Mírame desde otra perspectiva

Capítulo 4

Donovan 

Estacione mi auto en mi lugar de estacionamiento y cruce por la recepción de la empresa con las manos vacías. Alcance uno de los pocos lugares que quedaban dentro del elevador, subiendo piso por piso sin ningún sonido más que el de la respiración de las ocho personas a mi alrededor. 

Baje en el vigésimo cuarto piso, avanzando por el pasillo entre los cubículos antes de entrar en mi oficina. 

Tome asiento en mi silla, dejando caer todo mi peso sobre el respaldo, girando para darle la espalda a la puerta y fijar mi vista en el ventanal que había detrás del escritorio por quien sabe cuanto tiempo hasta que alguien entró a mi oficina sin tocar la puerta. 

—Donovan, Tyler quiere que vayas a ver al ingeniero que lleva la remodelación en Broadway, dice que necesita gestionar… ¿Qué estás haciendo?

—Nada —Me gire para verlo ahí frente a mi escritorio, con la tableta en la mano y la rara expresión con la que me miraba.

—Y eso es lo que me extraña, que estés haciendo nada. 

Mire el reloj en mi muñeca.

—Solo me gire por un minuto con veintiséis.

—Te voy a preguntar esto como los amigos que somos.

—Está bien…

—¿Consumes drogas?

—¿Drogas? —Pregunte, queriendo reafirmar si iba en serio con la barrabasada que me acababa de soltar en la cara. 

—¿O conseguiste incienso? Dicen que también es muy bueno, sinceramente espero que sea eso, por qué si mi madre se entera que mi jefe tiene algo que ver con las drogas, me hará renunciar y no quiero irme, todavía no me dan las utilidades de este año.

—No consumo drogas —Se lo dije simple y claro. 

—Gracias a dios.

—¿Y a qué te refieres con toda esa cosa del incienso, para que demonios voy a querer incienso?

—Por el olor. Mucha gente lo considera tranquilizador y que los ayuda a relajarse.

—¿Que tiene que ver eso conmigo? 

—Que eres un adicto al trabajo. Los de tu especie se caracterizan por usar más de su tiempo en trabajar que en comer, ir al baño o siquiera dormir, por lo cual dudo que tengas siquiera tus siete horas de sueño completas. 

—Me tome un minuto y medio para ver por la ventana, no es un crimen. 

—Entonces dime, ¿Que pasaba por tu cabeza en ese minuto y medio? ¿Deudas? —Iba a responderle, pero abrió la boca primero —Se que eres rico, pero no esa clase de ricos, claro que no vas a tener deudas. La empresa va sorprendentemente bien, no hay problemas con los inversionistas. 

Si no lo detenía iba a enlistar cada rasgo de mi vida y no iba a tener la paciencia necesaria para aguantar esto. 

—Estaba pensando en alguien —Solté en seco —, ¿Contento? 

—¿En quién? No me digas, te enteraste de que la nueva loción de Tyler parece haberle causado una reacción alérgica a una chica del departamento de contabilidad que estaba con él en el despachador de agua. Pobrecita, el estornudo le llegó cuando apenas había tomado de su vaso. 

—No se trata de Tyler—Suspiré —. Sino de una mujer.

—¿Qué mujer? ¿Tu madre? 

—Una chica.

Se me quedó mirando unos segundos sin parpadear. Ya pensaba en chasquear los dedos para que regresará en sí cuando dejó la tableta sobre mi escritorio y se plantó en uno de los sillones que tenía para recibir a los clientes.

—Listo, cuéntame. ¿Quién es la digna? 

—No puede ser —Centré mis ojos en mi ordenador, intentando ignorar su clara insistencia por hacerme hablar —, No exageres, por favor.

—¿Que no exagere?

—Exactamente. 

—No estoy exagerando, el que exagera aquí eres tú —Estiró el brazo y apagó la pantalla —. Te la pasas rechazando a cualquier chica que de apenas cuatro señales de querer ligar contigo y la lista ya es bastante larga —Volvi a encender la pantalla dejando que el siguiera con su discurso, y antes de siquiera poner mi mano sobre el mouse, la pantalla volvió a apagarse, cuando lo vi, estaba acribillandome con la mirada y con el cable de la corriente en la mano —, así que no tiene nada de malo que tu amigo quiera conocer a la Miss Universo que logró robarte un minuto y veintiséis de tu precioso tiempo. 

—Se llama Galia —Me rendí. Mejor le prestaba atención y le decía lo que quería saber o llegaríamos a tal punto donde terminaba amarrado a la silla mientras él me sometía a un interrogatorio estilo policial —, es la chica de la cafetería.

—¿La mesera del café cóctel? —Sus facciones se relajaron de golpe.

—En términos más técnicos, aplica más a Barista, no a mesera.

—Eso no importa. Me se toda la historia del café, pero nunca me dijiste como es, ¿No tendrás una fotografía suya por ahí o si?

—No, por qué no soy un acosador.

—¿Quién no es un acosador? 

La voz de mi madre se abrió paso por mis oídos cuando alce la mirada y la vi poner un pie dentro de mi oficina. 

—Por cierto —Me llamo Jaxon —, tu mamá llegó hace unos 10 minutos. 

—Gracias por el dato, en verdad te lo agradezco —Solté con tono importado antes de ponerme de pie, rodear el escritorio y plantarme enfrente de ella, recibirla con un abrazo correspondido y dejarle un beso en la frente.

—Ahora, ¿Cuál de los dos piensa decirme quién no es un acosador? —Pregunto apenas se separó de mí, fijando sus ojos en ambos. 

—Su hijo. 

—Cállate, Jaxon.

—No te calles, Jaxon —Ordenó mi madre —. Apenas si escuche sus conversaciones pero estoy muy interesada en que me cuentes qué es lo que está pasando. 

Mi asistente pasó de mirar a mi madre a mirarme a mí. Normalmente decir una idiotez no le traería mayores problemas pero, decir una idiotez enfrente de mi madre, eso le valdría mínimo tres días de hacer horas extras.

—Lo lamento señora, pero

—Jaxon.

—¿Qué? ¿Tan malo es que le diga que te gusta una chica? Por favor, es tu madre, no es el fin del mundo. 

No estoy seguro de que Jaxon lo haya visto, pero en el color ámbar en los ojos de mi madre se llenaron de un brillo sorprendente en cuestión de milisegundos. 




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