TRES AÑOS DESPUÉS
Creo que después de esa confesión, Abel se sacó un peso de encima. Y como bien me dijo, ya no lo molestaron más. Ese día que no lo encontré en casa lo habían secuestrado, sentí como mi corazón se paralizó al escuchar eso. ¿Lo peor de todo? La mina que estaba con él no era nada más y nada menos que la líder del grupo con el que "trabajaba". También me enteré que había perdido su trabajo por enrollarse con una maestra casada. Ante la frustración de no conseguir nada, se metió en la boca de lobo. ¡Ah! Me había hecho creer que llegaba al pueblo de Buenos Aires, cuando en realidad vivía al otro lado del río Paraná.
Hablando de eso, le pude conseguir trabajo en la escuela donde estudiaron mis primos. La noticia de nuestros parentescos llegó a ese establecimiento y lo tomaron sin ninguna entrevista, pero supervisaron su manera de enseñanza. Lo que sí pidieron mis primos es que no se divulgara de que es mi novio, es obvio que van a pensar que va a tener privilegios por mí. Enseña a los chicos de quinto grado y se lleva bien con los docentes. Ya lleva dos años ahí, el último año que estuve en Alemania me acompañó hasta donde le permitía la visa. Ya en Italia se hizo difícil, con el trabajo ya estaba más que complicado pero nos sentimos felices de que haga lo que más le gusta: enseñar.
Pero es momento de volver al club donde me formé. Jimena está contenta de estar con su familia, y yo también. Con Abel comenzaremos a convivir de nuevo... ¡Por tercera vez! Ahora que lo pienso, suena gracioso pero esta vez será para siempre. También nos reuniremos los tres mosqueteros, ya que Guillermo lleva medio año en el club a préstamo por dieciocho meses. Su padre estaba enfermo y de a poco se va recuperando.
En estos días tuve una reunión virtual con Pedro, el que está a cargo del fútbol femenino y todos en el club esperan con ansiosos con el retorno. En Argentina ya se profesionalizó, pero queda mucho por cambiar. No me preocupo por el sueldo, ya bastante ahorré y con la economía inestable del país me sirve mucho para el cambio.
- ¿Cómo te sentís?- la pregunta de Jimena me saca de mis pensamientos.
Nos pusimos de acuerdo en encontrarnos en el Aeropuerto de Roma-Fiumicino para tomar un vuelo directo a Buenos Aires. En Ezeiza nos vamos a encontrar con nuestras familias, que se pusieron felices cuando les dijimos que la estadía en el viejo continente llegó a su fin.
- Estoy ansiosa.- le respondo y me giro para mirarla- Sé que al volver, voy a tener una familia que me espera y eso es algo que no pensé vivir cuando nos fuimos.
- Mis padres te quieren como a una hija más, no ibas a estar sola.- acaricia mi hombro y escuchamos que llaman nuestro vuelo- Es hora Valentina.- nos sonreímos y nos dirigimos al check-in.
Pasaron más de catorce horas para poder pisar tierra argentina, ahora para no irnos más. Entramos a la terminal y se nos viene encima una gran cantidad de periodistas, camarógrafos y algún que otro fotógrafo. ¿Qué pasa acá? ¡Ni que fuesémos famosas!
¿Qué sienten al regresar a jugar de vuelta al país? ¿Planean jugar sus últimos años y retirarse? ¿Cómo es el fútbol europeo? ¿Mejor que el de acá? Pero hay algo que escucho entre tantas preguntas ¡Bienvenidas chicas! Veo que el mismo periodista que cubre el equipo femenino de muchos años. Nos acercamos a él y lo abrazamos. Él había sido de los primeros en seguir el día a día del equipo, después llegaron las siguientes generaciones de periodistas que trabajan de forma independiente.
Nos acompaña a retirar las valijas y no dejamos de hablar de los años que estuvimos distanciados. Nos dice como se preparó el club con todo este asunto de la profesionalización, y que los fanáticos se pusieron felices cuando se enteraron de nuestra vuelta.
Sonrío al ver a mi hombre junto a mis primos y corro a él. Cuando me ve abre los brazos, y yo me cuelgo como un koala a su cuerpo. Cuando me siento segura en sus brazos, mis dedos acarician sus mejillas y lo beso. Es un beso que añoraba hace meses, que me hace olvidar hasta de mi nombre.
Alguien a nuestro lado carraspea y separamos nuestros labios. Miro a Fernando que está cruzado de brazos y mira mal a Abel. Mis pies están en el piso y saludo a los demás, a los padres de Jimena también.
- Ahora sí que la familia está unida.- la voz de mi prima me saca una sonrisa- Espero que no te arrepientas...
- La idea con Jimena desde que nos fuimos fue que si nos recibía el club, sería jugar unos años y retirarnos.- voy con Abel y rodea mis hombros con su brazo izquierdo.
A pesar del buen ánimo de Mariela, sé que el divorcio la tiene mal. Eso fue unos de los motivos de acelerar la vuelta a Argentina. Ella es quien se hizo cargo de todo y lo hará hasta que sea el final de mi carrera de futbolista.
- ¡SI!- grita Abel en lo que se pone de pie y festeja eufórico al encestar un tiro de tres puntos el alero del equipo- ¡Te amo, te amo, te amo!- me besa cada vez que dice esa frase.
Seguro se preguntarán que es lo que estamos viendo... Como es domingo y hace como dos horas jugamos el primer partido del campeonato, el equipo de básquet juega unas series de amistosos de pretemporada y el microestadio es abierto para los socios. Ahí es donde entramos nosotros, terminar el fin de semana lo más eufórico posible.
Todo el asunto de la presentaron fue el mismo día que firmamos el contrato, la semana antes de comenzar el campeonato. Había prometido calzarme la camiseta al volver, así que fue inimaginable lo que sucedió en el regreso a casa. Salir del país por la puerta chica y regresar por la grande no tiene precio, aunque todavía no sé como que soy reconocida porque nunca llegué ni siquiera a jugar para la selección.
- ¡Valentina!- me sobresalto al escuchar el grito de Jimena y la miro mal- ¿Por qué me mirás así? Sos vos la que estás en otra.