Monstruos Y Sombras, El Rey Elfo

La Otra Dimensión

Salí del portal y sentí que mis pies pisaban algo similar a arena, mucha arena acumulada, como si de dunas se tratara. Miré a mi alrededor, el ambiente estaba inundado por una tenue luz azulada, y hacía frío, mucho frío, podía ver el vaho salir de mi boca cada vez que respiraba.

_Ivar_ lo llamé, pero no hubo respuesta_. Balder_ lo mismo.

Volví a mirar a mi alrededor, no había nada, ni nadie, sólo un gigantesco desierto cuyo final, en caso de existir, no podía ver. El viento comenzó a soplar con más fuerza, levantando nubes de polvo y obligándome a alzar el brazo frente a mis ojos para protegerlos. Empecé a caminar, sin dejar de llamar a mis compañeros, pero no hubo respuesta. A medida que avanzaba, la neblina azulada que lo envolvía todo y el helor inicial fueron desapareciendo. Seguí avanzando hasta que por fin vi las primeras señales de vida humana, huellas en la arena. Las seguí con la esperanza de que fueran Balder e Ivar, pero cuando llegué, lo que vi a unos pocos pasos era una tribu entera, con sus tiendas de piel color marrón alzadas sobre la superficie arenosa. Me acerqué un poco más. Las mujeres estaban agrupadas junto a las tiendas, lavando las prendas de ropa mientras los hombres arreglaban las tiendas y los niños jugaban o ayudaban a los adultos.

Sentí que el corazón se me detenía por un instante, conocía aquel lugar, estaba en Harar, en el campamento de mi tribu.

Lo miré atentamente, con una mezcla de emociones, por un lado me alegraba enormemente de estar de vuelta en el que fue mi hogar, en la que fue mi vida, pero por otro, aún no me lo creía. Estaba a punto de marcharme cuando unos pasos se acercaron a mí y una voz suave y dulce llamó mi atención.

_Gardar_ oí.

Me detuve al instante, sin creer aún lo que oía. Me volví lentamente hasta situarme cara a cara con la dueña de la voz. Allí, justo delante de mí, a no más de dos pasos, se encontraba Katrynna, con su cabello castaño ondeando con la brisa, sus ojos color aceituna clavados en mí. Su sonrisa dejaba al descubierto sus preciosos dientes blancos, que destacaban en su piel morena y que su liviano vestido blanco hacía resaltar aún más.

_Katrynna_ casi susurré. Su sonrisa se amplió aún más_. No puede ser.

_¿Qué no puede ser?_ preguntó mientras se aproximaba a mí con sus pasos felinos.

_Que estés aquí, hablando conmigo, te puedo contagiar. Ni siquiera sé por qué he venido_ dije volviéndome de nuevo.

_Pero ¿qué dices?_ preguntó cogiendo mi mano con fuerza para detenerme.

Mi primera reacción fue apartar mi mano, pero al verla, descubrí que estaba limpio, no había ni rastro de la lepra. Me examiné ambas manos confuso, incluso me acerqué a un bebedero para asomarme al agua, estaba completamente limpio. Junto a mi reflejo apareció el de Katrynna, con su radiante sonrisa.

Sentí cómo deslizaba su mano hasta encontrar la mía, y luego nuestros dedos entrelazándose.

_Sígueme_ me dijo al oído.

No luché contra el deseo de obedecerla. Seguí a Katrynna hasta las afueras del campamento, junto a una abertura en una pared rocosa que hacía las veces de cueva. Me detuve en la entrada pero Katrynna siguió avanzando hasta quedar semi oculta entre las sombras de aquella grieta. Se volvió y me tendió su mano.

_Sígueme_ repitió.

Lleno de ilusión y curiosidad, no dudé en tomar su mano y dejarme guiar al interior de aquella abertura. Cuando entramos, noté que el calor del desierto se había esfumado para dar paso al fresco de la cueva. Katrynna se sentó en el suelo y yo la imité. Ninguno dijo una palabra durante un buen rato, hasta que rompí el silencio con aquella pregunta:

_¿Para qué me has traído aquí?

Sus ojos se volvieron a clavar en mí. Comenzó a acercarse hasta que finalmente depositó sus labios sobre los míos. Fue un beso breve, pero cargado de amor. Cuando nos separamos no podía dejar de mirarla. Fui a decir algo pero me indicó silencio.

_Dejémonos llevar por una vez_ susurró mientras se inclinaba sobre mí a la vez que levantaba la falda de su vestido, dejando al descubierto sus piernas, sus bellísimas piernas.

_Katrynna... No sé...

Me hizo callar de nuevo. Se sentó sobre mí y me besó una vez más.

_Si me aceptas hoy, seré tuya para siempre_ me dijo al oído.

Sentí cómo mis manos se deslizaban desde su cintura hasta su espalda y después a su pecho.  

Mis manos temblaban al sentir el leve estremecimiento de su cuerpo. Acabé cediendo a su petición. Me vi devolviéndole los besos que ella me había dado, con un ansia incontrolable. Mordí sus labios, su cuello... Mientras nuestros cuerpos se unían.

Acabamos tendidos sobre la roca, jadeantes pero felices. No podía apartar mis ojos de los suyos. Se acercó más a mí hasta depositar su cabeza sobre mi pecho. Rodeé su cuerpo con mi brazo y la acerqué más a mí.

_Katrynna_ susurré mientras acariciaba su sedoso cabello_, cuánto te he deseado.

Nos dormimos, ya no tenía motivos para preocuparme. Si estaba aquí, en Harar, en mi tribu, sin lepra, significaba que jamás llegué al Bosque de las Sombras, jamás conocí a Tarwe, ni a Ivar, ni a Balder... No había perdido a nadie, tal vez todo hubiera sido un sueño...O eso quería pensar hasta que la vi. 

Sus ojos negros centelleaban en la oscura noche como brasas, llenos de ira, de vida, de fuerza. Las llamas danzaban alrededor de su fibroso cuerpo y del de su dragón rojo mientras, desde lo alto del lomo escamoso de éste, levantaba su gran espada hacia el cielo, con un grito lleno de odio, de ansias por combatir. Podía ver el acero de su hoja brillando a la luz de la luna con tanta intensidad como las llamas que los rodeaban a ambos lo hacían en mitad de la noche. El movimiento de sus ondas doradas al viento me estremeció. Miles de guerreros la vitoreaban mientras daba la orden de ataque desde lo alto de su monstruosa montura, pero ella los ignoró. Vi cómo volvía la mirada hacia mí y clavaba sus ojos negros en los míos. Mantuve su mirada, tan fiera como la de su dragón. Las llamas le daban a su cabello un tono rojizo haciendo imposible diferenciar una cosa de otra, y la luz amarillenta con la que iluminaba su piel le daba un aspecto aún más fiero al resaltar el negro de sus ojos. Tarwe, la fiera pero hermosa y dulce Tarwe.



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En el texto hay: elfos, demonios, dragones

Editado: 11.10.2020

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