Mis Días Contigo

Capítulo 9

Después de pasar un buen rato sin salir de la camioneta para que nadie me reconociera, hice mi camino hasta el cementerio. A mamá la vine a visitar un par de veces después de que dejara este mundo, a papá solo lo despedí. Pero al quedar sola y encontrar a Eduardo con quien era mi mejor amiga, tomé el primer boleto para salir de eso que me hacía mal. Desde ese momento olvidé de todo, menos de mis padres. Formateé mi cerebro, decidí empezar desde cero en Alemania junto a Jimena que me acompaña desde que nos conocemos.

Antes de bajar de la camioneta, saco el celular del bolsillo de mi pantalón y veo que hay mejor señal. No dudo en buscar en la lista de contacto a Jimena, voy a aprovechar porque no sé en que otro momento tendré la oportunidad. Respiro profundo un par de veces en lo que espero que me conteste la llamada y miro la entrada del cementerio. Siento como mi cuerpo tiembla, algo que me invade desde la primera vez que pisé el lugar.

- ¡Es Valentina!- alejo el auricular de mi oído... Ya quisiera tener pulmones para gritar como ella- Hola Valen.

- ¿Qué contás?- le pregunto y escucho que le dicen que lo ponga en altavoz- ¿Tanto me extrañan? Eso que no hace mucho que me fui...

- ¡Estamos esperando a que llegue el entrenador! ¡Habla en inglés!- escucho la voz de Romina.

- Puse en altavoz a pedido del público.- dice Jimena y puedo escuchar que suspira- ¿Cómo te sentís?

- Estoy con hielo en la rodilla mientras cumplo con el reposo.- le contesto en inglés y cruzo los dedos para que me crea- Es difícil estar anclada cuando paso todos los días en movimiento, extraño tener una pelota en mi pie.

- Creí que no tenías señal.- me contesta Jimena y puedo sentir algo de reproche en su manera de hablar- ¿Valentina?

- Aproveché que hay algo de señal en casa.- suspiro y apoyo la cabeza en el pozacabeza del asiento. Espero que me crea, aunque no estoy mintiendo... No del todo.

Hablamos hasta que llega el entrenador, es cuando Jimena corta la llamada. Menos mal que me creyó, porque se que me diría de todo por no hacer reposo. Guardo el celular en el bolsillo y bajo de la camioneta con las muletas en mano. Aprieto mis dientes y cierro los ojos al sentir la molestia al llevar parte de mi peso a la pierna derecha, la rodilla para ser más específica. Suspiro un par de veces y abro los ojos, solo para ver que hay unas personas rodeándome. Frunzo el ceño al ver que todos, pero absolutamente todos, tienen sus celulares en mí y no dejan de sonreírme. Al bajar la mirada veo dos nenas que seguro no pasan los diez años, a ellas les sonrío y me saludan con sus manos. Me va a quedar la duda del porqué me reconocen ahora, cuando jugué en un equipo grande de Buenos Aires.

Después de quince minutos de fotos y poder comprar unas flores artificiales, puedo entrar al cementerio. Mi cuerpo se estremece al estar en este lugar. Es el golpe de la realidad, mi realidad y es que no tengo a mis padres conmigo. Sigo caminando hacia la tumba de mamá y papá, en lo que me cruzo con personas que me miran sorprendidas como unas señoras mayores se acercan a saludarme. Son de las que me conocen de chica y conocían a mamá. Escucho la misma frase una y otra vez: me alegra que regreses al pueblo.

Dejo el ramo de flores en una maceta que recuerdo que alguien los había puesto después de que falleciera mamá. Me permito llorar, descargo toda esa angustia que tuve guardando por tantos años.

Siempre traté de tapar el dolor con algo que ni siquiera puedo descifrarlo, pero funcionó todos estos años. Gran parte de eso fue aferrarme a la única persona que estuvo a mi lado en el peor momento. Jimena es la única que conoce mi pasado, ella vivió a mi lado mis peores momentos y sabe mejor que nadie todas mis desgracias. Gracias a la persona que más confiaba me traicionó, trato de ser antisocial hasta que se ganen mi confianza. No soy dependiente de ella, solo que con ella puedo ser yo misma.

Llego a mi casa y en la entrada veo a mi amiga cruzada de brazos apoyada en el umbral de la puerta. Al ver la camioneta, viene corriendo y puedo ver la preocupación en su rostro. No creo que desapareciera por tanto tiempo para que esté con el ojo largo. Abro la puerta para bajar a la vez que ella saca las muletas del lado del acompañante y corre para mi lado. Me ayuda a acomodarlas debajo de mis axilas y noto que no quita sus ojos de mi persona.

- ¿Qué pasa?- le pregunto ignorando ese cierto enojo que tiene y hago mi camino a casa.

- ¿Cual es tu problema?- grita y dejo de caminar para mirar sus ojos celestes que parecen echar chispas- Al menos decime donde vas y no dejarme colgada sola acá.- frunzo el ceño y trato de respirar un par de veces para no contestarle mal.

- Llevaba años sin venir al pueblo, ¿A qué lugar iría?- le contesto entredientes y la miro de la misma manera.

- Si estoy acá es porque sé que necesitás alguien a tu lado, quiero acompañarte hasta que vuelvas a Alemania.- agarra mis manos y me sonríe- No me molestaba llevarte a ver a tus padres, para eso estamos los amigos.

- Esto era algo que necesitaba hacerlo sola.- veo que se acerca de nuevo y bajo la mirada a ella- Quería estar sola.

Sus manos acarician mis nudillos que se aferran a las muletas y me hace seña para que entremos. Ya adentro, el olor a salsa inunda mis fosas nasales y respiro profundamente. Ese olor hace que mi estómago anuncie a los que están en mi casa de que muero de hambre. Hacía bastante que no me alimentaba con algo como la gente. La dieta estricta de la nutricionista me quita el apetito solo con verlo, no lo tengo ni como un permitido. Miro mal a Sabrina al escucharla reírse y me da la espalda para ir a la cocina, dejándome con Abel que está agachado junto a un tacho de pintura. Me da esa media sonrisa que se había presentado la primera vez... Esa sonrisa que estuvo toda la noche en mis sueños.



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En el texto hay: amorimposible, futbolista, regreso

Editado: 22.10.2023

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