Miradas Azucaradas

dieciséis

Natalie

Estamos sentados en la mesa y lo único que quiero hacer es carcajearme, quiero tomarle una foto a mamá para subirla a Instagram. Creo que se da cuenta de mi diversión, la cual se esfuma cuando la escucho hablar.

—Así que… ¿tú eres Shawn? —pregunta mirándolo con una sonrisa que aparenta ser inocente; pero no, yo la conozco y es diabólica, está pensando qué hacer para avergonzarme—. Nat me ha hablado mucho de ti.

Mis mejillas deciden que este es un buen momento para convertirse en salsa kétchup. No me puede estar haciendo esto, no planea torturarme de esta manera, ¿o sí? El pobre me mira con lo que creo es preocupación. Haces bien preocupándote, Shawn, creo que no saldremos vivos de esta.

—Espero que sean cosas buenas —dice.

—Definitivamente, aunque no me había dicho que estaban saliendo y eran novios. —La miro horrorizada y escucho la risotada ahogada de Cecile.

Muero de vergüenza, quiero hundirme en la silla y escurrirme hasta llegar a la coladera para esconderme en el drenaje y que las ratas de la alcantarilla se conviertan en mis amigas como en Blancanieves. Solo que ahí son pajaritos con plumitas, no animales peludos con ojos rojos. Así de mal me siento.

¿Qué va a pensar Shawn? Tal vez él quiere hacer lo mismo que yo, podríamos fugarnos juntos. No puedo creer que mamá esté haciendo esto, haré huelga de hambre, solo debo prepararme y meter comida debajo de la cama.

—¿No se lo dijo? —cuestiona. Mi cabeza gira tan rápido que creo que podría estar poseída. ¿Qué está haciendo? Estamos saliendo, pero no somos novios—. Vaya… Natalie, ¿por qué no le dijiste a tu madre que somos novios?

La habitación se queda silenciosa, todos miramos fijamente al chico, tal vez ya lo volví loco. No entiendo por qué está diciendo mentiras, luego recuerdo que mi madre vio que estábamos a punto de besarnos y lo comprendo.

—Eh… Lo olvidé —contesto en un murmuro.

—¿Cómo mierdas hiciste para que este chico sexy fuera tu novio? —pregunta mi hermana mirándolo de arriba abajo.

—Es porque yo no luzco como si me hubiera comido una tonelada de murciélagos.

—No, tú luces como si hubieras comido ositos cariñositos. —Abro la boca, indignada, lista para soltar una serie de maldiciones.

—¡Niñas! Tenemos un invitado —gruñe mamá, y ambas cerramos la boca de golpe, ya está lo suficientemente enojada como para que la provoquemos más—. Entonces, Shawn, como ya eres parte de la familia, ¿te gustaría ver las fotografías familiares?

—¡¡No!! —grito, ocasionando que cuatro pares de ojos me miren. Cecile y Frank están más divertidos que cuando ven caricaturas, mi madre me observa con picardía y Shawn con extrañeza, seguro está pensando que estoy demente—. Shawn ya se va, sus padres lo mandarán a la milicia si llega tarde, ¿verdad?

Espero su respuesta, le ruego con la mirada. Si él ve esas fotos, jamás podré verlo a los ojos de nuevo.

—Por supuesto. —Se pone de pie, suelto el aire—. Ha sido un gusto conocerla, señora…

—Lauren —dice.

—Señora Lauren. Debo irme porque no quiero que mis padres me manden al ejército, espero nos veamos pronto. —Tomo su codo

y lo obligo a seguirme a la salida antes de que algo extraño ocurra y termine siendo consumido por mi familia.

Lo saco de la casa y cierro, apoyo la espalda en la puerta soltando un suspiro de alivio.

—Eso estuvo cerca. —Escucho su risita. Sus manos se colocan a los lados de mi cabeza y me encarcela con ellos—. Yo que tú no haría eso, seguro Frank está espiando en alguna parte.

—¿Por qué no querías que viera el álbum? —cuestiona para mi mala fortuna. ¿En serio? ¿Quién es el encargado de la suerte y por qué le gusta cagarse en mí?

—Créeme que no hay nada agradable ahí, te he salvado la vida.

—¿Por qué le pintaste el cabello a tu madre?

—No le pinté el cabello, quería que Cecile se pintara el cabello porque es una bruja —digo malhumorada.

—¿Alguna vez te sale algo bien? —pregunta con diversión.

Sonrío de oreja a oreja y rodeo su cuello con mis brazos. Ni en mis más anhelados sueños soñé que algún día abrazaría de esta forma a Shawn Price.

—Al parecer sí, porque crees que somos novios —susurro.

Sus manos me abrazan con fuerza.

—Podríamos serlo. —Sus palabras me sacan el aire, pero sé aparentar que me queda aliento. Otra vez las malditas mariposas aletean en mi estómago, quizá Cecile tiene razón y comí ositos cariñositos.

—¿En serio? Podrías acabar con el cabello azul si me haces enojar. —Lanza una risita que me hace reír.

—Podría enamorarme de ti para siempre, es tan fácil caer en tus redes, preciosa. —Deja un besito en mi nariz, yo hago una mueca porque quiero que bese mis labios—. Lo siento, pero tu hermano está mirándonos por la ventana y luce como si quisiera apuñalarme con su espada de juguete de Star Wars.

Lo busco con la mirada y encuentro a Frank pegado al vidrio, su nariz se ha deformado debido a la presión. Está mirando fijamente a Shawn con el ceño fruncido. ¿Qué le pasa a este?

—Debo irme, tal vez no me metan al ejército, pero sí recibiré un regaño por lo de hace rato. —Asiento y le doy una sonrisa triste al escuchar su timbre melancólico.

Lo observo caminar hasta su motocicleta y perderse en la calle. Cuento hasta diez y respiro profundo antes de regresar a casa.

—Dime que no te trajo en esa maldita cosa —advierte mi madre con tono mortal. Santísimas alas del ángel, está muy enojada. Su rostro está algo rojo, en serio no quería pintar su cabello de azul, aunque es gracioso.

—¿Y tiene una motocicleta? Mierda, tal vez debería comer tus cereales de colores a ver si se me pega algo —Cecile refunfuña y se sienta enfurruñada en el sillón.

—Mamá, dile a Nat que no puede tener novio hasta los cuarenta. —Observo a mi hermano con la peor de las miradas, se encoge de hombros—. Solo digo que esa motocicleta podría matarte.

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En el texto hay: comedia, amor, amistad

Editado: 16.04.2020

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