Moda de amor

CAPITULO 12


Enfermedad inesperada

 

Todos los problemas parecen insignificantes, el dolor, la tristeza es reemplazada por angustia y no saber por el mañana.

Desde el preciso instante en que los ojos de Reese se cerraron, no podía pensar en nada más.

Todo paso muy rápido.

Llegue tan pronto a donde Reese y lo tome en mis brazos.

—¡Reese, Reese! — intenté sacudirlo con fuerza, pero Evans me detuvo.

—Cálmate —me dijo.

Eso pareció un detonante para mí en ese momento.

—¡No me puedo calmar, Evans! —abrí los ojos inquieta —­­. ¡Mi hijo literalmente acaba de desmayarse y no tengo la más mínima idea del porqué!

—Lo sé, lo sé, pero si te desesperas no va a despertar.

—¡¿No entiendes nada?! ¡Reese …!

—Hospital —soltó Rachel llorando.

Joder, ¿Cómo no lo había pensado antes?

Por fin, Evans sirvió para algo reaccionando.

El mayordomo le trajo las llaves a Evans y yo cargué a Reese con mi corazón latiendo a mil por hora.

Evans arrancó el auto, tan pronto subí, un dolor se instaló en el fondo de mi pecho, abrace a Reese con fuerza sin estrujarlo, ver sus pequeños ojitos cerrados me destrozo totalmente.

¿Qué podía haber pasado?

Estaba segura de que mi hijo no sufría de ninguna enfermedad, mi familia tampoco.

Al llegar al hospital mi corazón martilleaba en mi pecho. Una camilla esperaba afuera, con todo el dolor de mi alma dejé a Reese en la camilla, estaba muy asustada por lo que sucedería a continuación.

Inmediatamente, los doctores se llevaron a Reese a un cuarto.

Ese fue mi momento de quiebre, me derrumbé sin poder contener mis lágrimas, Evans estaba a mi lado, quien al darse cuenta puso una mano en mi hombro.

—Todo estará bien —dijo, tratando de tranquilizarme.

No podía parar de llorar ni tranquilizarme.

—No puedo sobrevivir sin él —dije luego de mucho tiempo. Evans me agarro sentándome en una de las sillas —. Reese es mi vida.

—No lo harás. Porque todo saldrá bien.

—¿Por qué se demora tanto en salir? —omití impaciente, mordiendo mis uñas y agitando mi pie.

Dios, esto era muy difícil.

Como si los ángeles hubieran escuchado, salieron del cuarto corriendo con el sonido del monitor holter sonando a todo volumen.

¿Qué?

¿Qué podía estar…?

—¡RÁPIDO, PACIENTE A UCI! —grito el doctor a las enfermeras y resto de personal.

Quede sin habla.

Me resultaba imposible pensar en este momento.

¿Qué había salido mal?

¿Qué había hecho tan malditamente mal para que mi hijo estuviera al borde de la muerte?

¿Era una mala madre?

Mi cuerpo los siguió en cámara lenta como si se hubiera salido de sí, mi mente quedo en blanco. Quería correr y darle la vida a mi hijo, pero mi cuerpo no cooperaba.

Realmente esto está sucediendo.

Evans corrió, se dio la vuelta mirándome y luego corrió hacia donde llevaban a Reese.

Tan pronto reaccioné, salí corriendo.

Me asome por la ventana, solo alcance a ver la silueta de Reese en la cama, su lindo rostro parecía haber perdido el color y sus ojos estaban cerrados, una enfermera se dio cuenta y cerro la cortina dejando un completo azul.

Me agarré de ambos lados del cabello con fuerza.

—¡Maldita sea, maldito sea todo! —Evans agarro mis manos, pero mi dolor era más fuerte.

—Todo estará bien.

—¡Cállate! ¡No digas nada Evans! —las personas a nuestro alrededor nos miraron.

—Anne.

—¡Mierda, Reese está a punto de morir!

—No es así.

Reese está a punto de morir.

Reese está a punto de morir.

Reese está a punto de morir.

Reese está a punto de morir.

Estaba en pánico.

Una vez que empezaba, no podía parar.

Mi hijo. Mi bebe. Mi todo.

Evans no tardo en darse cuenta de mi panico. Agarro mis manos y las puso en su pecho.

—Dime lo que recuerdas de nuestro primer encuentro.

Reese está a punto de morir.

Evans me sacudió, poniendo su fria palma en mi mejillas rojas.

Primer encuentro. Ascensor. Rachel.

—Fue cuando rescate a Rachel.

—¿Y? ¿Qué más?

—Sus ojos.

Evans trató de ocultar su sonrisa.

—¿Y qué viste en ellos?

—Una mirada vacía, aquella en donde tienes algo por dentro.

—¿Qué quieres decir?

—Alguien infeliz.

Evans se puso serio de repente. Se alejó dándome espacio.

Me derrumbé sobre mis pies, —Moriré si algo le pasa a Reese, Evans —Evans se agachó poniendo ambas manos en mi rostro —. No podre soportarlo.

—No pasará nada, él estará bien, es un niño fuerte.

—¿Y si está enfermo?, ¿y si es mortal?, ¿y si…?

Puso un dedo en mis labios cortándome, trato de secar mis mejillas con el dorso de sus manos, pero era caso perdido, cada vez que me limpiaba, lloraba el doble.

—Reese es un chico fuerte, aún no sabemos que va a ocurrir. Lo único que debes tener presente es que superaremos lo que esté pasando, no te derrumbes antes de saber qué está sucediendo realmente.

Para Evans era muy fácil hablar.

—No es tu hija quien está en UCI en este momento.

Se detuvo.

Mierda, debí pensar antes.

Se alejó y se sentó al frente de mí.

—Yo…

—Está bien.

La había cagado, realmente no quería decir eso.

—Evans, yo…

En ese momento un doctor salió por la puerta. De inmediato me acerqué a él.

—¿Quién es el tutor de Reese?

—Yo —inquirí rápidamente.

—¿Es usted…?

—Su madre. ¿Cómo está?

—Está estable, sin embargo…

—¿Qué sucedió?

—Su presión arterial bajo, por lo cual tuvimos que tomar otras medidas, ya se anestesió, solo es cuestión de tiempo que despierte.



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En el texto hay: destino, niños, romance

Editado: 13.12.2024

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