Dark Piano - Sociopath
"¿Una eternidad de paz o una eternidad de tortura?"
Kybel
Recuerdo haber salido de la dirección luego de haber intentado convencerlo de que cerrara la academia sin éxito. Note que había un humo extraño en la escalera y el miedo me invadió. Fruncí el ceño y tomé el ascensor. Escuché un estruendo sonido de vidrios rotos y me tambaleé. La piel se me erizó y mi respiración se aceleró. Trate de calmarme y escuchar la lógica.
Especifique primer piso, pero se detuvo en el segundo. Me frustre y deje de intentarlo. Avance por el pasillo hasta tirarme en el suelo. Desde ahí note que la ventana a un metro de mí estaba rota. Con que era eso. Sentí el alivio recorrer mi cuerpo. Puse mi cabeza hacia atrás y rasgué mis mejillas por costumbre. Tenía unas pocas pecas, pero me disgustaba. Después de un rato sola con mis pensamientos saque de mi bolsillo una de las tantas cartas de Josh. Estaba harta. Los chicos al principio me halagaban y me invitaban a salir, después los rechazaba cortésmente. Con el tiempo empezaron a tomarlo como un reto. Me llamaban la soltera más deseada, me generaba asco. Me halagaban, escribían constantemente y no respetaban mi espacio personal; siempre lo mismo. Llegue al punto de gritarle a algunos chicos en ocasiones, pero solo decían cosas como:
—Me encanta que te hagas la difícil.
No imbécil, no hay mujeres difíciles sino unas que quieren y otras que no, y yo claramente no quiero. Me quede inmersa en el recuerdo.
—Hola Kybel. —dijo sosteniendo una cajita, vi que formaba una sonrisa extraña en su rostro.
—Ajá —dije saludando. No pude evitar sentirme asqueada por lo que traía en sus manos, en serio, todos eran tan predecibles y lo peor es que ni siquiera me gustaban ese tipo de detalles.
—Luces distinta hoy, pero para bien ya sabes. —dijo acercándose demasiado a mí—. Te traje algo. —extendió su regalo hacia mí, el cual ni siquiera tomé.
—Ok. —dije esperando que se rindiera. Me incomodaba demasiado, invadía mi espacio personal y no se rendía. Estaba considerando una seria denuncia por acoso.
Aquel era Josh, un estúpido amigo de Day. Ambos son una especie de chicos raros que siempre me rondan cerca. Me extraña que el segundo chico más raro (el primero es Day) de la clase tenga el valor para intentar enamorarme, pero no para realizar una buena exposición sin gaguear. Lo más creepy es que ambos forzaban una sonrisa fea y que me causaba terror. Y hablando de ello, vi recorrer el pasillo a Day. Me escabullí a un salón lo más rápido posible. Gateé hasta esconderme detrás de una puerta. Tome aire para recuperar el aliento. Me decidí a bajar las escaleras traseras. Me puse de pie, me acerqué a la ventana de esa habitación y salí por ella. La ventana era interna por lo que aún me encontraba en el segundo piso. Recorrí otro pasillo hasta visualizar desde lejos la entrada hacia las escaleras traseras y bajé por ahí.
Al llegar al primer piso vi a Page tendida en el suelo con los pies y brazos abiertos. Su cabello afro estaba desorganizado y las pecas le cubrían todo el cuerpo. Ella tenía más que yo.
—Page. —dije en susurro encorvando mis piernas.
—Kybel. —respondió mirando a la deriva.
—¿A qué estás jugando? —le dije al verla en esa posición.
—A ser tuya. —dijo de forma irónica.
Ella siempre bromea de esta manera y siempre consigue hacerme reaccionar así. Se empezó a reír un poco de manera irónica.
—Ya levántate pendeja. —le dije cruzándome de brazos. Ella rodó los ojos hasta mírame fijamente, en serio, no pestañeó ni un segundo.
—No puedo. —dijo volviendo su vista a la deriva.
—Claro que puedes. —Coloque una pequeña sonrisa en mis labios—. Ve, hazlo o te arrastraré.
—Necesito un beso de amor verdadero para volver a moverme. —dijo con un tono de ironía.
Me empecé a reír. Creo que ella y... otra persona son las únicas que logran hacerme reír. Además, sé que Page solo me juega bromas a mí. Era especial. Sostuve con mi mano sus piernas y empecé a arrastrarlas por el piso. Ella reía y decía que parara entre risas.
—¡Kybel! —grita page.
Danne
Page me dijo que tenía que hacer algo así para que me quede sola. Me senté en el salón de ceremonias. Se supone que todos los estudiantes debían estar ahí para escuchar el mismo discurso de todos los años de bienvenida. Solo estaba yo. Sentí la ira crecer por mi cuerpo así que me puse de pie y me salí. Todo parecía perfecto hasta que al salir me topé con Day. Sangre, demasiada, su rostro estaba bañado en sangre, su camisa negra ahora era roja. Moví mi cabeza de un lado al otro de forma veloz.
—No, no otra vez.
Mis ojos se posaron en Day y lo recorrieron con la mirada de arriba a abajo. Estaba tieso, perdido, desarreglado y sus ojos estaban hinchados. Me recordaba tanto a aquella vez...
—¿Qué pasó? —le preguntó sin pensarlo.
—Encontré la primera víctima. —Hizo una pausa antes de seguir—. Alguien la colgó de la ventana, le cortó los brazos y...—dijo con la mirada perdida y temblando. Dejó una carta. —dijo sosteniendo el sobre aún cerrado.
—¿Fuiste tú? —pregunte. Me daba asco desconfiar, pero me parecía raro que hubiese presenciado dos muertes por pura casualidad.
—No. —dijo de inmediato—. Pero sospecho de alguien. —dijo entre dientes, casi no lo escuche.
—¿Le avisaste a la policía, los guardias, al director? —le pregunté alzando la voz alterada y nerviosa.
—Fui a la oficina del director, pero desapareció y los guardias también. Y cuando intenté llamar a la policía mi teléfono se perdió.
Fruncí el ceño. Nada tiene sentido. Nada parecido había pasado en la academia. Quizás en la ciudad Zhaibridge sí, pero no en nuestra academia. Jamás.
—¿Estás diciendo la verdad? —le pregunté. Aunque en realidad Day siempre me dice la verdad, ya que solo me tiene a mi como familia biológica.