CAPITULO 13
“El peor error de un ser humano es ser orgulloso cuando se esta muriendo por dentro”
Lo único que tenía presente era conseguir el dinero para la cirugía de Reese, tenía aproximadamente dos semanas para hacerlo.
Ahora, la pregunta era, ¿cómo haría?
Reese salió del hospital al día siguiente, por ahora debía tomar sus medicamentos.
Estaba peinando el cabello de Rachel sumergida en mis pensamientos.
—¿Reese se encuentra enfermo, señorita Anne?
—Lo está, pequeña. Pero ambas lo vamos a cuidar mucho, ¿vale?
Rachel asintió.
Termine de hacerle las dos trenzas que tanto le gustaban a Rachel, tenía un hermoso cabello largo rubio que cualquier peinado le quedaba bien.
Antes de salir, nos encontramos con Evans. Me había alejado de él, apenas nos dirigíamos el saludo, mi mente solo estaba en la recuperación de mi hijo. Evans parecía querer decir algo al señalar en dirección a la cocina.
Solté la mano de Rachel poniéndome a su altura, —¿Qué dices si vas a buscar a Reese para irnos a la escuela?
Rachel corrió para ir a donde Reese.
—¿Podemos hablar?
Evite su mirada.
—Puedes hacerlo.
—Sé que estás preocupada y puedo entenderte, pero déjame...
—No —dije de inmediato, antes de escuchar lo que iba a decir.
—Ni siquiera has escuchado, Anne.
—Sé lo que vas a decir y la respuesta es no.
—Puedo ayudarte.
—No.
—Dame una razón.
—Eres mi jefe y no es apropiado.
—¿Solo tu jefe? —inquirió, trato de buscar mi mirada, pero todo lo que encontró fue una fría mirada —¿No me ves como un hombre tratando de ayudar?
—He salido adelante sola cinco años y esta no va a ser la excepción. Puedo sola.
—No lo dudo. Pero también sé que puedo ayudarte y que no sea tan difícil.
—¡Dije que no! —mi gritó me sorprendió hasta a mí. Evans retrocedió un paso, desconcertado —. Mierda.
Pase una mano por mi cabello frustrada. En ese momento apareció Reese y Rachel.
—Señorita Anne, podemos irnos.
Agarre a ambos niños de las manos, casi corriendo en dirección a la puerta. Rachel se despidió de su padre mandándole un beso. Evans parecía haber quedado absorto.
No podía aceptar su ayuda.
De aceptarla, la gente pensaría que estoy con él por su dinero.
Esta vez no será la excepción. Puedo con esto.
Mire a los niños charlar alegres, parecían estar felices de estar en compañía del otro.
Mire por la ventana perdida en mis pensamientos, mi mente era un caos. Tenía muchas cosas por resolver, sin embargo, ninguna parecía ser tan importante como mi hijo.
—Señorita Anne, te están llamando —la voz de Rachel me trajo nuevamente al mundo.
Conteste al ver que era Tag, lo había olvidado por completo en estos últimos días.
—Hola, Tag.
—Hola, ¿puedes pasar por el bar en la tarde?
No era mala idea, teníamos que tratar varios asuntos.
—Está bien.
Unos momentos más tarde, dejé a Rachel en la escuela.
Nos dirigimos a la escuela de Reese que quedaba un poco más lejos que la de Rachel. Era un poco agobiante, pero no podíamos hacer nada.
Saque los medicamentos para que Reese se los tomará.
—Reese, estos son dulcesitos que nos ayudan a estar sanos para que no ocurra nada malo, de ahora en más, debes tomártelos.
—¿Por qué, mamá?—me miró con ojos curiosos.
—Para estar saludables, hijo.
—Está bien, mamá. Quiero estar sano para ti.
Esas palabras casi me hacen llorar.
Reese se tomó los medicamentos sin mucha protesta.
Al momento de dejarlo en la escuela, no pude soportar y rompí en llanto.
¿Por qué a él y no a mí?
—¿Se encuentra bien, señorita?—preguntó el chófer, mirando por el retrovisor.
Limpie mis lágrimas, —Estoy bien. Por favor llévame a esta dirección.
Le di la dirección de Tag. No quería estar en otro lugar.
Antes de salir del auto, me giré, —¿Necesita algo más?—dijo el chófer.
—No le diga nada de lo que pasó a Evans.
Él asintió.
Apenas entre al establecimiento, Tag estaba abriendo, se sorprendió en cuanto me vio. Camine hasta casi caer en sus brazos.
—Dios mío, Anne, ¿qué ha pasado?—inquirió preocupado. Abrió el bar rápidamente, agarrándome del brazo.