Míster problemático

Capítulo 42

«Becka, Rebeca», me voy a volver loca; sin embargo, ¿por qué debería darle tanta importancia?

¿Hay manera de que lo haya mencionado para fastidiarme?

No lo creo, no pudo darse cuenta de que estaba allí, ¿o sí?

¡Qué carajos!

Suspiro con fuerza porque Allan en serio está empezando a volverme loquita, tanto, que estaba dispuesta a admitir que… me gustaba; no obstante, ahora me siento insegura. Quizás eso sucedió para que no cometa el error de desnudarme aún más de lo que lo he hecho con él, porque el placer que puedas dar y recibir es solo eso, pero solo sentimientos profundamente arraigados, es otra cosa porque implica que desnudes tu alma, y eso no es algo que haya aprendido, sino todo lo contrario. Entre menos demuestras tu debilidad, tu enemigo no encontrará la forma de doblegarte.

No es que Allan sea mi enemigo, es solo algo figurativo entre quien domina a quién. Tocan la puerta, distrayéndome de esos pensamientos y volviéndome a centrar en los que estaba. Revisando todo lo que se ha hecho durante mi ausencia. Aunque no he salido temprano porque tenga urgencia de hacerlo, fue más una excusa.

―Adelante ―digo cerrando la carpeta de documentos de factura que estaba hojeando.

La puerta se abre y es mi secretaria, y no viene sola. Asumo que hay alguien afuera de la puerta que ha venido sin ser anunciado con anticipación. Resoplo bajo imaginando que podría ser Allan.

―Disculpe, señora Woods, el señor Dariel ha pedido verla ―anuncia evaporando esa idea.

―Así es, y espero que tengas tiempo para atenderme ―dice él mismo, adentrándose como Pedro por su casa, en mi oficina.

Le hago una seña amable a la secretaria para que no se preocupe. Tampoco hay modo de que no pueda atenderlo; sin embargo, había imaginado que jamás volvería a dirigirme la palabra con lo ofendido que había quedado al no decantarme por él, como hubiese sido lo indicado.

Salgo de mi escritorio y le guio a mi sala de visitas.

―Toma asiento ―le indico invitándole con un gesto de mi mano.

Dariel medio sonríe antes de acomodar bien sus pantalones de diseñador y sentarse. Le observo y trago con fuerza sintiendo que por alguna extraña razón me alivia no haberlo escogido.

―Gracias ―dice adoptando una pose de ejecutivo.

―Imaginé que no querrías verme por algún tiempo, y menos venir a mi oficina.

―Eso solo demuestra que todavía creo en ti ―repone haciendo que junte un poco mis cejas―, siéntate, no tomará mucho tiempo.

―Bien ―mascullo sentándome un poco a regañadientes. Detesto que quieran darme órdenes―, habla ―agrego poniendo una sonrisa fingida.

―¿Leíste mi mensaje?

¡Qué diantres!

―Parecía una advertencia; pero quiero pensar que eres un buen perdedor.

―¿Perdedor? Jamás ―se jacta―, así que solo he venido a decirte que la oferta seguirá en pie.

―¿Tan pronto crees que voy a arrepentirme?

―Es porque sé lo valiosa que eres, y me frustra que marchites todo tu potencial al lado de un desadaptado.

―¿Te refieres a tu primo? Mi marido.

―Tan rápido de esta adiestrando.

―Ya basta Dariel ―espero y él se ríe con sorna.

―No eres así, para nada. Si algo te diferencia de la sumisa de tu hermana, es tu templanza. No dejes que ese idiota te la quite.

―¿Es todo lo que vienes a decirme? ―mascullo poniéndome en pie.

Él también lo hace.

―No vendrán buenos tiempos para el tío Roland y su familia, así que asegúrate de estar en el lado correcto ―dice, pero cuando voy a replicar su teléfono suena y él lo mira, pendiéndome con su mano que lo espere, o que me calle. Resoplo con fuerza―. Señorita Houston, esperaba su llamada. No se mueva de allí, llego en diez minutos ―le habla a la persona que le llama que por lo visto es una mujer de apellido Houston. No me pasa desapercibido que su apellido es igual al de aquella mujer. La duda es si será la misma―. ¿Decías algo? ―pregunta con cinismo.

―Perece que te están esperando, ¿no deberías irte? ―emito algo irritada y él curva sus labios con un asomo de risa prepotente.

―No olvides lo que te dije. Mi padre dice que son una causa perdida, peor yo creo que nunca dejarán de ser una pieza importante ―comenta, y la verdad es que trato de no prestarle atención a lo que dice por qué creo que buscaba eso, irritarme.

Por suerte enseguida se va, llamando a su chofer para que le tenga el auto en la entrada en tres minutos. Pongo los ojos en blanco, luego vuelvo a sentarme agarrando mi cabeza. Si algo sé de todo, esto es que no es color de rosa.

Es cierto que hemos sido un factor importante de anclaje para que los Woods se mantuvieran firmes, sin embargo, no es como si aplicara eso de que el vivo vive del bobo. También hacemos nuestra parte para mantenernos allí; no obstante, el hecho de que mencionara ese apellido y lo último que dijera, me hacen pensar que él y su padre se traen algo entre manos contra su tío. Sin embargo, sea lo que fuere, somos un pilar necesario para todos los Woods, y eso los incluye.




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