Nos preparábamos para la batalla, cada vez más próxima. Casi podía sentir la presencia de los ghendas, escuchar sus gritos, ver sus antorchas resplandeciendo en mitad de la noche.
El sol se había ocultado por completo tras las montañas y ya sólo quedaba un leve resplandor asomando entre las cumbres.
En aquel momento estaba sentado en la zona más alta del palacio, en la cual aún quedaban restos de la montaña dentro de la cual se encontraba el palacio, como si formara parte de ella. Observaba el horizonte, primero el sol ocultarse, y luego la aparición de las primeras estrellas.
Alguien se acercó por detrás y se detuvo a mi lado. Conocí las botas color gris de Enar.
_Deberías ir bajando ya_ me dijo_, todo está listo, pronto vendrán.
Eché un último vistazo a las montañas antes de levantarme y seguir al enano.
Recorrimos los largos y oscuros pasillos una vez más y bajamos hasta las mazmorras, donde los demás esperaban, afilando sus armas o colocándose las armaduras. Enar me miró.
_¿Estás seguro de que no quieres quedarte aquí? Estarías a salvo.
_Si no me equivoco, desde que llegué os he seguido en las pocas batallas que hemos tenido, no les tengo miedo, y por tanto, no me esconderé_ dije mientras me dirigía al lugar donde amontonaban las armas para coger una espada_. No pienso quedarme atrás_ le dije al enano, que me seguía a todos lados, mientras examinaba el filo de la espada que tenía entre las manos, comprobando que estuviera correctamente afilado.
Una vez que tuve el arma fui en busca de Ivar a petición de Enar, pensaba que con los ghendas tan cerca como estaban ya, era conveniente que estuviéramos en nuestras posiciones y, conociendo al enano y sabiendo de su experiencia guerrera, no me atreví a cuestionarlo.
Recorrí el interior del palacio en en su busca, pero no lo encontré por ningún sitio. Salí para ver si tenía más suerte, por fin lo distinguí yendo hacia el fondo del patio, hacia un árbol bajo el cual estaba Tarwe, aún afectada por la pérdida de sus poderes. Se acercó y se sentó junto a ella. Tarwe lo ignoró al principio, así que Ivar pasó su brazo por encima de los hombros de la otra y la acercó más a él. Vi como Tarwe inclinaba la cabeza hasta apoyarla sobre el pecho de Ivar.
_Ahora ya no soy útil aquí_ dijo.
_Eso no es verdad_ la reprendió Ivar_. Has perdido tus poderes de control sobre los dragones, cierto, pero no los necesitas para ser especial, ni asombrosa, no conmigo. ¿Sabes? En el fondo me alegra que ya no seas medio dragón tú también_ Tarwe lo miró_, ahora no me darás tanto miedo cuando te enfadas, ya no puedes quemarme.
Tarwe le sonrió.
_Te quiero_ oí que le dijo.
Ivar le sonrió. Vi como se inclinaba hacia ella y depositaba un beso en sus labios mientras acariciaba su cabello, enredando sus dedos en las ondas doradas de Tarwe, retirándolo de su cara.
Se separaron y se miraron un momento.
_No tanto como yo te quiero a ti _ dijo Ivar.
Por primera vez desde que le ocurrió aquello, Tarwe le sonrió de verdad, con un gran aprecio.
_Estoy dispuesta a perdonarte, a perdonarte de verdad.
Ivar le sonrió de nuevo, pero no dijo nada.
_¿En la próxima tregua?
_No sé cuándo se dará, ni siquiera si existirá_ le confesó Ivar.
Tarwe le sonrió.
_Los ghendas no creo que den más treguas, cierto. Tras la victoria entonces.
Ivar se inclinó sobre ella una vez más, y la volvió a besar. Esta vez, Tarwe respondió rodeando el cuello de Ivar con sus brazos.
No quería interrumpir aquel momento tan íntimo entre ellos, pero no me quedaba más remedio. Atravesé el patio hasta quedar próximo a su posición.
_Ivar, Tarwe_ dije con cierta timidez. Los dos me miraron_. Enar insiste en que nos agrupemos en las mazmorras, supongo que para repartir las posiciones.
Los dos se miraron y después me miraron a mí.
_Ya vamos_ dijo Ivar levantándose y ayudando a Tarwe.
Bajamos los tres a las mazmorras, donde los demás nos esperaban.
_Por fin_ dijo Enar.
Respondimos con una sonrisa.
Una vez que estuvimos armados y distribuidos, nos dirigimos cada uno a nuestras posiciones. Ivar se volvió a acercar a Tarwe.
_Estoy deseando que llegue esa victoria_, Tarwe sonrió_. Para mí será doble_ dijo besándola de nuevo.
_Para ambos_ dijo la otra. Miró a Ivar_. Nos vemos.
_Nos vemos_ le respondió el otro con una sonrisa.
Cuando estuvimos en nuestras posiciones, ya solo nos quedaba esperar a la llegada de los elfos oscuros. Ivar estaba de pie junto a mí.
_Aún estás a tiempo de retirarte_ me dijo de repente.
Yo, que estaba sentado detrás de la muralla, alcé la vista hasta él. Las antorchas y la luz de la luna iluminaban su rostro, dándole tonalidades cálidas por un lado y frías por el otro. Sus ojos grises brillaban, a pesar de que la luz los hacía casi blancos, podía distinguir tonalidades azuladas. Su cabello color ceniza ondeaba hacia atrás con la brisa, en compañía de su capa color pardo. Su aspecto gélido contrastaba con el cielo oscuro de la noche.
Le sonreí.
_Te digo lo mismo que a Enar, no pienso dejaros solos, no lo he hecho nunca desde que llegué y no lo pienso hacer ahora.
_Corres un gran riesgo.
_No me importa.
Ivar me sonrió.
_A mí sí. Hablas como si no tuvieras nada por lo que vivir, cuando realmente nos tienes a todos nosotros_. Yo le sonreí_. Gracias_ dijo de repente.
Lo miré interrogante.
_¿Y eso? Soy yo quien debería dártelas por tu discurso_ dije mientras me levantaba y me ponía de pie a su lado.
Ivar sonrió ampliamente mientras dirigía una mirada hacia el horizonte.