Mírame desde otra perspectiva

Capítulo 5

Galia

Estaba a punto de arrancarle una pierna a Niko. Tirado en el suelo, no dejaba de aferrarse a la pata del sofá de la sala mientras lo jalaba con fuerzas de su tobillo. 

—¡Te voy a arrancar la cabeza! 

—¡Suéltame ya! ¡Alguien quítamela de encima! 

Al idiota se le ocurrio que seria buena idea darme con la almohada en la nuca cuando ambos habiamos acordado una tregua; dentro de una guerra, aunque fuera de almohadas, eso era caer bajo. 

—¡Galia! —Gritaron desde el pasillo —¡Te llaman! 

Solté su pierna cuando mi prima se acercó para traer mi teléfono. 

—¿No contestaste ningún número desconocido, verdad? 

—No

—Bien,ahora porque no mejor juegas con Niko mientras atiendo esto —Tome el aparato de sus manos y lo cambie por la almohada que había dejado en el piso.

Se quedó mirando lo que tenía en las manos, claramente pude ver el brillo que le acaparó los ojos. 

—¡Venganza! —Gritó emocionada con una sonrisa en el rostro. 

—¡Oye, eso no cuent…! —Mi hermano intentó replicar, lastima que no pudo terminar cuando le azotaron la cabeza con la almohada. 

Tendría que arreglárselas para defenderse sin golpear a nuestra primita de 9 años o estaba segura de que mi tía lo mataría. 

Les di la espalda y revisé el nombre de contacto antes de dirigir mi mirada al reloj en la pared.

—¿Hola? 

—¿Galia? 

—Donovan

—¿Estás ocupada?

Observé de reojo como mi hermano seguía en el piso con la niña sentada arriba de la espalda. 

—No mucho

—Solo te llamo porque quería hacerte un pedido, bueno, si no es mucho problema.

—Son pasadas las ocho de la noche, Donovan. Accedí a que conservaras mi numero para avisarme cuando pensarás ir al café pero hacer de servicio las 24 horas no estaba en el acuerdo. 

—No, no me refería a que lo hicieras ahora. Solo quería pedirlo con antelación. 

—Bien, y ya que estamos en eso, necesitare que me digas la hora a la que piensas pasar por él para tenerlo listo.

Por un momento me pareció escuchar la vocecilla susurrando cosas de fondo al otro lado de la línea. 

—08:15 ¿Qué te parece? 

—Bien

—Entonces te veo mañana. Que descanses. 

Corto la llamada. Esperaba que esto de llamarme fuera del horario laboral no se volviera una costumbre.

A la mañana siguiente, estaba terminando de darle el segundo chequeo a las magdalenas cuando mi teléfono comenzó a vibrar gracias a los mensajes que se fueron acumulando en mi grupo de la universidad. 

Me excusé para ir al baño y encerrarme en uno de los cubículos a leer la cuantiosa hilera de mensajes que se habían generado a estas horas de la mañana. Conforme fui bajando, me volví más inquieta; cuando salí de ese lugar, camine a paso veloz hasta la oficina de la señorita Riven. 

Bastó con explicarle la situación para que sin necesidad de pedírselo dos veces fuera ella la que estuviera insistiendo para que tomara mis cosas y me fuera tan rápido como pudiera. Me siguió hasta la entrada del cuarto de los empleados y tomó a Kendra del hombro para notificarle que ella me reemplazaria en mis tareas de hoy mientras me cambiaba el uniforme y realizaba una llamada de último momento. 

Faltaban dos minutos para las 08:15 cuando lo vi entrar en la cafetería y venir directamente a la barra. 

Hacía poco que terminó la hora pico de la mañana, no tardó mucho tiempo en la fila para que le tomaran la orden. 

—Buenos días, Galia. 

—Buenos días. En un momento te entrego el pedido —Solo me faltaba terminar de ponerle la crema de leche y esparcir la canela para colocarle la tapa y entregárselo en una charola de cartón junto a dos americanos. 

—¿Por qué tan apurada? 

—Al coordinador de mi carrera se le ocurrió llamar a todo mi grupo hoy por la mañana —Explique, quitándome el mandil —, nos quiere en la universidad antes de las nueve.

—¿Necesitas que te lleve? Puedo dejarte de camino al trabajo.

—Gracias, pero ya conseguí el aventón. Además, no me gustaría comenzar a deberte cada vez más favores. 

—Recuerdo haberte dicho que no me debes nada. 

—Pero no quiero comenzar a hacerlo ahora. 

El sonido del claxon nos llamó la atención a ambos. 

—Ya llegaron por mí. 

—Te acompaño. 

Tome las cosas que había dejado bajo la barra y salimos de la cafetería. El claxon volvió a sonar, dejándome ver a Cody de pie junto a la puerta del piloto. 

Cada inicio de semestre solíamos compartir nuestro horario de clases, solo para comparar quién tenía el peor de los dos; sirvió de algo tenerlo guardado y saber que justamente hoy, él entraba más temprano. 

—Bueno, Don Fisgon, te veré otro día. 

Hizo un gesto de despedida antes de que subiera al auto y comenzaramos a alejáramos. 

—¿Se ven muy seguido? —Preguntó Cody sin dejar de mirar el camino.

Sabía a lo que se refería, no habíamos tocado el tema desde la última y primera vez que lo vio. 

—Al menos unas tres veces por semana. 

—¿Y eso basta para que te subas a su auto?

—Lo conozco desde hace algunas semanas y aunque no lo vea todos los días, no creo que sea una mala persona.

—No lo sabemos todavía. 

—La primera impresión es importante, pero no me ha hecho nada como para pensar lo contrario. ¿Qué pasó con nosotros? Tu dijiste que cuando me conociste te daba miedo por ser muy seria. 

—Y ahora me doy cuenta de lo equivocado que estaba. Solo no quiero que te fíes tanto de él y por que te conozco, sé que estás en la fase de querer creer que no le haría daño a una mosca hasta que te demuestre lo contrario. 

&

—¿Y cuál de todas piensas elegir?

—No tengo idea. Nos dio hasta el final del día para elegir y llenar los papeles de registro —Le di un sorbo a mi batido de vainilla con nuez —. He revisado hasta la mitad de esa lista y ninguna de esas empresas ofrece algo centrado o mínimamente relacionado en la repostería. 




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