Monique Devil

Capítulo 17. Lo Mejor para el Equipo

Capítulo 17.
Lo Mejor para el Equipo

Ya había anochecido cuando Karly decidió que el progreso de Monique era lo suficientemente satisfactorio como para mostrárselo a Lily al día siguiente, y por consiguiente podían irse al fin a casa. A Monique le sorprendió lo exigente y perfeccionista que Karly podía ponerse con esos temas, tanto que la hizo por un momento extrañar los entrenamientos de su madre; pero sólo un poco. Al menos eso era un buen indicativo de que Karly tenía potencial para ser una buena capitana, como había dicho que deseaba ser. Y con lo dedicada y hábil que era, Monique no tenía duda en que lo lograría.

A la hora que se desocuparon, evidentemente no había ningún autobús, así que Karly se ofreció a llamar al chofer de su abuela para que fuera por ellos, y llevar a Monique y Billy a sus casas. La primera aceptó, pero el segundo optó por irse caminando, por más que le insistieron. De camino a la casa de Monique, en el asiento trasero del vehículo, Karly le mencionó que de hecho no tenía claro en dónde vivía Billy exactamente, y nunca había conocido a sus padres. Eso le pareció curioso, pero no demasiado extraño. Era un muchacho reservado, después de todo; quizás simplemente no quería que vieran dónde vivía, un sentimiento con el que ella podía sentirse identificada, al menos hasta hace poco.

El vehículo se detuvo frente a su casa, y tras agradecer el aventón y una rápida despedida, se bajó y caminó hacia la puerta. Karly no perdió la oportunidad de decirle que mañana debía lucirse ante de Lily, y Monique le prometió que lo intentaría. Al menos esperaba ya no lastimar a tanta gente.

Una vez que el vehículo y Karly se alejaron, ingresó a la casa arrastrando un poco los pies por el cansancio.

—¡Monique! —escuchó que pronunciaba en alto la voz de su padre en cuanto la puerta se cerró a sus espaldas. Al alzar su mirada, no tardó en vislumbrar la alta y delgada silueta de su padre delante de ella, como siempre con su característica capa negra envolviéndole. La miraba con una expresión de marcada molestia, con sus brazos en asa y manos contra su cintura—. ¡¿En dónde estabas?! Me tenías muy preocupado.

Monique parpadeó un par de veces, algo desconcertada. Esa preocupación paternal sería usualmente algo normal en cualquier padre cuya hija de casi dieciséis años llegara un poco tarde a casa. Sin embargo, no era algo a lo que Monique estuviera del todo acostumbrada.

—Hola —masculló despacio, y avanzó con cuidado por el vestíbulo en dirección al comedor—. Les mandé un mensaje avisándoles que me quedaría más tarde en la escuela para practicar. ¿No lo leíste?

—¿Mensaje? ¿Qué mensaje? —exclamó Harold, sonando casi ofendido por la pregunta—. Si hubiera un mensaje, este tonto aparatito…

Al mismo tiempo que lanzaba su queja al aire, introdujo su mano en el bolsillo del pantalón y extrajo su teléfono. En cuanto encendió la pantalla, el distintivo sonido de una notificación se hizo notar. Harold calló al instante, centrando su atención en la pantalla y, muy seguramente, en el mensaje al que Monique hacía referencia.

Mientras su padre se ocupaba de ello, Monique dejó su mochila sobre la mesa un segundo, y se aproximó al refrigerador en busca de algo para comer. En todo el día no había podido siquiera tener un descanso para almorzar, así que su estómago le rugía en busca de algo que aliviara su malhumor.

—Bueno, eso no importa —lanzó Harold como conclusión final, introduciendo su teléfono de nuevo en su bolsillo—. Lo que importa es que tu madre llegará más tarde por su turno extendido en el hospital. Así que es el momento justo para seguir con nuestra lección.

—¿Ahora? —exclamó Monique sorprendida, con una pieza de pollo frito de la cena de hace dos noches a centímetros de su boca.

—Sí, ahora —recalcó Harold, bastante emocionado cabía decir—. Ven, vamos afuera —añadió justo antes de dirigirse con prisa hacia la puerta que daba al patio.

—No sé, papá… Estoy un poco cansada, y hambrienta…

—¡Andando! —incitó Harold ya en la puerta—. ¡No hay tiempo que perder!

Y sin más, salió casi de un salto hacia el patio. Monique suspiró, regresó la pieza a su pollo al refrigerador, y siguió con paso resignado a su padre hacia afuera.

Harold se paró a mitad del patio. Miró al cielo, e inhaló profundo por su nariz el aire nocturno. A Monique le pareció particularmente entusiasmado, y viniendo de él era de hecho decir mucho.

—¿Y qué tal? —masculló volteándose hacia ella con una amplia sonrisa—. ¿Ya te sientes más preparada para hacer tu rugido?

—Apenas llevo un día como animadora, papá —musitó Monique con voz perezosa.

—Más que suficiente para hacer arder tu fuego interno. Y aunque no sea así, debemos aprovechar que no está tu madre y pasar al Paso 2 del proceso.

Aquello captó ligeramente el interés de Monique, y la hizo alzar su mirada y poner un poco más de atención. ¿Le enseñaría tan pronto el Paso 2?

Harold la miró fijamente. Sus ojos centellaban de emoción, y su sonrisa se estiraba hacia los lados, haciendo que su rostro entero adoptara un aire maquiavélico.

—Ya que dominaste el rugido…



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En el texto hay: parodia, heroes y villanos, demonios y monstruos

Editado: 30.11.2024

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