Mis dioses queridos

2

—Esa loca me hacía cocinar, Tierra —le llamó por un nombre clave impuesto entre ellos cuando se acercaba el momento.

Coatlicue miró un reloj que había en la mesa, notando la hora y el significado de lo dicho por Tláloc.

Después de 5 minutos de la comida, cerraron la casa y salieron con capas de manta, escondiendo su vestimenta y el destino que tenían. Sara, al ver juntos a Tláloc y Coatlicue, notando el gesto sereno de él, decidió seguirlos a lo lejos.

Al estar cerca del punto donde los otros dioses se reunirían, se detuvieron y miraron alrededor, sintiendo que alguien les seguía.

—Tierra, quédate aquí —murmuró el castaño a la chica para ver el asentimiento de ella.

Tláloc se separó y comenzó a inspeccionar su alrededor, encontrándose con Sara. Estando sorprendido, y molesto, le lanzó una mirada furiosa que la dejó paralizada. Sara nunca lo vio molesto, menos al ver el poder de su gesto.

El moreno con la ira en su cara, formó una nube espesa de lluvia sobre Sara, haciendo que recibiera una torrencial lluvia y hacer que corriera lejos del sitio.

Cuando la notó lejos, relajó su gesto y volvió donde le esperaba de pie Coatlicue, caminando serenamente hasta la punta del pequeño cerro acordado entre los 5 dioses que tomaron decisión de ir al mundo moderno.

Las campanadas de una iglesia cercana marcaron las cinco de la tarde, creando espacios en blanco dentro de las mentes del pueblo.

—Llegaron temprano, Tierra, Lluvia —admiró un adulto que ronda los 29 años, cabello rubio con un adorno colgando de un mechón largo del lado derecho, tez morena ligeramente blanca y ojos café claro.

—Tú llegaste a tiempo junto a Luna, Sol —halagó un hombre de cabello negro con puntas blancas, tez morena como Tláloc y ojos como Coatlicue, cafés con grecas en la mejilla.

—Viento, debo admitir que eres puntual junto a ellos dos —sorprendió a todos una chica de ojos azules, pelo blanco, semi plateado, con puntas azul celeste y tez morena clara.

—Ya es hora, hermanos dioses —indicó el rubio, haciendo que todos se retiraran las capas que cubrían sus ropas.

—Yo, Coyolxauhqui, diosa de la luna, vengo a dar mi aviso de mi pueblo —se arrodilló la peli blanca para ponerse un penacho con plumas largas de colores fríos como el azul y el violeta, portando un traje tipo vestido de los mismos colores.

Coyolxauhqui dio los puntos buenos y malos, siendo más los últimos. Ehécatl imitó a Coyol y resaltó los puntos buenos y malos, dando vista amplia a los buenos, portando un penacho con plumas verdes.

Cuando fue el turno de Coatlicue y Tláloc, resaltó ella los buenos y él todo el mal que había. Tláloc portaba plumas turquesas, mientras Coatlicue de colores cafés y anaranjados.

Cuando fue el turno de Huitzilopochtli, él se puso un penacho con plumas amarillas y rojas, diciendo que tenía por igual los puntos buenos y malos, pero que le entristecía que les olvidaran estas generaciones.

 



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En el texto hay: diosesaztecas, turismo

Editado: 27.07.2019

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