Empiezo a negar, esto de verdad es una broma de mal gusto, esto no puede ser real.
Me recuesto en mis piernas sin querer pensar más, sin poder siquiera imaginar lo que acaba de decir. Esto debe ser una pesadilla, debí de beber demasiado en la fiesta y me desmayé, ahora estoy en el hospital y Joseph está viendo un capítulo de Mentes Criminales, por eso estoy soñando esto.
Dios, jamás había deseado tanto estar en mi choza de Los Ángeles.
—Entonces por eso querían disparar — intento razonar —, porque no quieren que yo sea la que... — me quedo sin palabras pensando en ese testamento —, tengo que leer esa cosa — pienso en voz alta.
—No, Nataly, ni por asomo alguien se atreverá a tocarte — responde con una expresión extrañada —. Ese intento de ataque fue por parte de nosotros para asustarlos, aunque los norteños ya venían preparados.
—Por el amor de... — exclamó pasmada por su confesión, y la manera tan tranquila en que lo dice —, ¿fueron ustedes los que ocasionaron esa batalla? — pregunto, aunque me acaba de decir la respuesta —. ¡Cómo me lo puedes decir tan tranquilo! Ocasionaron un desastre donde murió gente — me tapo la boca aun sin creerlo.
—Deja de hacerte ideas en la cabeza, tú huiste con la mayoría de inocentes, ninguno de ellos está muerto — me contesta con rapidez —, todos estamos preparados para esa clase de ataques, todos — me dice como si eso fuera suficiente razón.
—Pues si hubo un par de muertos — le recuerdo, imágenes de sangre se acumulan en mi mente, sacudo la cabeza en un intento vago de ahuyentarlas —, no olvides al hombre al que le partiste la garganta.
—Oh, ese mismo hombre que estaba apretando la tuya — responde endureciendo su voz —, ya les habíamos avisado del ataque, si algo ocurría íbamos a defendernos, los norteños lo sabían y no fue una sorpresa para nadie.
—¿Y qué fue lo que ocurrió? ¡Si todo estaba tan bien!
—Tenían un arma secreta que por poco y pasamos por alto — menciona —, estaban avisados de lo que ocurriría Nataly, no nos trates de terroristas.
Ya no insisto en preguntarle por el arma secreta, sé que se irá por la tangente, como siempre hace. Prefiero tener respuestas seguras.
—Entonces ya sabías que alguien me iba a disparar — alzó la vista —, ¿no es así?
—Nadie te iba a disparar, tú eres tan valiosa como cualquier Cacciatore — me aclara viéndome con el ceño fruncido, se masajea la sien por un segundo —. Lo que buscamos con eso fue el caos, que la gente se volviera loca, con eso evitamos que firmaras y además darles un ultimátum a los norteños. — Hace una pausa —, tienes que entender que lo que tú y tu hermano tienen en manos es trascendental.
¿Trascendental? Soy solo una adolescente.
—¡Cómo alguien como yo o mi hermano de doce años vamos a manejar un negocio que ni conocemos! — veo hacia el techo, exhausta —. ¡Por el amor de Dios, somos un par de chicos! ¿En qué cabeza cabe?
—Esa misma pregunta se la hicieron Alfonso y mi padre cuando leyeron el testamento...
—¿Explícame cómo demonios terminamos en Los Ángeles? — cada vez tiene menos sentido esto.
—Huyendo con la ayuda de Violet — me dice logrando confundirme más.
Ahora tenemos un nuevo personaje en este rompecabezas. Genial, maravilloso. Se supone que tengo que hablar sobre mi pasado a una anciana que siempre evita mis preguntas.
Se acabó, no lo puede saber solo Violet, tengo que buscar otras alternativas.
—Tengo que salir de aquí — siseó, alzó la mirada —, llévame con Alfonso y con Fabiola, tengo que hablar de esto con ellos...
—Ellos son las últimas personas con las que escogería hablar si fuese tú — me dice como si pudiera entenderle.
—¡Ellos son mis tutores, ellos deben ayudarme, responder a todo esto que a ti te está contando decir!
—Si a mí me está costando decirlo, ellos van a parecer dos tumbas — se vuelve a parar y a dar vueltas por el espacio —, estoy seguro de que el nombre Lenina es una maldición en esa casa.
—Eso no lo puedes saber — le digo ofendida —, ellos jamás me han mentido, tengo que ir con ellos — sigo jalando con más delicadeza a la esposa —, por favor ya estuve mucho tiempo aquí, sácame.
—Corres el doble de peligro afuera Nataly, tranquilízate...
—¿Entonces Alfonso es un peligro para mí? — Skandar no responde, eso me anima a seguir —, el hombre que me salvó es un peligro, el único que se ha preocupado por mí, por Joseph, el que me dio casa, comida, estudios — sigue sin decir nada —. ¿Acaso crees que voy a pensar mal de él? No soy una idiota como tú...
—De no ser por él tú no hubieras pasado por todas esas tragedias en primer lugar — sus palabras me mandan a callar.
—¿Qué estás insinuando? — le pregunto con temor —, que fue Alfonso el que mató a Lenina y Dylan, ¿es eso lo que quieres decir? — lo enfrento.
—Fue uno de los muchos implicados — se vuelve a poner en el otro extremo de la cama —, pero el problema ni siquiera fueron esas muertes, hubo una planificación tan exhaustiva que te quedarás muda de solo saberlo.
—¿Una planificación de Alfonso? — mi voz tambalea, se inclina hacia mí y me mira por un rato.
—Detrás de un gran hombre hay una gran mujer — cita sin más. Dejándome a mí la verdadera respuesta, la que me toma un tiempo entender.
Dicen que cuando te enteras de algo que no querías saber, se siente como un balde de agua fría. Conmigo no es así, es mucho peor. Siento como si miles de navajas hirviendo se insertarán en mi piel, luchando por entrar a mi corazón. No estoy helada, estoy en llamas. Siento el ardor de mi cuerpo, pero no en un sentido lujurioso o emocionante, esto me lastima.
—No, no, no — susurró —, Fabiola, fue ella la que... — ni siquiera soy capaz de terminar esa frase. —Estás mintiendo — susurro —, eso no puede ser así, ellas eran mejores amigas — digo recordando lo que leí.
—Tengo más pruebas, si quieres leerlas — niego al instante. Estoy hasta la coronilla de esos malditos papeles, creo que si hay más los voy a romper.