Allan
Después de tomar la decisión de alejarme de mi familia porque en serio que no podía soportar que todo fuera regido por reglas, y una irracional tradición fruto de un ridículo acuerdo, era impensable para mí que volviera. En realidad, no pensé hacerlo. El día que decidí apartarme hice todo lo posible para que me echaran, para que todos me odiaran, porque así era más fácil que nunca quisiera volver; sin embargo, la razón por la que me fui es la misma por la que he vuelto.
Louisiana.
Ahora henos aquí, porque, persuasión o no, nunca la obligué a que me eligiera. Casada conmigo, cuando las normas tradicionales de la familia dictaban que yo estaba fuera del plan, y ese lugar era para Albert. Es mi hermano y le tengo aprecio, sin embargo, ella debería agradecer que no es con él porque en el fondo es más imbécil que yo.
Que me preguntara si me acosté con Saddie solo me trajo recuerdos de esa noche, porque pese a lo que alardeaba, no tenía intenciones de acostarme con ella. En el fondo solo lo hacía porque quería que sintiera celos. Eso fue lo último que hice antes de tomar la decisión de marcharme. A la final, fue cierto que no fui yo quien se la llevó a la cama, sino Albert, y solo porque ahí, donde lo veían todo elegante y recto, siempre le gustaba ser el primero.
Al igual que yo, también estaba frustrado, en ninguna de nuestras sinceras conversaciones me reveló si estuvo enamorada de Alaska, pero sí que también odiaba que todo tuviera una regla y tuviera que relegarse a su puesto de número dos. Cuando Arnie me dijo que había escapado de su responsabilidad con Luisi, no dudé que hubiera sido una venganza por su parte porque eso no le garantizaba que saliera de detrás de la sombra de Arnold. El colmo de todo es que el único que estaba a la sombra de todos, era yo.
Levanto la mirada dejando a un lado esos pensamientos y me encuentro con la de Luisi. Ella conversa muy alegre con su abuela que le hace toda clase de preguntas acerca de su exitosa vida de empresaria. No es que yo no haya sabido forjar mi camino, pero a diferencia mía, que no me preocupo por ser tan exitoso, ella sí ha mantenido su palabra.
¿Qué piensas del futuro? Me preguntó alguna vez y yo solo respondí: Nada.
―¿Y qué hay de ti, muchacho? ―Victor se dirige hacia mí―, ¿alguna perspectiva del futuro? ―continúa preguntando.
Para mí es claro que no son ignorantes de algunas cosas que se han filtrado de mí por allí, pero que tienen más que ver con popularidad que con mi buen desempeño en mi oficio. No es algo que haya buscado, todo fue por culpa de ella.
―Planeo montar mi propio bufete ―respondo sin dilaciones.
Louisiana agudiza su mirada sobre mí, aunque no puedo descifrar si es alguna clase de mensaje subliminal para que no mencione algo que nos ponga en evidencia.
―¿Propio? Creí que entrarías a formar parte del grupo jurídico de tu padre ―prosigue el viejo Clarence.
―No creo que encaje allí ―repongo encogiéndome de hombros.
―Supongo que sigues siendo fiel a tus principios de rebeldía.
Quien comenta eso es Valeria, la abuela. Dirijo mi mirada hacia ella y le regalo una sonrisita. Estoy seguro de que quiere sacarme de mis casillas, luego observo a Louisiana.
―No es rebeldía, es sentido común. Desde pequeño siempre he estado fuera de los grandes planes y si estoy frente a ustedes y al lado de Louisiana, es porque, por decirlo de una manera no tan aberrante, soy el remplazo de Albert. Si fuese él quien estuviera aquí, no le estarían preguntando acerca de que piensa sobre el futuro porque era algo que ya tenía claro, por el contrario, no estarían teniendo charlas tensas e innecesarias, sino que se estuvieran riendo ―expongo mi punto y todos, incluyéndola hacen silencio.
Sé que he sido algo crudo con mis palabras, pero pretender que todos están felices con este matrimonio sería querer tapar el sol con un dedo, pero lejos de molestarme solo me impone un reto más grande porque no le mentí a Luisi cuando le dije que quería resarcirme y ser mejor de lo que fui en el pasado. No obstante, sé que para lograrlo hay que vencer muchos obstáculos.
―Tienes razón en lagunas cosas, pero, no eres… el remplazo de Albert ―ella habla.
Su voz calmada e irrumpiendo en mis pensamientos me sorprenden un poco.
―Por supuesto que no, eres su esposo y deseamos que la cuides y la protejas para que no se vuelva a raspar las rodillas por tu culpa ―interviene la abuela.
―¡Nanny! Tampoco exageres ―exclama Luisi mostrándose un poco avergonzada y yo no puedo evitar sonreír. Hasta el abuelo lo hace y quizás por lo ocurrente que es la abuela―, ¿por qué no continuamos? El día ha sido largo y quiero ir a descansar.
―Tienes razón, además que espero que te lo pases de maravilla en la isla ―expresa la abuela.
―¿Solo ella? ―pregunto con diversión haciendo que resople.
Ese gesto también es muy común en Luisi.
―Claro que no, porque contribuirás a ello o te las verás conmigo, muchacho ―me advierte.
―entonces no lo dude ―digo y sonrío haciendo una venia hacia Louisiana que le provocan un lindo sonrojo.
Ella bebe de su copa sin demora. Me hago una idea traviesa sobre lo que ha pasado por su cabeza y sonrío para mis adentros. Después de la tensa charla continuamos con la cena hasta terminar y cuando creo que subiremos a la habitación, Victor me llama para salir a tomar un poco de aire, y la abuela vuelve a irse con Luisi.