso se rio de la expresión madura que intentaba hacer mi hermano.
Pues eso también lo sé, sus padres trabajaron conmigo durante años, después del accidente, sus abuelos los reclamaron y tuvieron que mudarse — los abogados ya nos habían dejado solos a los tres, para solucionar las quejas de Alfonso. — Pero su padre siempre me pidió que veláramos por ustedes si algo les sucedía, y dada la situación.
¿Y qué se supone que va a hacer con nosotros? — fue lo primero que le dije —, perdone, pero lo acabamos de conocer, y no confío en usted — una parte de mí se arrepintió de decirle eso, estaba acomplejada con semejante hombre, pero por otro lado, yo tenía un punto.
¿A cuenta de que un hombre con ese porte y dinero va a querer reclamar a un par de huérfanos del sur? Sospechoso.
Entonces tengo un deber, y es ganarme su confianza — dijo sin lucir ofendido —, ¿dónde están viviendo? Escuche del accidente de su casa, creo que podría empezar mi labor por ahí.